Legalización del matrimonio "gay"

Medio distraídos por la navidad, ni oportunidad tuvimos de ponernos alegres por la aprobación del matrimonio entre hombres y mujeres homosexuales. Este acontecimiento, que casi pudo arrastrar al soponcio a ciertos líderes ideológicos que no están de acuerdo con la noticia, da un giro al modo en que cientos de personas gays se planteaban su propio proyecto de vida: uno crece, consigue un trabajo, una pareja, forma una familia y etcétera; especialmente cuando se es heterosexual. Ya ves, todo cuanto dice el manual tradicional de cómo uno debe vivir, una versión sofisticada y aumentada del “nacer, crecer, reproducirse y morir”. ¿Qué implica hoy tener la posibilidad de contraer matrimonio?

Fundamentalmente eso, una posibilidad. Si anteriormente una mujer o un hombre gay no se casaban, era porque no podían; hoy si no se casan es porque eligieron no hacerlo. Es una diferencia sutil, pero importantísima cuando hablamos de existir en un contexto social que nos da o no los recursos necesarios para vivir plenamente. Pero, ¿quién no querría casarse, pudiendo hacerlo y habiendo encontrado a la persona adecuada?; las opiniones ciertamente se dividen.


Gay + Viejo = Una combinación explosiva

Cuando eramos pequeños, era frecuente que tuviéramos que dar respuesta a la pregunta más existencial del momento: “dime Juanito, ¿qué quieres ser de grande?”, y entonces nosotros, o Juanito en este caso, abandonábamos nuestros juegos para imaginarnos rescatando heroicamente a las ahumadas víctimas de algún incendio, arrestando peligrosos criminales o hasta de safari por ignotos recovecos del África Negra; y entonces contestábamos con satisfacción anticipada y una sonrisa de oreja a oreja, lo que seríamos de grandes.

Años después crecimos, fuimos al bachillerato; tal vez nos aventamos una carrera y entre desvelos, trabajos, exámenes, y sábados de ligue, nos topábamos con nuestras tías y las amigas de mamá que interrumpían su algarabía social para preguntarnos otra vez: ¿qué harás al terminar tus estudios, Juanito?, y el pobre Juanito, así como en su momento también nosotros, mira estupefacto a las menopáusicas señoras mientras se devana los sesos buscando para ellas una respuesta convincente.


Rompe el miedo: ¡hazte la prueba!

Usualmente no nos gusta hablar de SIDA o VIH, e incluso, muchas veces es molesto el simple hecho de que se nos mencione el tema. Nos causa inseguridad, nos despierta el miedo porque, muy probablemente, todos alguna vez en nuestra vida hemos tenido conductas sexuales de alto, mediano o bajo riesgo. A todos alguna vez se nos ha roto el condón, o tuvimos relaciones sexuales sin siquiera sacar al preservativo de su bolsita, o al menos una vez hemos hecho sexo oral sin protegernos. Y al final, cuando nos ponemos a sacar cuentas, resulta que mejor no queremos ni hablar de eso.

De eso. El SIDA es un fantasma que forma parte de las vidas de muchas personas que viven sin haber sido infectados por el VIH, o quizá habiendo sido infectados; la cuestión es que no saben, ni tienen idea. Para sí mismas, reconocen que pudieron haberse infectado con el virus “la noche aquella, entre copas, con aquel moreno ardiente, en esa playa sin testigos y un calor que te ponía la libido al cien”, pero evitan pensar en ello y tajantemente descartan de entre sus alternativas la idea de hacerse la prueba.

Barebacking: el gusto de tener sexo sin condón

Le llaman bareback a la acción de tener relaciones sexuales sin usar un condón. En el vox populi es una práctica que se asocia más con la comunidad formada por hombres gay, dentro de la que se ha hecho más revuelo y ha llegado, incluso, a asumirse que se trata de un mal traído al mundo por nuestra comunidad. ¿Qué hay en torno a este tema?

El primer referente cuando se trata el tema de no tener sexo protegido (usando el condón) es el VIH o virus de la inmunodeficiencia humana, que se ha transmitido principalmente mediante relaciones sexuales, a través de la sangre y el semen. Cuando se lleva a cabo sexo oral el riesgo de infección, en caso de que uno de los participantes en la relación sexual viva con el virus en su sistema, es bajo. No así cuando es vaginal o anal, en cuyo caso el riesgo aumenta considerablemente.

El sentido común habla de protegerte a ti y proteger al otro durante una relación sexual, para que ninguna infección se transfiera por esta vía. Sin embargo, en términos prácticos lo más conveniente es que tú te protejas a ti mismo, sin esperar que el otro se preocupe por mantener tu salud y confíes en que el otro, o los otros, harán lo propio.

Y tu, ¿temes que lo gay se te note?

Hay algo muy común que sucede cuando se es gay, particularmente cuando empiezas el proceso de explorar y aceptar tu orientación sexual y no sabes cómo relacionarte con el mundo, o que esperar de la gente; es esa sensación de que tu sexualidad distinta es tremendamente notoria, que cada persona que te mira lo puede percibir y que, consecuentemente, adopta una actitud negativa hacia ti. A veces pasa que sales a la calle y sientes en ti las miradas de todo el mundo porque eres gay, desde el vendedor de revistas en su local, hasta la señora que está cruzando la calle en el semáforo. Y lo cierto es que nadie te pela ni te juzga, ni se han enterado que estás pasando por ahí, pero tu mantienes esa sensación como tu nube personal de tormenta.

La cosa se agrava cuando tienes que interactuar con alguien: digamos el cajero del banco, la encargada de una tienda o los compañeros del trabajo, mientras una pequeña vocecita te dice que se están dando cuenta, porque “se te nota” que eres gay. Entonces tu comportamiento se vuelve raro frente a ellos, se hace defensivo, cauteloso, reservado, y ellos reaccionan a esa conducta rara con la que los tratas, efectivamente tratándote distinto a su vez; esta reacción de ellos hacia ti confirma, como en un círculo vicioso, que todas tus eran correctas: se te nota a leguas y le chocas a la gente porque eres homosexual. Así, mientras ves “moros con tranchete”, como diría mi abuela, te dejas envolver por una confusa secuencia de malas interpretaciones, donde tu miedo genera en la gente conductas que te hacen creer que saben de tu orientación sexual. Esto le ha pasado, prácticamente a toda persona gay alguna vez en su vida, pero aunque hay unas pocas personas a quienes les sucede esto todo el tiempo.


Causas y peligros del auto - boicot

Cuando trabajas en un consultorio, es sorprendente el número de personas que acuden a psicoterapia llevados por el final de una relación de pareja que acaba de manera abrupta; y entre ellos, todavía más sorprendente es el número de gente que termina su relación por problemas con su celular.

Me explico:

Cuando Juan se quedó solo en el departamento, descubrió que Israel, su pareja, había dejado olvidado su teléfono celular en el buró del dormitorio. Juan lo tomó y mientras miraba la televisión, jugueteaba mecánicamente con el aparatito entre las manos. "La tentación era demasiada", me dijo en el consultorio un mes después; lo abrió rápidamente entre un comercial para aspiradoras y un adelanto de la telenovela, y cuidándose de que Israel no apareciera derepente cruzando la puerta. Juan se dirigió directamente a los mensajes de texto recibidos en los últimos días; nunca antes lo había hecho, tampoco esperaba encontrar nada en específico.