Ser convertido en victima

Publicado en Lider Mundial Social [http://lms-mex.com/]

Mucho hemos escuchado a lo largo de la vida, y especialmente durante nuestra infancia, acerca de jóvenes príncipes y princesas que por obra de una malvada bruja o hechicero, terminan convertidos en sapo, rata, cisne, cuervo, caballo, perro y hasta en candelabro, maceta o tetera. Pero, ¿qué hay de cierto en estas historias?; ¿son estas prácticas de uso común hoy en día? En las líneas que siguen develaremos los hitos de verdad detrás de la ficción, y conoceremos el destino fatal de quien ve transformada su identidad en algo distinto de sí: un ser repugnante, que frecuentemente termina siendo verde y a veces viscoso.

Después de una exhaustiva revisión de cuanto cuento de hadas se atravesó, encontramos que los testimoniales describen el diversificado proceder de los agresores, quienes eligen una víctima al azar y ejercen posteriormente sus artes en su contra. El acto dura unos breves instantes, a veces basta con un par de palabras para levantar su maldición; pero se ha registrado que, en algunas ocasiones, el no decir nada frente a la víctima obra los mismos resultados.


El interfecto, por su parte, quien se había hecho cargo de su vida y controlaba quien venía siendo hasta ese momento, mas o menos orgulloso u orgullosa de sí, con mayor o menor satisfacción al respecto y con el bosquejo a cuestas de un futuro en vías de ser alcanzado, ve de repente que su identidad ha sufrido un perverso impacto que la trastoca, algo cambia como si diera un vuelco, y observa con fulminante pesar que su reflejo en los espejos no le devuelve más la imagen a la que se había acostumbrado. Ya no es más quien era, ya no se agrada, ya no se enorgullece ni se mira con satisfacción. Ve con un progresivo dolor que ha dejado de ser esa persona que luchó tanto por llegar a ser y que ahora es otra cosa: le han convertido en una víctima.

De ahí que los tipos de víctimas sean muy variados: hay quienes se ven convertidos en animales de carga, en bichos desagradables, en gatas, gatos, perros, muebles y hasta los que refieren sentirse completamente invisibles.

Reconocerse como una victima es solo el primer paso de un largo proceso de transformación que empieza con recibir el impacto del agresor. Una víctima es una persona a la que se le arranca de las manos las riendas de su vida, se le obliga a verse como algo que no es y se le impide llegar a ser quien desea ser: se le niega la posibilidad de realizar sus sueños, planes o deseos. La víctima es un ser transformado. Se define a sí misma mediante la forma en que la mira su agresor, y jamás le olvida, quedando en su memoria el rostro de la maligna bruja o hechicero como una marca tatuada con fuego; absolutamente indeleble.

Una victima, entonces, al continuar en su transformación, se va descubriendo cada vez más pequeñito o cada vez más pequeñita; descubre deformaciones en su imagen que le vuelven desagradable a su propia mirada, se vuelve alguien imbuido de temor, se aísla a parajes lejanos donde los demás no puedan ver su fealdad y se niega a tocar o ser tocado por nadie. Y en la soledad y el aislamiento, la victima termina, al final de su transformación, absolutamente destruida y sin vestigios del ser orgulloso y suficiente de sí que fuera en otros tiempos.

Los demás notan también el cambio, aunque para ellos no es tan evidente. La maldición que la víctima sufre, le permite ver con absoluta claridad en que criatura se va convirtiendo, por eso huye, porque sabe que tarde o temprano los demás igual lo descubrirán.

La percepción de la víctima hacia lo que el o ella misma fuera en el pasado, es igual que pensar en alguien ajeno que pertenece a la historia de cualquier otro cuento. Mirando su imagen en la superficie de alguna charca, encuentra en su reflejo a un ser sin aprecio de si, sin seguridad, sin futuro y culpable, porque no pasa mucho tiempo sin que, al recordar lo que pasó, la victima le retire cualquier responsabilidad a su agresor y se achaque toda la culpa, creyéndose ser merecedor o merecedora del sino que le condena.

