Barebacking: el gusto de tener sexo sin condón

Le llaman bareback a la acción de tener relaciones sexuales sin usar un condón. En el vox populi es una práctica que se asocia más con la comunidad formada por hombres gay, dentro de la que se ha hecho más revuelo y ha llegado, incluso, a asumirse que se trata de un mal traído al mundo por nuestra comunidad. ¿Qué hay en torno a este tema?

El primer referente cuando se trata el tema de no tener sexo protegido (usando el condón) es el VIH o virus de la inmunodeficiencia humana, que se ha transmitido principalmente mediante relaciones sexuales, a través de la sangre y el semen. Cuando se lleva a cabo sexo oral el riesgo de infección, en caso de que uno de los participantes en la relación sexual viva con el virus en su sistema, es bajo. No así cuando es vaginal o anal, en cuyo caso el riesgo aumenta considerablemente.

El sentido común habla de protegerte a ti y proteger al otro durante una relación sexual, para que ninguna infección se transfiera por esta vía. Sin embargo, en términos prácticos lo más conveniente es que tú te protejas a ti mismo, sin esperar que el otro se preocupe por mantener tu salud y confíes en que el otro, o los otros, harán lo propio.

Suena como si efectivamente habláramos de hombres homosexuales, sin embargo lo que ahora llamamos bareback es, en realidad, una práctica cotidiana en una multitud de matrimonios heterosexuales, quienes una vez contraídas las nupcias y asumido el pacto de monogamia entre ambos, dejan de lado el condón durante sus noches de pasión; especialmente cando ambos ya han tomado medidas permanentes para no tener más hijos como la vasectomía y la ligadura de las trompas de Falopio. Es decir, la idea que prevalece es que si ya no deben de cuidarse de traer mas hijos al mundo, y además son monógamos, ¿porqué habrían de protegerse durante el sexo?

En teoría el argumento tiene sentido, sin embargo su plan tiene alguna grave falla por la que el virus se ha colado alarmantemente hacia la población de mujeres casadas que no han tenido sexo fuera de su relación conyugal; ¿son ellas victimas del bareback, o solamente el "solo con tu pareja" se aplica únicamente de dientes para afuera?

Socialmente no asociamos el bareback con las relaciones sexuales entre una mujer y un hombre, aun cuando muchos hombres heterosexuales aseguran que efectivamente lo prefieren hacer sin condón porque “con condón no se siente nada”, o “no se me para con condón”, y etcétera, o hay mujeres que sostienen que no les gusta sentir el látex dentro de su vagina e, incluso, llegan físicamente a tensarse tanto por sus ideas al respecto, que cuando hay un condón de por medio, la relación sexual en lugar de placentera les es completamente dolorosa y, por ende, aversiva.

¿Cómo obligar a hombres o mujeres a usar el condón cuando tienen sexo? A principios de este siglo, la Organización Mundial de la Salud publicó una lista de derechos sexuales en los que, grosso modo, se ponía en claro que todo ser humano tenía el derecho de vivir su sexualidad con absoluta libertad según sus propias orientación, preferencias por una u otra práctica, y a la frecuencia de su actividad sexual. Con esto se descarta la posibilidad de obligar a nadie a usar condón, solo queda exponer un buen argumento a ver si al otro le hace sentido protegerse.

En nuestra cultura occidental hay una especie de gusto extraño por lo espontáneo e improvisado, como en el sexo. Se piensa que el encuentro sexual más memorable es ese en el que nada indicaba que se llegaría a dar, ejemplo: los acontecimientos llevaban un curso tal, y de repente, “¡cachacuas!”, ya estamos en pelotas y el uno adentro del otro. Este plus que aporta la espontaneidad nos lleva muchas veces al acto sexual sin la menor preparación; no solamente en lo que al condón se refiere, sino también a las ganas, la higiene o la conveniencia del lugar en el que a uno le ha “agarrado la calentura”.

Cosa distinta es lo contrario: compras unas velas aromáticas y las dispones a lo largo y ancho de la estancia, metes unas botellas de vino al refrigerador, te bañas, te perfumas, te rasuras los excesos de vello (en caso de que venga al caso) y pones unos focos que iluminen bajito; armas una buena selección de música en tu iPod para que no tengas que estar preocupándote por cambiarle al disco e, incluso, si se te antoja, podrías preparar en la cocina algo rico, aromático y sensual. Entonces, ya con algo rico preparado para cada uno de tus cinco sentidos, traes al susodicho o susodicha al lugar y te dispones a disfrutar de su compañía, su presencia, su cuerpo… y del escenario que tan maravillosamente diseñaste. Suena rico, ¿no?

