martes, 28 de noviembre de 2017

La paradoja de la pareja

Prácticamente, las relaciones de pareja son paradójicas por definición: frecuentemente nos interesa mucho involucrarnos en un proyecto romántico, en tanto que hacemos hasta lo imposible por boicotear cualquier éxito cercano… y vaya que nos esforzamos.

El punto es que en materia de lo romántico, el (supuesto) “sentido común” que heredamos de otras generaciones, o ya es anacrónico, o la neta, jamás funcionó para otra cosa que no fuese producir decenas de chilpayates a expensas de la felicidad y realización individual y romántica de los padres.

¿Te apetece un ejemplo?

A y B se aman con locura y han sabido llevarse muy bien a lo largo de su relación; entonces, obedeciendo al “sentido común”, han tomado la decisión de mudarse para vivir en el mismo depa… con el paso de los meses viviendo bajo el mismo techo, A y B descubren que cada vez es mayor la distancia emocional entre ellos, porque han delegado el mantenimiento de la relación a la cotidianidad: ya no tienen detalles entre si, ya no valoran el tiempo que comparten y progresivamente hacen más cosas para el mantenimiento de la casa, que para mantener la relación.

La paradoja de la pareja

noviembre 28, 2017 Hernan Paniagua
Prácticamente, las relaciones de pareja son paradójicas por definición: frecuentemente nos interesa mucho involucrarnos en un proyecto romántico, en tanto que hacemos hasta lo imposible por boicotear cualquier éxito cercano... y vaya que nos esforzamos.

El punto es que en materia de lo romántico, el (supuesto) "sentido común" que heredamos de otras generaciones, o ya es anacrónico, o la neta, jamás funcionó para otra cosa que no fuese producir decenas de chilpayates a expensas de la felicidad y realización individual y romántica de los padres.

¿Te apetece un ejemplo?

A y B se aman con locura y han sabido llevarse muy bien a lo largo de su relación; entonces, obedeciendo al "sentido común", han tomado la decisión de mudarse para vivir en el mismo depa... con el paso de los meses viviendo bajo el mismo techo, A y B descubren que cada vez es mayor la distancia emocional entre ellos, porque han delegado el mantenimiento de la relación a la cotidianidad: ya no tienen detalles entre si, ya no valoran el tiempo que comparten y progresivamente hacen más cosas para el mantenimiento de la casa, que para mantener la relación.

De repente, descubren haberse vuelto dos extraños jugando a ser roomies y, por "sentido común", deciden separarse.