Y tu, ¿crees que son tod@s iguales?

A través de los tiempos, al hablar del amor y de los enamorados se han vertido galones de tinta, perfume y suspiros en el afán de explicar esa aparente locura que todo lo confunde. Para algunos es una reacción fisiológica absolutamente explicable, predictible y lógica que corresponde con las leyes mecánicas de la causa y el efecto; para otros hablar de amor es describir a detalle un pequeño milagro para dos, de entre los pocos milagros que se dan hoy en día. En lo que todos coinciden, desde las mentes científicas hasta los idealistas filosóficos, es que el amor es un fenómeno que inesperadamente transforma a quienes están involucrados, algunas veces para bien y otras para no tan bien.

Ahí radica la riqueza de las relaciones interpersonales en general, y de las relaciones de pareja en particular, en las que cada uno deja una huella indeleble en las esencia del otro: el trato mutuo les cambia y al final cada cual termina siendo alguien muy distinto a como fue en un principio. Cuando vemos esta mutación desde afuera, se ve como una clara locura dentro de la que el enamorado hace lo que nunca hubiera hecho, habla de cosas que otrora le aburrían y es precisamente hoy como siempre juró que jamás sería. A veces esto dura solamente lo que dura el enamoramiento, acaso 6 meses, lo que tarda en extinguirse la pasión; y a veces la transformación es permanente.


Erastes del siglo XXI: los roles sexuales

En la Grecia Clásica era común el que los hombres tuvieran sexo con otros hombres, era un rasgo de virilidad, quizá no era tan común la misma práctica entre mujeres, pero entre varones se le asociaba a elementos sociales de poder y enseñanza. Los hombres de mayor rango, principalmente mayores en edad, eran los erastes, o quienes tenían un rol activo durante el acto sexual; los erómenos, por el contrario, solían ser más jóvenes y quienes debían ser sexualmente receptivos. Tal era la usanza y la tradición.

De esta manera, cada hombre tenía, si bien la oportunidad de mantener una sexualidad homoerótica a su antojo, también la obligación de ser erastes o erómenos según su rango, su edad y algunas otras circunstancias; era inalienable. Esto es que si un erómenos tenía a bien adoptar un papel activo en el coito, la sociedad al enterarse lo tachaba de insubordinado; y si a un erastes se le antojaba ser penetrado en el acto sexual por su compañero, la misma sociedad le volvía objeto de burla y escarnio. Finalmente, aún entre los griegos había una notoria intolerancia sexual.

Pero eso es lo que sucedía en aquél entonces, momento histórico en el que un hombre solamente tenía a su disposición una alternativa para buscar el placer homoerótico. Años ya han pasado a montones, y sin duda muchas cosas han cambiado conforme el tiempo ha transcurrido hasta traernos a nuestra época.


El tema del sobrepeso en la actualidad

Platicaba un día con mi amigo acerca de cualquier cosa, cuando de repente saltó a la conversación la palabra gordo, y no es que sea una mala palabra, ni altisonante por demás, pero mi amigo se alebrestó ante la sola mención y protestó sintiéndose peyorativamente aludido. Mi amigo, quien por cierto tiene 31 años y es ganador de varios certámenes de culturismo, hasta hace algunos años estaba gordo, muy gordo. Que loco, ¿no?

Punto número uno: ¿Es válido decir que alguien es gordo o es mejor decir que está gordo? Vamos, “estar” gordo implica que se tiene sobrepeso, que la cintura mide cierta cantidad de jocosos centímetros extra y que probablemente los hábitos alimenticios le queden un poquito desordenados. Pero con estas características no decimos de quién se trata ni hablamos de su identidad, solo decimos que, sea quien sea, está gordo. Otro cantar es decir que alguien “es” gordo, la onda se vuelve más personal. Decir que se es algo, es definir con totalidad a la persona, y a pocas personas les gustaría ser definidas mediante un calificativo tan poco halagüeño como “gordo”, o “flaco” o “pecoso”, porque a todas luces somos más que eso. No son características relevantes que te digan como es uno en esencia, y cuando son usadas de esta manera, da la impresión de que no hay nada más trascendental respecto a alguien que el hecho de que está gordo.

Así que no es lo mismo estar gordo que ser gordo. Ontología para principiantes.