¿Opuestos o complementarios?

Si entre tus planes se encuentra hacer un programa de televisión, una campaña publicitaria o, incluso, un chiste ingenioso que te convierta en el alma de la fiesta, mi sugerencia es que recurras al popular tema de la guerra entre los sexos; es un lugar común, pero recurrir a él te garantizará la atención de varones y féminas por igual.

Todos y todas hemos disfrutado alguna vez de una ingeniosa parodia acerca del sexo opuesto, incluso la hemos hecho: ellas conducen fatal, ellos creen que medio metro son diez centímetros, ellas nunca llegan temprano, ellos jamás piden ayuda y un prolongado etcétera. Tan tremendamente distintos los unos de las otras que es imposible no encontrarse mutuamente el lado cómico; es la ventaja de ser tan opuestos e irreconciliables: los unos de Marte y las otras de Venus.

Ahora, la pregunta incómoda: ¿cómo rayos va a juntarse un hombre con una mujer para compartir sus vidas y formar una familia, cuando sus respectivas naturalezas se oponen tanto? Entre los opuestos inherentemente surge la descalificación, la infelicidad, los malentendidos y la guerra. Por eso sería digno de dudarse el que pensar en opuestos sea en la práctica una buena idea.


Elecciones, heroes y mártires

Cuando nacimos no traíamos nada con nosotros, no teníamos nada y no éramos nada, pero de inmediato empezamos a construir: nos construimos un yo para diferenciarnos de nuestra madre, de quien hasta entonces formábamos parte fisiológica y funcionalmente; nos construimos características especiales en nuestro cuerpo, quedando unos mas gorditos, otros más flacos y etcétera. Así, incluso antes de tener una consciencia estructurada, nosotros ya éramos constructores.

Y seguimos construyendo conforme los días se volvieron meses y los meses se hicieron años. Conocimos y reconocimos al mundo y nos construimos un modelo de éste dentro de nuestras mentes, entre nuestras expectativas. Construimos ideologías, relaciones interpersonales, proyectos y sueños; y nos volvimos adultos.

El adulto tipo, en la plenitud de su madurez, sabe que el mundo es cosa complicada: demasiadas variables, cada una más extraña que la anterior, muchas ansiedades generalizadas, demasiadas fuerzas y esa vastedad inconmensurable, que es el universo. El adulto tipo aprende que no tiene el control de su vida y, entendido lo anterior, en pleno uso de su madurez, deja de construir y se concreta a echar mano de lo que otros han construido ya. Se instala en la comodidad de lo que ya quedó establecido.

Aprende que el hombre propone y finalmente, es su dios personal quien dispone.