Hoy en día estas prácticas de brujas y antiguos hechiceros están tan difundidas y tan tremendamente en boga como beber Coca Cola; hoy, tanto cualquiera ejercemos este oscuro arte, como en cualquier momento podemos estar, dentro de las situaciones más cotidianas, ante el riesgo de quedar transformados en una víctima. Van unos ejemplos: la amiga que en lugar de escuchar tus penas se ha dado la vuelta dejándote con la palabra en la boca, el banco que arbitrariamente te cobra una comisión de más, el vigilante que sin fundamentos te pide retirarte del mismo gimnasio al que estas inscrito, el hombre que te insulta en la estación del autobús, el amigo que te bajo a la novia, el asaltante que te obligó a tirarte al suelo mientras vaciaba tu bolsa  de cualquier objeto de valor.

Todos son ejemplos de una misma especie, pero hay magnitudes diferentes, y estos casos o los otros muchos que puedan venir a tu imaginación, obran exactamente el mismo efecto: te arrancan las riendas de tu vida, te obligan a sentirte impotente, alteran la percepción que tienes de ti, etcétera.

¿Qué es lo que hay que hacer entonces?, de tan común que son, a cada momento podemos ser objeto de ellas, y podemos también hacer victimas a los demás, incluso y por descuido, sin enterarnos que lo estamos haciendo; pero en cualquier caso, dejarse transformar en víctima en solamente una de las alternativas.

La otra alternativa es hacer frente al agresor y pedirle explicaciones, o denunciarle cuando no es posible hacerle frente. Frecuentemente las personas aseguran que denunciar a un asaltante, por ejemplo, no tiene ningún sentido porque no le van a encontrar o no va a hacerse justicia, pero en realidad esa no es la meta; la meta, frente a la magia oscura que te va convirtiendo en víctima, es llevar a cabo un acto de reparación que frene tu transformación. Una víctima es, por definición, un ser que no actúa, más bien alguien sobre el que los demás actúan y deciden. Cuando actúas durante los primeros momentos en que te vas volviendo víctima, la maldición se rompe y continúas siendo tu, con la misma mayor o menor satisfacción y orgullo de ser quien eres; con el mismo control para ser quien eliges ser.

Hay incluso reportes de personas comunes que estuvieron a punto de volverse víctimas, y al impedir el desarrollo del encantamiento se transformaron en príncipes o princesas. Estas historias han sido ya convenientemente ratificadas por testigos.

Así, en toda ocasión en que una persona se vea en riesgo de ser transformada en algo que no desea ser, debe ella misma de recurrir a un ritual que cancele el poder de esa magia. Cada situación amerita un ritual de purificación distinto, por ejemplo: decirle a la amiga que necesitamos ser escuchados y pedirle que se quede a oír, solicitar al banco la cancelación del cobro injusto, reportar al vigilante con la gerencia del gimnasio, ser cortés con el hombre que te interpeló mediante insultos, hacerle ver tu desconcierto a tu amigo y a tu (ahora) ex novia, denunciar al asaltante, o lo que tu sientas que te haga falta hacer; la clave es hacer algo. En esencia, no se trata de buscar el castigo o la venganza contra el agresor, el objetivo es demostrarte a ti mismo o a ti misma que no hay quien pueda transformarte a ti en una víctima, y que nada te hará ser lo que tú no deseas ser.

Pero a veces hay magia demasiado poderosa y difícil de esquivar, y puede ocurrir que aunque no te lo propongas, te encuentres en vías de transformarte en una víctima. Entonces haz como en los viejos cuentos donde el poder de un beso era suficiente para romper cualquier encantamiento. Un beso, un abrazo, una caricia o una charla con alguien que sabes que te quiere y que puede entenderte.

Si el viejo ogro en lugar de correr a la soledad del pantano, hubiera pedido el abrazo de alguien que le quisiera, o bien llorado en el hombro de algún amigo, la parte triste de la historia habría durado mucho menos y él habría vuelto a ser un feliz hombre mucho más rápido.

No hay comentarios.:

Me interesa conocer tu opinión, escríbela y te responderé en breve: