De pañales, biberones... y gays

Para muchos, los niños son una bendición en la vida; pero para otros y otras, son una franca pesadilla. Hay quienes se sienten en la obligación de tener hijos para sentir que han tenido una vida "completa", y hay para quienes ser madre o padre no es, de plano, una opción que les interese. ¿Tú ya lo has considerado?

En la decisión de tener o no un hijo, entran en juego innumerables factores como el del género, la orientación sexual, el estilo de vida o los estereotipos sociales. A muchas mujeres de treinta o más años, probablemente les sea familiar la presión del reloj biológico que les urge a ser mamás, si es que no lo han sido ya. Es algo entre fisiológico y cultural. Los hombres no tenemos una urgencia biológica por ser padres, pero hay quienes necesitan serlo para sentirse plenos. En paralelo, nuestra sociedad espera que si eres heterosexual, la paternidad o maternidad formen parte importante de tu proyecto de vida; pero si eres lesbiana, gay o trans, por ejemplo, se asume que tus intereses existenciales van por otro lado.


Ese es el peso de los estereotipos, que lo queramos o no, impactan incluso en la manera en que nos miramos a nosotros mismos y nos planteamos proyectos a futuro: dado que las personas gays “no hacen familia”, no nos permitimos tomar en serio la paternidad o maternidad como un plan para nuestro futuro. ¿Pero quién dijo que no nos interesa hacer familias?, ¿quién dice que no las tenemos ya?; ¿porqué habrías de ser un mal ejemplo solamente porque eres lesbiana?, ¿porqué pensar que no te tomarás tu paternidad en serio porque eres gay? A este respecto, los psicólogos del desarrollo tienen claro que un niño o una niña con un solo papá, o con dos mamás, puede crecer plenamente sin carencias afectivas ni emocionales, y para quienes les preocupe, puede además desarrollar una orientación sexual autónoma e independiente de la de sus progenitores. No hay razones, desde los términos de su orientación o identidad sexual, por las que una persona no deba criar una hija o un hijo.

Se dice que todo niño necesita nacer bajo el cuidado de unos padres que mantengan entre sí una buena relación romántica; también eso es falso. Si bien es correcto pensar que a nadie le favorece crecer en un ambiente de gritos y sombrerazos, no hay que confundir lo que es una pareja romántica, con ser pareja parental: la primera es una relación definida por el romance y el interés mutuo, independiente de cualquier tercera persona. La pareja parental, en cambio, se define por la existencia de esa tercera persona: un hijo o hija, o varios. Dos personas pueden elegir dejar de romancear entre sí, pero si son responsables, no pueden elegir dejar de compartir el rol de padres, porque en la parentalidad su compromiso no solo es mutuo, sino centrado en el hijo que eligieron procrear: un hombre gay puede hacer pareja parental con una chava para tener un hijo, por ejemplo,  y no sería necesario que pretendieran ser una pareja romántica; habría entre ellos una relación parental frente a la que habrán de encontrar los modos y estrategias para organizarse y ser una familia, aunque sus vidas románticas sean independientes.

Así está la cosa. Si en tu caso tienes esta cosquillita, date tiempo de valorar tus opciones; considerar que es un compromiso de por vida, que puede ser fabuloso y a la vez desgastante, que puede valer mucho la pena, y etcétera. Date la oportunidad de tomarte enserio como candidata a mamá o candidato a papá, y no te niegues la oportunidad de evaluarlo solamente porque no eres heterosexual.