El fantasma de las navidades pasadas

Navidad es una de esas conmemoraciones que divide opiniones: están quienes no pueden esperarse a decorar el arbolito con sus luces, escarcha y esferas, y están quienes rechazan aquella compulsión consumista con la que identifican estas fechas. Lo mismo están las personas que encuentran la navidad muy ajena, porque la asocian a una religión que no les atañe, que quienes sufren una depresión que los tortura de principio a fin del Guadalupe – Reyes. 

¿A qué se debe esta depresión navideña que atrapa a no pocas personas durante diciembre?

A decir verdad, las razones son muchas, por ejemplo: la cotidianidad del ser humano está muy sujeta a ciclos, y la vida misma obedece a este hábito ancestral. Por eso, muchas personas con enfermedades terminales suelen fallecer en vísperas de año nuevo, dejando a sus familiares y amigos con el recuerdo de “aquella navidad en la que se nos fue el Tío Crispín”. Por ello, las navidades subsecuentes quedarán impregnadas con tantito de esa pérdida lamentable, y dependerá mucho de qué tan bien se haya elaborado el duelo, es decir, aceptado y resignificado la pérdida del Tío Crispín, para poder disfrutar de las navidades futuras.

Que la navidad nos recuerde con pesar a las personas queridas que han muerto en años anteriores, es indicio de que todavía no aceptamos bien a bien su partida, y es recomendable visitar a un tanatólogo para que nos ayude a desprendernos de esa carga que aún pesa sobre nuestros hombros.

El dilema disfuncional de la Familia Ideal

Desde la década de los setenta ha habido una tremenda difusión a lo que los medios de comunicación primero, y después los programas gubernamentales han definido como la familia ideal. En las series de televisión hemos visto agrupaciones familiares donde, salvo algún que otro conflicto intrascendente, todo es armonía, amor y colaboración: la familia Ingalls en su casita de la pradera, los Adams que aunque un poco locos, bastante “funcionales”, y etcétera. No es difícil prolongar esta lista de aquél entonces, hasta la serie animada de “Padre de Familia” que dejará de transmitirse en el 2014.

El modelo de la familia ideal nos ha vendido, y nosotros nos hemos comprado, la sentencia de que para que una familia sea funcional, necesita incluir una mamá, un papá y al menos dos hijos para que se hagan compañía mutuamente, que según porque los hijos únicos crecen traumatizados. La familia ideal puede incorporar uno o ningún perro al grupo, según sea el gusto. Con este bombardeo cultural, en Latinoamérica y especialmente aquí en México, hemos asumido peligrosamente que una familia sin estos elementos es una familia incompleta y disfuncional.


Prohibido hacer sus necesidades

La mayor parte de los hombres homosexuales que viven su sexualidad de manera clandestina, fantasea en algún momento con poder expresar su erotismo de forma abierta y frente a la aceptación de las personas con quienes convive, particularmente las que le son emocionalmente significativas. Básicamente, salir del clóset es estructurar alrededor de uno un estilo de vida que sea congruente con sus necesidades afectivas y sociales, es decir, si quiero ser novia de otra mujer, serlo; si quiero ir a bares gays sin temor a ser pillado, hacerlo. En general a todos nos gustaría poder hacer lo que nos viene en gana sin restricciones, pero a veces no es del todo posible debido a normas, códigos o prejuicios sociales.

En ocasiones los límites son reales y válidos, como los que se refieren a portar armas en la calle, matar a tus congéneres, violar los derechos de otra persona o etcétera; y otras veces están sustentados en una percepción del modo en que el mundo “debiera” ser a partir de presupuestos morales e ideas claramente descontextualizadas, o más bien, fuera de tiempo (por no decir retrógradas). A esta segunda categoría, la de las limitaciones retrógradas, pertenecen las restricciones para las mujeres acerca de abordar o no a un pretendiente con intenciones sexuales, los límites acerca del grado en que un hombre puede mostrar sus sentimientos y permitirse actuar en consecuencia de éstos, o un sin fin de otros de impedimentos impuestos. Todos tenemos presente al menos una decena de normas que nos vemos forzados a seguir sin que haya una lógica funcional o práctica detrás de ellas.


