Las premisas detrás de la homofobia

Al margen de la creciente aceptación que la comunidad parece estar teniendo en lo general hacia el tema  gay (particularmente en el campo del marketing) sobresale en nuestra sociedad un particular rechazo hacia los homosexuales que todavía está vigente, y ese rechazo, constituido por una serie de atribuciones negativas en referencia a la homosexualidad, es lo que llamamos homofobia; no importa si se maneja el tema como una carencia o un defecto, como pecado, malformación, perversión o delito, la homofobia es un acto de discriminación que descalifica a la persona de la que se hace objeto y nos negamos a relacionarnos con ella (o con él), independientemente de su forma de ser, sus ideas, su simpatía o cualquier otra característica personal.

Cuando discriminamos lo que más importa es nuestra idea de lo bueno y lo malo, basada en generalizaciones hacia una categoría de personas, categoría o etiqueta arbitraria que nos sacamos de la manga, porque tenemos prejuicios y nos permitimos ver el mundo a través de ellos. Y no importa demasiado que en los últimos años haya habido trabajos científicos, filosóficos y médicos en torno a temas como el de la homofobia, que demuestran que no hay nada en la homosexualidad que sea patológico o antinatural, lo que importa es la precaria e inargumentable idea en mi cabeza que me moviliza a discriminar y descalificar.
Y hablando de discriminar, la que se dirige hacia hombres y mujeres homosexuales es una, pero ¿qué me dirías de la que sufren los hombres y mujeres transexuales? Te invito a echarle una oreja a este podcast de Fernanda Tapia acerca de los derechos de las personas transexuales

Los rostros del VIH

Hoy el SIDA ha dejado de ser el escalofriante fantasma  que acechaba en la oscuridad de nuestras sábanas (o la del hotel, el asiento trasero del auto o los cuartos oscuros, ya sabes), paulatinamente ha ido perdiendo su rostro demacrado y afectado por la lipodistrofia, atacado por el sarcoma y muerto, finalmente muerto. Hoy tenemos tratamientos y medicamentos que no son tan agresivos como lo fueron en los años ochenta, cuando la enfermedad debutó en nuestra sociedad dictando una sentencia segura para la mayoría de quienes se infectaron con el virus; hoy sabemos que vivir con VIH no implica necesariamente estar enfermo, y mucho menos que vas a morirte pasado mañana.

Nos habíamos habituado a tener miedo y como una reacción natural del ser humano, trivializamos el origen de nuestra ansiedad para conseguir respirar tranquilos. A nadie le gusta vivir con miedo. La consecuencia fue que progresivamente le hemos restado importancia al riesgo que para la vida tiene el SIDA, y seamos puntuales: no para la cantidad, sino para la calidad de vida.

Los laboratorios de investigación científica se han encargado de que una mujer u hombre que padecen cáncer, hepatitis, SIDA o alguna de entre muchas otras enfermedades, puedan alcanzar una buena expectativa de vida; en lo mismo contribuyen instituciones de varios tipos que, con programas y planes de salud pública, proporcionan todo lo necesario para que el paciente se estabilice y sobreviva. Eso está bien; estupendo, comparado con lo poco que teníamos antes. Y con noticias como esta, también la actitud de la gente está cambiando.

No es, necesariamente, que la sociedad mexicana sepa más que antes acerca del VIH, pero una cosa si tenemos muy en claro todos: no está padre discriminar a alguien porque vive con un padecimiento determinado, o porque vive infectado de algo que no puede transmitirse por mecanismos más cotidianos, como el virus del SIDA. A las personas, actualmente nos da pena que nos cachen discriminando en público, por eso, al menos a veces nos guardamos nuestras actitudes negativas para lo privado, cuando casi nadie nos escucha. Con esta situación de lo políticamente correcto, ya no da “tanta” pena salir de casa para hacer cola en una clínica de salud y solicitar tu dotación mensual de antirretrovirales; la creciente aceptación social, ya sea genuina o solo aparente, permite que cuando vives como portador del VIH puedas asimilar con “más facilidad” esa condición en tu vida.

