A propósito del año nuevo, es un poquito triste descubrir que mientras nos hacemos mayores, menos confianza le tenemos a este poder personal con el que podríamos lograr cambios significativos en nuestras vidas.

De alguna manera, nos vamos contaminando de desencanto y se arraiga a nuestra voluntad un peligroso temor a volver a intentar.
Podemos bautizar este escepticismo como Desesperanza Aprendida… o Massiosare, si tienen encanto para ti los bautizos con nombres incómodos.
El año pasado repetimos varios o todos los propósitos del año anterior, tales como bajar de peso o dejar de fumar, hacer ejercicio, cambiar de chamba… y ahora en este año, nuevamente lo único que ha cambiado en esa lista mental de buenas intenciones ha sido nada más la fecha.