Durante nuestra infancia, la magia nos fascinaba por la mera naturaleza de ser niños; con el paso del tiempo, y conforme nos volvemos mayores, el niño interior que aún reside en nosotros, todavía abre ojos grandes como platos ante cualquier cosa que parezca desafiar las reglas de lo comprensible.

Sin embargo, no cualquir adulto respondería afirmativamente a la pregunta de ¿crees en la magia?
Y yo te apuesto a que si. Porque la magia y el pensamiento mágico, son una de las maneras mediante las que lidiamos con la incertidumbre y recreamos la sensación, aunque sea débilmente, de estar en control de las situaciones. Y he aquí una fórmula básica: en los momentos en que vivimos más asustados o en incertidumbre, más poderosos son nuestros pensamientos mágicos.
¿Qué hay de malo en ello?