Muchos hombres no traen un condón a la mano, por si llega a ofrecerse, porque muchas mujeres, u otros hombres, de inmediato les tachan de pervertidos, de que solamente van por sexo, de que avanzan muy rápido y vayan ustedes a saber que más. Muchas mujeres no traen condones a la mano porque, bueno, en nuestra sociedad una mujer con condones no es lo mejor visto. Igual sucede con la mujer que pide un condón cuando ha llegado el jugoso momento de la verdad. Nuestras tradiciones determinan que la mujer en lo sexual no tiene ni voz, ni voto; a lo mucho puede decir, “no, por favor”, lo que a oídos del macho es un “si, muchas gracias”, o un “wow, estuviste fabuloso”, pero en ningún caso queda bien que diga “estas bien sabroso” o “vamos a mi departamento”. Ahora, solicitar un condón es anatema, ¿que se va a decir de ella?

Sugerir el condón, en cualquier caso también puede interpretarse equivocadamente como un acto de desconfianza, o como una silenciosa declaración de culpabilidad.

Frecuentemente los hombres que gustan del bareback también le confieren una especial importancia a la virilidad y establecen con esta práctica un puente entre su masculinidad y el sexo; no es simplemente que el que se arriesga a “coger a pelo” sea más hombre, se trata del deseo de poseer o ser poseídos al o por el otro y relegar a este o recibir la responsabilidad. Habiendo entrevistado a media docena de hombres gay que practicaban con exclusividad el bareback por encima de otras prácticas sexuales, ellos enfatizaron este encuentro entre masculinidades y tal posesión de la virilidad del otro: se protege al que es poseído, hay jerarquización, se asume confianza, pero se ignora el riesgo.

Se diría que para algunas personas el acto sexual es el momento en que uno toca y es tocado; ¿recuerdas cómo empieza la película con Sandra Bulock “Crash”, que en español se nombró “Alto impacto”?, dice que las personas buscamos ser tocadas, hacer contacto. En las megalópolis en que vivimos pareciera que nos rosamos entre nosotros continuamente, pero son roses, raspones que irritan más que agradar. En realidad no hay un contacto real que de pauta para una intimidad, y en el bareback esta búsqueda llega al territorio de la metáfora explícita: el deseo de tocar y sentir al otro, sin barreras.

De ser correcto este argumento, el bareback genera la falsa impresión de un “contacto verdadero” entre ambos partenaires sexuales; pero finalmente es falso, porque no se establece una intimidad mayor que la de ambos estar desnudos. La intimidad y comunión que todos deseamos se construye con la cotidianidad, difícilmente a través de un solo instante.

El vox populi ha satanizado el bareback en los medios de comunicación y en las charlas de café, argumentando que es algo propio de esos homosexuales que se ponen cada vez más en riesgo durante el sexo. Hay quienes sugieren que se trata de la delicia en lo prohibido lo que lleva a una persona a arrojar el condón a la basura, sin siquiera abrirlo; otros sugieren que se trata de la consecuencia de políticas de sensibilización inadecuadas en una cultura en la que hablar de sexo es anatema; ¿cómo te voy a explicar la importancia de cuidar tu sexualidad si no puedo permitirme decir "culo", "verga" y demás palabras de uso cotidiano?

Nos hemos inventado palabras light aprobadas por la academia de medicina, que además de sonar a quirófano, están emocionalmente esterilizadas. Puedo decir "pene", "vagina" o "clítoris" con voz de tenor y sin que se caiga de mi ojo el monóculo de la elegancia, siempre que me refiera a las partes (así, como refacciones de auto) del cuerpo humano. Aunque diga “pene”, no puedo hablar de “mi pene” porque eso no está bien visto. El arte de ser elegante y bien acomodado en esta sociedad estriba en hablar impersonalmente todo el tiempo y con las palabras adecuadas.

Y luego se preguntan porque anda en las calles tanto neurótico.

El bareback y la entrada del VIH a los hogares nupciales presuntamente monógamos y heterosexuales son simplemente síntomas de un mal mayor: nuestra sociedad subsiste negando cada día poseer una sexualidad y sintiéndose culpable cuando esa sexualidad rompe las cadenas que le imponemos (que le impongo yo, que le impones tu). Y vamos, ¿quién creemos que somos, que en esta cultura aspiramos llegar un día a rediseñar un ser humano sin sexualidad?

1 comentario:

  1. Hola Hernan, me gusto tu articulo.
    Hace unos 18 años, mis amistades, mama de compañeros de mis hijos se escandalizaron cuando comente la pregunta ¿Sera prudente pedirle al esposo que use condon? Pues si, se sintieron ofendidas. Yo ya estaba divorciada, quiza casada tambien me huviera escandalizado. No se si leiste de un caso de violacion en casa de la victima y esta le pidio al agresor que usara condon, que ella tenia en el botiquin de su baño. Se alego que al pedir el uso de condon, ella estaba aceptando el acto. O sea que ella ya que el acto era inevitable tomo la decision de protejer su vida de una infeccion de VIH o cualquie otra...No solo en la calle hay neuroticos tambien en los puestos de poder...Un saludo Felicidades por tu pagina y voy a seguir leyendo..

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