El fantasma de las navidades pasadas

Navidad es una de esas conmemoraciones que divide opiniones: están quienes no pueden esperarse a decorar el arbolito con sus luces, escarcha y esferas, y están quienes rechazan aquella compulsión consumista con la que identifican estas fechas. Lo mismo están las personas que encuentran la navidad muy ajena, porque la asocian a una religión que no les atañe, que quienes sufren una depresión que los tortura de principio a fin del Guadalupe – Reyes. 

¿A qué se debe esta depresión navideña que atrapa a no pocas personas durante diciembre?

A decir verdad, las razones son muchas, por ejemplo: la cotidianidad del ser humano está muy sujeta a ciclos, y la vida misma obedece a este hábito ancestral. Por eso, muchas personas con enfermedades terminales suelen fallecer en vísperas de año nuevo, dejando a sus familiares y amigos con el recuerdo de “aquella navidad en la que se nos fue el Tío Crispín”. Por ello, las navidades subsecuentes quedarán impregnadas con tantito de esa pérdida lamentable, y dependerá mucho de qué tan bien se haya elaborado el duelo, es decir, aceptado y resignificado la pérdida del Tío Crispín, para poder disfrutar de las navidades futuras.

Que la navidad nos recuerde con pesar a las personas queridas que han muerto en años anteriores, es indicio de que todavía no aceptamos bien a bien su partida, y es recomendable visitar a un tanatólogo para que nos ayude a desprendernos de esa carga que aún pesa sobre nuestros hombros.