lunes, 4 de febrero de 2019

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Vampiros emocionales

El problema de ser un vampiro, es que la existencia diaria resulta mucho menos glamorosa que un libro de Anne Rice o Stephanie Meyer.

Ser vampiro es vivir en la imposibilidad de tener independencia o autonomía, siendo acosados por una dolorosa ansia que te demanda alimento constantemente, pero no puedes hacerte cargo directamente de lo que necesitas para sobrevivir.

Porque esa misma ansia te impone limitaciones insalvables, y por eso debes de sustraerlo, o a veces arrebatarlo, de las y de los demás a tu alrededor.

Es ahí precisamente donde las clases de vampiros se dividen. Por una parte teníamos a los vampiros adictos a la hemoglobina, que ya están más extintos que la vaquita marina, y por la otra están los vampiros emocionales, que de esos si, hoy te encuentras a montones en cualquier parte.

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Vampiros emocionales

El problema de ser un vampiro, es que la existencia diaria resulta mucho menos glamorosa que un libro de Anne Rice o Stephanie Meyer. Ser vampiro es vivir en la imposibilidad de tener independencia o autonomía, siendo acosados por una dolorosa ansia que te demanda alimento constantemente, pero no puedes hacerte cargo directamente de lo que necesitas para sobrevivir, porque esa misma ansia te impone limitaciones insalvables, y por eso debes de sustraerlo, o a veces arrebatarlo, de las y de los demás a tu alrededor.

Es ahí precisamente donde las clases de vampiros se dividen. Por una parte teníamos a los vampiros adictos a la hemoglobina, que ya están más extintos que la vaquita marina, y por la otra están los vampiros emocionales, que de esos si, hoy te encuentras a montones en cualquier parte.

El dilema de ser vampiro, es que cualquiera en esta condición sabe, o al menos intuye, que si no encuentra en alguien más lo que necesita para sus sustento, su ansia interna empezará a devorarle desde adentro. Eso fue lo que sucedió con los vampiros de sangre, pero los vampiros emocionales han aprendido a sobrevivir de forma más eficiente...