Legalización del matrimonio "gay"

Medio distraídos por la navidad, ni oportunidad tuvimos de ponernos alegres por la aprobación del matrimonio entre hombres y mujeres homosexuales. Este acontecimiento, que casi pudo arrastrar al soponcio a ciertos líderes ideológicos que no están de acuerdo con la noticia, da un giro al modo en que cientos de personas gays se planteaban su propio proyecto de vida: uno crece, consigue un trabajo, una pareja, forma una familia y etcétera; especialmente cuando se es heterosexual. Ya ves, todo cuanto dice el manual tradicional de cómo uno debe vivir, una versión sofisticada y aumentada del “nacer, crecer, reproducirse y morir”. ¿Qué implica hoy tener la posibilidad de contraer matrimonio?

Fundamentalmente eso, una posibilidad. Si anteriormente una mujer o un hombre gay no se casaban, era porque no podían; hoy si no se casan es porque eligieron no hacerlo. Es una diferencia sutil, pero importantísima cuando hablamos de existir en un contexto social que nos da o no los recursos necesarios para vivir plenamente. Pero, ¿quién no querría casarse, pudiendo hacerlo y habiendo encontrado a la persona adecuada?; las opiniones ciertamente se dividen.


El matrimonio suele dar origen a instituciones para el funcionamiento de nuestra sociedad, como la familia o el divorcio. Hace un par de días encontré en un periódico una entrevista que expresaban algo acerca de la tradición que envuelve el matrimonio, y me parece que tienen algo de razón: la mayor parte de los mexicanos hemos crecido tradicionalmente programados para un día casarnos; que si de blanco, que si la ceremonia en el jardín de la tía fulana. Hay muchas personas a las que esto de casarse les hace mucha ilusión; cuando una pareja da ese paso, la relación cobra un cariz de mayor seriedad y más compromiso social de mantenerse juntos; que en el caso de las parejas gay no es algo que nos venga nada mal.

Por una parte, efectivamente muchas parejas del mismo sexo truenan al primer conflicto, o lo hacen desencantados cuando el enamoramiento ha terminado. Hasta ahora era exclusivo de las parejas heterosexuales el que las leyes impidieran que la pareja se disolviese fácilmente, desde el año que inicia este factor también incidirá en los matrimonios gay, quienes además tendrán la posibilidad de compartir beneficios legales como el seguro social, la pensión o la posibilidad de compartir o heredar bienes. Son ventajas nada desdeñables.

Por otra parte, opino que nuestra sociedad tiene al matrimonio tan sobrevalorado que solemos ponerlo por encima de la calidad de vida de quienes integran la relación, como sucede con algunas parejas heterosexuales, donde una vez surgida la violencia intradoméstica, la pareja permanece unida por no vulnerar la sagrada institución del matrimonio. Puede ser algo para pensarse. Hay quienes dicen que con el matrimonio inicia el tedio y la rutina, tu pareja empieza a tener menos detalles contigo o uno mismo comienza a verle seguro o segura en la relación y dejamos de echarle ganas. ¿Cómo sería tu relación de pareja si mañana te casaras?

En términos generales, la relevancia del matrimonio estriba en que con él empieza la familia, y es precisamente ese un debate que para la sociedad mexicana queda todavía como una asignatura pendiente: ¿qué es la familia? Hasta hace poco, los programas de televisión, la mercadotecnia y las consejas de nuestros abuelitos nos hablaban de familias “funcionales” porque estaban compuestas de una mamá, un papá, uno o dos hijos (sí, de preferencia la parejita de hijos) y un perro. Hoy en día todos sabemos de familias sin el papá o sin la mamá, familias con dos mamás, sin hijos, con dos papás e incluso sin perro; y todas ellas funcionan. Entonces, ¿cómo es la familia ideal? Actualmente no estamos seguros de que algo como “la familia ideal” efectivamente exista.

Por eso carece de sentido afirmar que la existencia de los matrimonios entre personas homosexuales agreda o trastoque el modelo de familia, porque no hay tal modelo “único” de familia. Así como con las sexualidades, también entre las familias hay diversidad, y el matrimonio gay con sus hijos naturales o adoptados serán simplemente un modelo más de los muchos que hay cuando hablamos de familia.

Y entre tanta diversidad, muy probablemente habrá también las parejas que no querrán casarse teniendo la alternativa de hacerlo, será lo adecuado si así lo deciden; la cuestión aquí es tener la alternativa. Para muchos o muchas hay un encanto especial en esto de permanecer en el noviazgo, que en lo absoluto suena a quedarse estancados: ser novios es recordar cada día que el otro está a lado de uno porque desea estar, sin imposiciones legales o sociales, es recordar tener de cuando en cuando un detalle que le haga enamorarse todavía más, y más si es aún posible. Lo mismo con ellos que con ellas.

La propuesta en el tintero, seria considerar si lo que tu pareja y tú necesitan es efectivamente el matrimonio; si así es, ¿qué tal planearlo con tiempo para ir afinando la idea?, ¿habrá una ceremonia además de la firma en el registro civil?, si es así, piensen cómo se les antoja esa ceremonia: investiguen rituales nupciales en la nuestra u otras culturas e identifiquen cuál le queda más al estilo de pareja que son, a sus gustos, a sus fantasías, o inventen su propia ceremonia; contrario al cliché tradicional, no tiene que ser un evento multitudinario, ni costoso, o solemne, pero si puede ser todo lo especial, divertido u original que ustedes prefieran; finalmente, se trata de una fiesta.

Eso de las bodas resulta un excelente aderezo para la pareja; pero en ningún caso sirve como una medicina para tu relación. Si la intención es mejorar la forma en la que tu pareja y tú se relacionan, te recomiendo que lo piensen de nuevo y elijan otro momento para tomar esa decisión.

¿Tu relación cruza por un buen momento?, ¿ambas o ambos están pensando positivamente en el matrimonio?; si ambas fueron “si”, es el momento de empezar a hacer planes.