¿Qué es la terapia familiar?

Para nadie es extraño afirmar que la familia en México es una institución fundamental para el desarrollo tanto de las personas, como de sus identidades, y tampoco es nuevo pensar en la influencia que mantiene la familia sobre el  bienestar social y personal, además de que hay factores externos que ponen en entredicho su desarrollo económico, emocional e incluso biológico; a partir de todo eso, tiene mucho sentido promover un abordaje psicoterapéutico que, desde una epistemología sistémica, considere a la entidad familiar como el sujeto de sus estrategias e intervenciones.

En este sentido, la Terapia Familiar de enfoque sistémico aborda a las familias como un conjunto de individuos que, al mantenerse en cotidiana interacción, conforman un sistema, es decir, una unidad en sí misma, poseedora de sus propias reglas y pautas organizativas que tienden a una constante autorregulación con el fin de preservarse. Dentro de una familia, el malestar o bienestar de cada uno de los integrantes va a repercutir en el bienestar del resto de miembros del sistema e, incluso, en su estructura completa.  Con este fundamento como punto de partida, el proceso terapéutico que se dirige a una parte de la familia va a repercutir generando cambios en toda ella, y de forma inversa, la psicoterapia que interviene a la familia completa moviliza a cada uno de los integrantes involucrados en la cotidianidad del sistema.


Radiografía de tus apegos

Desde que empezamos eso que llaman la era de Acuario, ha habido un tremendo boom de corrientes new age que proponen mil y una estrategias para vivir mejor, algunas más sensatas que otras, definitivamente, pero todas ellas envueltas en un sutil encanto de magia, destino y misticismo. Puede que no a todos les atraigan al grado de querer practicarlas, pero pocos podrían negar que les parezcan, al menos, interesantes.

Hace unos días, por ejemplo, conversaba con un amigo acerca del cómo, según teorizan algunos, antes de nacer y formar parte de este mundo, negociamos las experiencias y los retos que necesitaremos tener para lograr un nivel mayor en nuestra evolución espiritual. Según esta idea, entonces, a veces experimentamos problemas de un mismo tipo porque son los problemas que elegimos experimentar para aprender y seguir creciendo.

¿Tú que opinas?, ¿qué tan improbable te suena?


Identidad gay: ¿realidad o simple mito?

Es muy probable que hayas alguna vez escuchado un chiste, de entre los tantos que se cuentan con desenfado en las fiestas familiares y reuniones de trabajo, que habla de cómo un hijo llega tímidamente con su padre y le dice: “Papa, soy gay”, a lo que el padre responde con una serie de cuestionamientos acerca de si el chamaco en cuestión tiene un departamento en la Condesa, un auto BMW o estudios hechos en alguna universidad de muy elevado prestigio. Ante las sucesivas negativas del hijo, quien estudió en una universidad pública, viaja en metro a dondequiera que va y vive con sus padres en un departamento de interés social, el padre concluye tajantemente que su confundido retoño definitivamente no es gay, sino un homosexual ordinario.

Hasta hace algunos años, ser gay era socialmente visto como una sofisticación de lo homosexual, una moda frívola que trataba de abordar con eufemismos todo lo relacionado con una sexualidad disidente; percepción que aparecía en los chistes, en los medios de comunicación y donde fuera que el tema saliera a flote. Quién se decía gay, entonces, adquiría la obligación de ser tan sofisticado y socialmente exitoso como la misma palabra lo era; y, como en el chiste líneas arriba, si no eras suficientemente “gay”, según el estereotipo, no tenías posibilidad de dejar de ser un simple homosexual.

Hoy, ser gay aún involucra la posibilidad de ser todo lo anterior, pero no exclusivamente. De hecho, sucede que actualmente puedes ser homosexual, pero jamás considerarte gay; ¿qué es ser gay, entonces?


