lunes, 14 de enero de 2019

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Pigmalión & Galatea

A veces somos afortunados /as en el trabajo y desafortunadas /os en el amor.

Pigmalión exactamente así. Él era de esos artistas famosos, onda los Marín o los Ponzanelli, cuyas esculturas adornaban los jardines de las mansiones más prominentes de Grecia; pero simultáneamente, con los temas del romance, el chavo estaba verdaderamente negado.

A la postre, era experto en encontrarle defectos al ligue que se consiguiera: unas veces que muy flaca, otras que muy gorda, que si era tonta o que se pasaba de lista, que si pero se conocieron en Tinder, que si le gustaban las bacanales, que si en su juventud había sido una virgen vestal… total, que con ninguna mujer quedaba contento.

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Pigmalión & Galatea

A veces somos afortunados en el trabajo y desafortunados en el amor. Pigmalión exactamente así. Él era de esos artistas famosos, onda los Marín o los Ponzanelli, cuyas esculturas adornaban los jardines de las mansiones más prominentes de Grecia; pero simultáneamente, con los temas del romance, el chavo estaba verdaderamente negado.

A la postre, era experto en encontrarle defectos al ligue que se consiguiera: unas veces que muy flaca, otras que muy gorda, que si era tonta o que se pasaba de lista, que si pero se conocieron en Tinder, que si le gustaban las bacanales, que si en su juventud había sido una virgen vestal... total, que con ninguna mujer quedaba contento.

Una mañana, como él era escultor, le llegó en un embarque fenicio, un bloque de granito de la más tremendamente hermosa composición: tenía unas vetas minerales y unos colores en su superficie, realmente espectaculares. Tornasolados, bien padrísimos y así. Él decidió que iba a usar tan buen material para un proyecto personal: se le ocurrió esculpir con el, a la mujer más hermosa que jamás hubiera conocido. Literalmente, aquella a quien jamás habría conocido.