En estos días de noviembre, hemos jugado a que no le tenemos miedo al miedo, a que no nos estorba para vivir y que es tan natural como la vida misma. Nos disfrazamos de aquello a lo que tememos y sonreímos cuando alguien pretende jugar a atemorizarnos.

Hacemos una tregua con el miedo y le permitimos existir, sin ser un paria entre la diversidad de nuestras emociones.
Pero más allá del juego, la realidad es que así es la vida, y el miedo forma parte de ella.
Cuando jugamos a mirar al miedo de frente y acaso, familiarizarnos un poquito con él desde otra óptica, se nos revela que no constituye un estorbo para vivir, y que es natural, y que además, es muy saludable conectar con nuestros miedos de vez en vez.
No hay psicoterapia que nos vacune del miedo, ni religión o programa de desarrollo humano. Aunque cualquiera de ellos, puede darnos pistas, acerca de cómo dejar de verle como una amenaza.