Los Trimonios, parejas de tres

Coloquialmente, reconocemos en el entorno gay a las “parejas abiertas” como aquellas que han elegido abrir su relación de pareja para integrar a terceros, ya por una sola noche y un solo encuentro sexual, ya para que el tercero se instale como un miembro permanente de la relación, la que evidentemente deja de ser una pareja para convertirse en trío o “trimonio”, como algunos prefieren denominarla. Es un acuerdo mutuo entre ambos integrantes de la relación y consecuentemente producto de nuevas reglas del juego.

La situación concreta es: un día uno de ellos le propone al otro el salir a conocer gente, salen y ligan a ese tercero, o salen y alguno de ambos va de ligue y trae al tercero para presentarlo a su pareja. Los motivos para hacer algo como esto son varios, cada pareja es muy distinta de las demás, distinta incluso de las que en el pasado pudieron sostener los mismos integrantes de la relación; frecuentemente se vuelven víctimas de una fatiga crónica, una suerte de hastío que sucede tras meses o años de vivir juntos sin la oportunidad de abrirse a otros vínculos sociales, en otras ocasiones la pareja se ha desconectado emocionalmente y extraviado su correspondiente encanto sexual.


¿Qué es T+C?

Terapia y Conversaciones es T+C, un espacio virtual para quienes han iniciado el camino hacia su recuperación emocional o están en busca de medios y estrategias para conocerse mejor a sí mismos o a sí mismas. Los artículos aquí reunidos son textos centrados en el Desarrollo Humano y originales de Hernán Paniagua, de lectura sencilla y sobre tópicos relevantes al bienestar emocional, desde un enfoque humanista y sistémico, diverso y también sensible al género.

Si los contenidos en T+C son de tu agrado, no dudes en dejar alguna opinión que nos oriente acerca de cómo mejorar este espacio.

De igual modo, si no estás de acuerdo con alguna idea en estos textos, o te generan más dudas que necesiten respuestas, será grato contestar a tus comentarios al pie de cualquiera de los artículos o directamente en el correo electrónico: xiu.cuautli@gmail.com.

Físicamente, T+C se ubica en Insurgentes Sur 534, col. Roma Sur. Ciudad de México. Informes y citas al número de whatsApp: 55 1507 5382, o mediante el correo electrónico.

Horario de lunes a sábado en horas previamente convenidas.

Diferenciando entre parejas gay y heterosexuales

Ya Marina Castañeda, en su libro La Experiencia Homosexual, resaltaba el que algunos psicoterapeutas bienintencionados tendían a tratar a la pareja homosexual como si fuesen heterosexuales, bajo la consigna de evitar la discriminación y no partir en el acto terapéutico del estigma social. Sin embargo la estrategia no es funcional al cien por ciento.

Ni siquiera al 40...

No es una novedad el que una pareja hetero tiene una dinámica de relación distinta a la de una pareja homo, y tampoco es igual una conformada por dos hombres que otra de dos mujeres. Todos ellos fueron, muy probablemente, educados como heterosexuales y en un escenario hetero: si eres mujer, te realizas como tal embarazándote, siendo madre y teniendo hijos; si eres hombre, te toca realizarte siendo proveedor, macho y el que manda.


Breve reflexión acerca de la mentira

Hace unos días, una buena amiga conversaba conmigo acerca de que entre los antiguos judíos, la verdad de las palabras que alguien expresaba estaba implícita en la confianza. En ese escenario semita, uno podía creer en lo que escuchaba por el simple hecho de que el otro se hacía responsable de las palabras salidas de sus labios, porque la mentira a primera instancia ponía en juego el vínculo entre el interlocutor y la persona, y les afectaba a ambos, y les hería a ambos.

Pero los tiempos modernos son muy distintos a los que se vivían hace miles de años, y ahora lo verdadero es lo que es comprobable, y uno no es inocente hasta que es demostrado lo contrario. ¿Por qué tanta desconfianza?

En nuestro mundo las mentiras piadosas son una licencia que a veces la verdad se toma para no herir al otro; las mentirillas blancas corresponden a travesuras que no lastiman a nadie y que se olvidan en poco tiempo. Teóricamente.


Identidades en construcción

Y a todo esto, ¿quién dices eres tú?; ok, más allá de cómo te llaman, que no me dice demasiado y mucho más allá de esas frases hechas y tan tremendamente comunes que ya han dejando de decir algo, ¿quién eres tú?, ¿cómo defines lo que eres y, especialmente, cómo defines la manera en que sientes?

Hace algunos años, cuando tomé la decisión de hacer la tesis para convertirme finalmente en un psicólogo hecho y derecho, me motivaba particularmente un capricho por rascarle más al asunto de las identidades. Tiempo después, durante el desarrollo de ésta investigación teórica aterrizada en el tema gay, me he sorprendido ante el alcance que este sencillo concepto tiene; no sólo por su belleza teórica que, por teórico, a nadie le sirve, sino por la posibilidad que tiene para dar explicaciones acerca de lo que nadie se pregunta, pero que a todos nos mueve... de alguna manera.

Por ejemplo, ¿te has detenido a pensar cuantas cosas tenemos seguras en la vida? o dime por favor una verdad que sea absolutamente irrefutable.


Contra el Sida, una buena calidad de vida

Carlos es un hombre que llegó un día a consulta, considerando que era ya tiempo de ver como andaba su infección por VIH. Me sorprendí mucho al verlo entrar: un tipo alto y atractivo, cercano a los cuarenta, de cuerpo extremadamente atlético, bronceado y de movimientos enérgicos. Llegó sonriendo, haciendo bromas como si la entrevista que habríamos de sostener fuese de lo más cotidiano, y con toda la tranquilidad del mundo, me contó su breve historia.

Sucede que él fue uno de aquellos hombres que se infectaron de VIH en la década de los ochenta, y entre orgías, fiestas y parrandas, un día, por la mañana, decidió hacerse la prueba de detección de anticuerpos al virus y ver como andaba la cosa. El resultado fue positivo. Ser seropositivo a los veinticinco años no era el sueño de su vida, pero no por vivir con el VIH iba Carlos a renunciar a sus proyectos que ya empezaban a materializarse.

Y cuenta que asimilarlo fue muy difícil. Pasó de una etapa de negación a la de enojo y por ahí a todas las fases que se viven a lo largo del duelo, pero paulatinamente fue descubriendo que, al menos en su caso, el VIH no tenía que ser el protagonista de su historia, porque el protagonista verdadero era Carlos; y así empezó a vivir.

Salir del closet

Una vez que has descubierto que tu sexualidad difiere a la de tus compañeros en la escuela, a la que te enseñaron tus papás en casa y la que ves exhibida continuamente en el cine y la televisión, lo más difícil es tratar de que esa diferencia no sea tan notoria como para que los demás la vean. Mientras que a tu alrededor florecen los comentarios en contra de los homosexuales y bisexuales y sus formas de amar, la única certeza clara es que no te conviene que “se note” que tu amas de esa manera distinta. Consecuentemente, ingresas tu estilo de vida a la discreción del clóset.

Usualmente se le llama “estar en el clóset” a vivir una vida muy discreta en la que no integras tu homosexualidad con las otras esferas de tu vida, tales como la escuela, la familia, el trabajo y etcétera; estando en el clóset te encargas de que prácticamente nadie se entere de que eres una mujer o un hombre gay, evitando enfrentar así determinadas situaciones por demás incómodas. Esto te lleva consecuentemente a un continuo discernimiento acerca de que personas van a volverse excepcionalmente partícipes de tu estilo de amar, y de que personas continuarán ignorando que eres homosexual. Mientras más personas haces partícipes de esto, más fuera del clóset estás, y mayor libertad adquieres para vivir tu sexualidad.


