martes, 6 de octubre de 2020

Mujeres sin voz

¿Si los hombres y las mujeres tienen el mismo nivel de intelecto, porque en la historia de la humanidad, no ha habido una Leonora da Vinci, una Galilea Galilei o una Joana S. Bach? Virginia Woolf tiene la respuesta al presentarnos a Judith Shakespeare, la hermana ficticia del famoso William. 

En “Una habitación propia”, ella aborda en concreto, la cuestión de por qué no ha habido una mujer Shakespeare, preguntando si esta hipotética Judith, la hermana con igual talento que William, podría haber alcanzado la misma altura que su hermano, en aquellas mismas condiciones socio – culturales de comienzos de la Inglaterra moderna. 

La biografía que construye para Judith, deja claro que la respuesta debe ser rotundamente “no”, no podría haber habido una mujer Shakespeare. 

Mujeres sin voz

 ¿Si los hombres y las mujeres tienen el mismo nivel de intelecto, porque en la historia de la humanidad, no ha habido una Leonora da Vinci, una Galilea Galilei o una Joana S. Bach? Virginia Woolf tiene la respuesta al presentarnos a Judith Shakespeare, la hermana ficticia del famoso William. 

En “Una habitación propia”, la autora aborda en concreto, la cuestión de por qué no ha habido una mujer Shakespeare, preguntando si esta hipotética Judith, la hermana con igual talento que William, podría haber alcanzado la misma altura que su hermano, en aquellas mismas condiciones socio - culturales de comienzos de la Inglaterra moderna. 

La biografía que construye para Judith, deja claro que la respuesta debe ser rotundamente “no”, no podría haber habido una mujer Shakespeare. 

A diferencia de William, a Judith nunca la enviaron a la escuela. Ella efectivamente aprendería a leer, pero si su madre la descubre con un libro, la reprende por desatender sus tareas domésticas. Cuando cumple diecisiete años, sus padres deciden que es hora de buscarle un marido y la prometen a un mercader de lanas de la vecindad.