¿Quiénes son Ana, Mia y Alisa?

Cada vez que le haces un comentario acerca de su aspecto a un niño o una niña, sin saberlo, le estás orillando un poquito más para que busque grupos como los de Ana y Mía, o Rex y Bill, donde les enseñarán estrategias para dejar de comer, matar el hambre y cómo laxarse o causarse el vómito sin hacer ruido.

Ana y Rex hacen alusión a la anorexia, y Mía o Bill, a la bulimia. Si le buscas un poco más, encontrarás también maneras de referirse a otros trastornos alimenticios mediante claves que tus hijos o tus sobrinos han aprendido en la escuela. La Princesa Alisa es el nombre amistoso para la obsesión por la “ALImentación SAna", o por su nombre clínico: “Ortorexia”.

Sí, tal y como lo piensas, es alarmante que un trastorno alimenticio tenga una prevalencia tal, que se convierta en una subcultura con códigos, agrupaciones y competencias por estar más delgado o delgada que las y los demás y, al final, ser una “verdadera princesa” o un “verdadero príncipe”.

Y aunque siempre estará genial que las personas nos agrupemos a partir de los intereses que compartimos, es en lo particular, que este interés de tener una “apariencia perfecta” la que al rayar en la obsesión, y al emplear mecanismos que perjudican directamente la salud metabólica, ponen en evidente riesgo la vida de las personas.

La raíz de este problema está en el modo en que le hemos enseñado a una o a un adolescente a relacionarse consigo mismo o consigo misma. Si yo maltrato a una persona que está formando todavía su identidad y su personalidad, le estoy enseñando a maltratarse en lo sucesivo.

Entendamos que los pilares de su personalidad se fundamentarán en la autoagresión y el autoabandono.

Una persona con anorexia o bulimia o vómiting o vigorexia u otrorexia, se está repitiendo constantemente que no es lo suficiente {inserte adjetivo aquí} porque previamente, es probable que alguien se lo dijera hasta el cansancio. 

“Estás muy flaquito”, “ ya estás subiendo de peso, m’ija”, “qué bonita te verías con un vestido así”.

Fuera de casa, ellas y ellos encuentran grupos de chavos de su edad, que les extienden la promesa de “yo si te voy a aceptar tal cual eres, sólo ponte más delgada”, o más delgado. En origen la prevalencia atacaba únicamente a las adolescentes, pero ahora ellos también están siendo tentados por esos estándares tóxicos de belleza. 

Y tampoco ayuda en nada, que tú también critiques tu propia imagen frente al espejo porque no has aprendido a aceptarte y eres incapaz de enseñar autoaceptación a quienes están esperando aprenderla de ti. 

Si te preocupa la manera de alimentarse de tus hijos, sobrinos o alumnos, puedes permitirte hacer observaciones acerca de lo saludable que son sus alimentos o del valor nutricional de los mismos, pero jamás acerca de su apariencia personal y mucho menos le pongas adjetivos a sus personas.

Ella y ellos están aprendiendo a relacionarse consigo mismos a través de cómo te relacionas tú con ell@s. Podría, de hecho, repetirte esto hasta el cansancio. 

Si conoces a una persona con un trastorno alimenticio, ya sea un adolescente o alguien más adulto, no le ataques¡!, porque ya él o ella lo está haciendo ya suficientemente contra sí. Procura darle espacio, no incrementar su ansiedad, y buscar apoyo  profesional en el campo de la nutrición y la psicología.

Y si tú misma o tú mismo tienes malos hábitos alimenticios, plantéate la posibilidad de modificarlos para dar un buen ejemplo a esas personas que en este momento te están observando: procura el gusto de alimentarte, ten una alimentación saludable, no te obsesiones con la “comida orgánica”, no mezcles ideología con alimentación... procúrate una dieta equilibrada en macronutrientes, variada en grupos alimenticios y suficiente para que no vivas con hambre...

...aprende a identificar el hambre fisiológica del hambre emocional, no resuelvas tus emociones con comida, no te habitúes a demostrar tu afecto con comida, acepta tu apariencia y reconcíliate contigo, gustaste, sácale provecho a las ventajas que tiene tu forma física.

...complementa tu alimentación con entrenamiento físico para que moldes tu silueta hacia una composición corporal que te guste más, elimina de tus conversaciones los comentarios discriminatorios hacia las personas con sobrepeso o demasiado delgadas, revisa tus propios estándares de belleza.

Tú lo sabes mejor que nadie, tratar de alcanzar estándares tóxicos convierte nuestra mente en un infierno personal del que es difícil salir. Cuida de no contaminar con tus infiernos a quienes apenas están aprendiendo a relacionarse con el mundo.

Mejor, trabaja en hacer de tu vida el edén que te mereces: ámate, acéptate, no te lastimes y condúcete constantemente hacia mejores versiones de ti.

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