miércoles, 6 de marzo de 2019

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Desobediencia + Consciencia

En una dimensión paralela, a miles de galaxias de la nuestra, hay un dios que por inventarse algún hobbie, creó un cielo y una tierra con su respectivo Paraíso para lo que se pudiera a ofrecer. Ahí, siguiendo la costumbre de cualquier génesis que se precie de serlo, colocó al Adán y a la Eva de turno.

La polémica entonces se desata: que si no era Eva, que se llamaba Lilith, que si el simio, que la costilla, y Darwin qué se yo; eso nada más sirve para complicar la historia.

Saltémosnoslo.

Ocurrió que ese dios dejó a Adán y a Eva pulular a sus anchas por el Paraíso, sin mediar en la bonita experiencia más que con una simple regla: de ese Árbol del Conocimiento, les dijo, si… de ese que está en el centro del Paraíso, abajo de los reflectores y con bonitos listones de colores que le hacen resaltar 24 horas al día, de ese que tiene unas jugosas manzanas bien sabrosísimas que a kilómetros se nota que serían un tremendo manjar de sólo darles una pequeña mordida, de ese pues, no habéis jamás de comer.

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Desobediencia + Consciencia

En una dimensión paralela, a miles de galaxias de la nuestra, hay un dios que por inventarse algún hobbie, creó un cielo y una tierra con su respectivo Paraíso para lo que se pudiera a ofrecer. Ahí, siguiendo la costumbre de cualquier génesis que se precie de serlo, colocó al Adán y a la Eva de turno. La polémica entonces se desata: que si no era Eva, que se llamaba Lilith, que si el simio, que la costilla, y Darwin qué se yo; eso nada más sirve para complicar la historia. Saltémosnoslo.

Ocurrió que ese dios dejó a Adán y a Eva pulular a sus anchas por el Paraíso, sin mediar en la bonita experiencia más que con una simple regla: de ese Árbol del Conocimiento, les dijo, si... de ese que está en el centro del Paraíso, abajo de los reflectores y con bonitos listones de colores que le hacen resaltar 24 horas al día, de ese que tiene unas jugosas manzanas bien sabrosísimas que a kilómetros se nota que serían un tremendo manjar de sólo darles una pequeña mordida, de ese pues, no habéis jamás de comer.

¿Que clase de sádico demiurgo cometería tamaña crueldad de poner la tentación prohibida en tan chulo escaparate y al alcance de los muchachos?