Seamos honestos: la vida apesta… la mitad de las veces. Solo la mitad, porque el resto del tiempo, nuestra existencia es un muy buen lugar para estar. Y no me negarás que incluso, hay temporadas en las que la vida se luce y pareciera que al universo le da por conspirar a tu favor.

Las buenas rachas, sin duda que se agradecen… pero no nos podemos quedar a la espera de que la vida se ponga de buenas para nosotros darnos el permiso de ser felices.
¿O si?
No hipoteques tu felicidad a la aleatoriedad de los momentos, elije tu mejor emoción posible para cada situación. Esto no implica que te prohíbas ponerte triste, sentir miedo o enojarte, pero ¿quedarte así en el atasque durante días o semanas?, ¿cuánto te dura un coraje?, ¿cuánto te dura el estrés?
¿Cuánto suele durarte la felicidad?
Sería ideal que recordáramos siempre que somos nosotros quienes elegimos las emociones que experimentamos; ojalá tuviéramos la misma facilidad de aferrarnos a la felicidad, como nos aferramos a nuestros enojos, nuestros temores o a las tristezas.