Tenemos demasiada prisa en determinar que es bueno y que es malo, y frecuentemente la vida nos demuestra que lo bueno no lo era tanto, y lo malo no era tan malo.
Ojalá tuviéramos el hábito de darle chance a las circunstancias, de dejar que la vida nos sorprendiera. Pero ordinariamente, tachamos de malo aquello que no cubre nuestras expectativas, y aplaudimos cuando la vida es condescendiente con nosotros.
Lo que se ajusta a nuestra obsesión por controlar es bueno, pero lo que se nos escapa es perturbador, atemorizante, condenable y susceptible de ser nulificado, si podemos. Sino, solo lo sufrimos, alimentando nuestra imaginación con escenarios catastróficos y las mil posibilidades de finales desastrosos.
¿Como sabes que esto que te sucede es malo?, ¿sabes ya cómo termina la historia?, ¿por qué no puedes esperarte al desenlace?