Para esos momentos en que sientes cómo te llueve sobre mojado, o de aquellos en los que estás así como que no te calienta ni el sol, nada hay más estimulante a que alguien te diga “échale ganas…”.

Entonces, probablemente sientes ganas de responder “caray¡!, que buena idea… hasta ahora no se me había ocurrido echarle ganas”. #SarcasmAlert
Popularmente creemos que muchos retos en la vida se solucionan mediante la fuerza de voluntad, pero esta política del “échale ganas” nada más alimenta el mito de que la voluntad es un recurso inagotable cuando alguien tiene verdadero compromiso, pero nada que ver, esa no es la realidad.
La verdad es que nuestra voluntad se agota a fuerza de ejercerla, y en corto o mediano plazo nos terminamos ¿hartando?, ¿fastidiando?, y probablemente incluso renunciando. Habitualmente no se trata de debilidad de carácter o falta de ganas, sino de simple y vulgar fatiga.