Ser convertido en victima

Publicado en Lider Mundial Social [http://lms-mex.com/]

Mucho hemos escuchado a lo largo de la vida, y especialmente durante nuestra infancia, acerca de jóvenes príncipes y princesas que por obra de una malvada bruja o hechicero, terminan convertidos en sapo, rata, cisne, cuervo, caballo, perro y hasta en candelabro, maceta o tetera. Pero, ¿qué hay de cierto en estas historias?; ¿son estas prácticas de uso común hoy en día? En las líneas que siguen develaremos los hitos de verdad detrás de la ficción, y conoceremos el destino fatal de quien ve transformada su identidad en algo distinto de sí: un ser repugnante, que frecuentemente termina siendo verde y a veces viscoso.

Después de una exhaustiva revisión de cuanto cuento de hadas se atravesó, encontramos que los testimoniales describen el diversificado proceder de los agresores, quienes eligen una víctima al azar y ejercen posteriormente sus artes en su contra. El acto dura unos breves instantes, a veces basta con un par de palabras para levantar su maldición; pero se ha registrado que, en algunas ocasiones, el no decir nada frente a la víctima obra los mismos resultados.


¿Opuestos o complementarios?

Si entre tus planes se encuentra hacer un programa de televisión, una campaña publicitaria o, incluso, un chiste ingenioso que te convierta en el alma de la fiesta, mi sugerencia es que recurras al popular tema de la guerra entre los sexos; es un lugar común, pero recurrir a él te garantizará la atención de varones y féminas por igual.

Todos y todas hemos disfrutado alguna vez de una ingeniosa parodia acerca del sexo opuesto, incluso la hemos hecho: ellas conducen fatal, ellos creen que medio metro son diez centímetros, ellas nunca llegan temprano, ellos jamás piden ayuda y un prolongado etcétera. Tan tremendamente distintos los unos de las otras que es imposible no encontrarse mutuamente el lado cómico; es la ventaja de ser tan opuestos e irreconciliables: los unos de Marte y las otras de Venus.

Ahora, la pregunta incómoda: ¿cómo rayos va a juntarse un hombre con una mujer para compartir sus vidas y formar una familia, cuando sus respectivas naturalezas se oponen tanto? Entre los opuestos inherentemente surge la descalificación, la infelicidad, los malentendidos y la guerra. Por eso sería digno de dudarse el que pensar en opuestos sea en la práctica una buena idea.


Elecciones, heroes y mártires

Cuando nacimos no traíamos nada con nosotros, no teníamos nada y no éramos nada, pero de inmediato empezamos a construir: nos construimos un yo para diferenciarnos de nuestra madre, de quien hasta entonces formábamos parte fisiológica y funcionalmente; nos construimos características especiales en nuestro cuerpo, quedando unos mas gorditos, otros más flacos y etcétera. Así, incluso antes de tener una consciencia estructurada, nosotros ya éramos constructores.

Y seguimos construyendo conforme los días se volvieron meses y los meses se hicieron años. Conocimos y reconocimos al mundo y nos construimos un modelo de éste dentro de nuestras mentes, entre nuestras expectativas. Construimos ideologías, relaciones interpersonales, proyectos y sueños; y nos volvimos adultos.

El adulto tipo, en la plenitud de su madurez, sabe que el mundo es cosa complicada: demasiadas variables, cada una más extraña que la anterior, muchas ansiedades generalizadas, demasiadas fuerzas y esa vastedad inconmensurable, que es el universo. El adulto tipo aprende que no tiene el control de su vida y, entendido lo anterior, en pleno uso de su madurez, deja de construir y se concreta a echar mano de lo que otros han construido ya. Se instala en la comodidad de lo que ya quedó establecido.

Aprende que el hombre propone y finalmente, es su dios personal quien dispone.