Para no equivocarnos, no te bases en que hay que tratar a las demás personas, como a ti te gusta que te traten; mejor trata a los demás como a ellas y a ellos les gustaría ser tratados.

¿Cómo, así?
Pues resulta que no todas las personas definimos igual el trato digno y el respeto; ni queremos lo mismo ni necesitamos ser amadas o amados exactamente de la misma manera que el resto de la gente. Cada quien valora distintas muestras de atención y de cariño, a partir de sus gustos personales, su experiencia de vida, creencias, y así.
Si tu amas los chocolates en forma de corazoncito, nadie tiene la obligación de agradecerte que le retaques su escritorio con ellos, cada 14 de febrero.