¿Vivir felices o vivir tranquilos?

Algo que he aprendido dedicándome a la psicoterapia, es que a veces las personas normalizamos tanto el dolor emocional, que nos convencemos de renunciar a ser felices; ya sabes, algo como afirmar que "la felicidad no existe", "hoy en día es imposible ser felices", o "ya vendrá la felicidad cuando terminemos con este proyecto". Nos convencemos de que la felicidad es un lujo para personas privilegiadas o un premio que recibiremos cuando tengamos la ¿vida resuelta?, yo mismo no se que significa eso último.

Nos convencemos por mera Disonancia Cognitiva, una cosa que nos pasa cuando no hay congruencia entre lo que hacemos y lo que pensamos, y nada más se resuelve cuando ajusto mis acciones a las cosas que pienso... o ajusto mis pensamientos a las cosas que hago: pienso en que quiero ser feliz, pero no estoy haciendo nada al respecto, así que o le echo ganas para serlo, o me convenzo de dejar de quererlo.

O sea, ¿si le echo ganas, y no lo consigo? o bien, ¿y si asumo el riesgo de buscar ser feliz, y no lograrlo? Qué miedo¡! ...es mas fácil convencerme de apostarle a retos más sencillos. Porque claro, de algún lado aprendimos que ser felices es complicadísimo, así que no nos arriesguemos, ¿para qué nos metemos en camisas de once varas?


Falso¡!

El miedo a la libertad

De entre mis libros favoritos de Erich Fromm está sin duda "El miedo a la libertad", siempre voy a recomendarlo como uno de los más importantes en mi Top10, como psicoterapeuta. En particular, si te animas a echarle un ojo, checa la distinción que hace entre la "libertad de..." y la "libertad para...".

Y es que el tema de la libertad ha sido uno de esos que ocupan por igual a la filosofía que a la psicología, o a la neurología o, sin duda a la religión o la política. ¿Qué es la libertad y cuáles son sus alcances?, ¿somos realmente libres?

En la práctica, me parece un asunto interesante porque tiendo a entender la libertad como una divisa. Seguramente te has topado con personas que valoran su libertad tanto, que cuidan de no comprometerla bajo ninguna circunstancia. Seres humanos libres como el viento: sin compromisos, sin dependencias, sin apegos. Pero dime algo, ¿realmente vale la pena experimentar una vida así de volátil?

Si le estoy atinando en mi apreciación y la libertad es una moneda de cambio, entonces cada vez que la gastas sabiamente estableces un arraigo y un sentido de pertenencia. Al acto de capitalizar tu libertad, tal como una inversión, podríamos llamarle simplemente "involucramiento". Quien es libre como el viento, corre el riesgo de experimentar una vida poco involucrada, sin pertenencias ni arraigos; poco comprometido con los demás, pero a su vez, sin disfrutar del compromiso de los demás hacia si.

Cuando una relación termina

Alerta¡!, si eres de esas personas a las que no les gusta que les hagan spoiler, pásate a cualquier otro texto, porque este se trata de lo que sigue después de que has terminado una bonita relación, una de esas que cuando se acaban, te dejan como si se llevaran un trocito de ti. ¿Te suena familiar?

Y no se trata necesariamente de relaciones que hayan durado mucho; algunas duelen porque te habías construido unas expectativas tan grandes, que al final ya no sabes que hacer con ellas... y otras veces porque efectivamente hubo una historia lo suficientemente entrañable que marca un episodio importante de tu vida. Algunas rupturas duelen por lo que fue y otras por lo que aparentemente ya no va a ser.

Pero, ¿cómo fue que nos convencimos de que algo podría durar para siempre? Quizá creíamos que si el amor era "verdadero", que si lográbamos serle indispensable a esa rata infiel y malagradecida, que si le impedíamos fijarse en nadie más... Caray¡!, Carla Estrada producía telenovelas con argumentos tan convincentes, que es duro darse cuenta de que todo esto solo perteneció al subgénero del romance / ficción. Y mira que la doña, incluso tiene su estatua al sur de la CDMX, en agradecimiento por sus esfuerzos para enseñarnos lo que es el amor y el romance aquí en LatinoAmérica.


A propósito (s) del Año Nuevo

A propósito del año nuevo, es un poquito triste descubrir que mientras nos hacemos mayores, menos confianza le tenemos a este poder personal con el que podríamos lograr cambios significativos en nuestras vidas. De alguna manera, nos vamos contaminando de desencanto y se arraiga a nuestra voluntad un peligroso temor a volver a intentar.

Podemos bautizar este escepticismo como Desesperanza Aprendida... o Massiosare, si tienen encanto para ti los bautizos con nombres incómodos.

El año pasado repetimos varios o todos los propósitos del año anterior, tales como bajar de peso o dejar de fumar, hacer ejercicio, cambiar de chamba... y ahora en este año, nuevamente lo único que ha cambiado en esa lista mental de buenas intenciones ha sido nada más la fecha. Mismos propósitos, pero ahora en su edición 2018, quizá mayor sobrepeso, tal vez un poco más de hartazgo y sin duda, bastante menos autoconfianza. Puede que tal vez hasta se nos caiga un poquito la cara de vergüenza cuando nos miramos al espejo.