Adictos a despedirnos

Conforme pasan los años, vamos volviéndonos expertos en despedir a personas de nuestra vida, pero no alimentamos la capacidad de darle la bienvenida a personas nuevas.

Crecen las intolerancias, abundan las manías. Cada vez nos hacemos mas solemnes, formales y buscamos tener la razón a costa de cualquiera.

Tenemos derecho a poner nuestro ego frágil por encima de cualquier relación, pero pensémoslo: ¿dentro de treinta años quién será una mejor compañía, el amigo que me ha acompañado durante tanto tiempo, o este ego que hoy defiendo como si no hubiese un mañana?

La diferencia entre la vejez digna de ser vivida, y una contaminada por el abandono y la soledad, estriba hoy en saber hacer ese recorrido bien acompañadas y acompañados.

Echa tus barbas a remojar...

¿Somos emocionalmente responsables?

En teoría, los seres humanos nos asociamos en grupos para hacernos la vida saludablemente más sencilla, al igual que otros integrantes del reino animal. De ahí nacen nuestras relaciones interpersonales: las de amistad, familiares, de pareja, negocios y etcétera. En teoría, pero en la práctica sucede que una parte importante de las relaciones que construimos, es fuente diaria de tensiones y angustia para nosotros.

¿A qué se debe esto, que tanto nos lleva a afirmar lo complicadas que son las relaciones interpersonales? Es fácil dar la respuesta: construimos expectativas inalcanzables hacia las otras personas y a la vez asumimos que ellos y ellas tienen expectativas que tampoco vamos a poder alcanzar. Y si, decirlo es fácil; lo complicado es llevar esto de algún modo a la práctica.

Las expectativas inalcanzables son el primer obstáculo para construir relaciones saludables, entendiendo “saludables” como esas que me enriquecen emocionalmente, que reflejan una versión positiva de mí y que plantean un escenario ideal tanto para desarrollarme, como para contribuir al desarrollo de la otra persona.


¿Qué es lo que tu ciber - perfil dice de ti?

En la comunidad gay y progresivamente, cada vez más fuera de ésta, actualmente son muchos los hombres y mujeres que día con día se suscriben en Internet o mediante aplicaciones para teléfonos inteligentes a sitios de contactos en busca de ligue. Acceden con su nombre de usuario, ingresan su contraseña y revisan quienes han visitado y respondido a su perfil. En este escenario virtual no son pocos los sitios que brindan este servicio y suele ocurrir con frecuencia que quien tiene elaborado su perfil con foto en alguno, lo tiene también en varios sitios más. Las ventajas en torno a la economía de esfuerzos y tiempo son evidentes, pero ¿qué es lo que realmente un perfil dice de ti?

Contextualizándonos, es oportuno decir que “perfil” es la descripción de uno mismo que tu redactas en un espacio personalizado, dentro del sitio y con el fin de que los otros usuarios lo puedan ver y conocer algo de ti; usualmente uno incluye el tipo de persona que busca, el tipo de relación que le apetece y una, dos o más de entre sus mejores fotografías. Cuando ese perfil resulta atractivo e interesante, los demás van a responder dejándote mensajes que puedas leer la próxima ocasión en que ingreses al sitio; cuando no es atractivo, el buzón de mensajes permanecerá vacío.


¿De qué animal te enamoras?

¿Te ha tocado ser pareja de alguien que al final resulto ser “todo un animal”? Seguramente si; la verdad es que en esto del amor cada quien tiene su propio estilo de relacionarse y de estar en pareja. Por eso, y sólo para entretenernos un rato, a continuación tomaré este fenómeno como pretexto y te voy a presentar el muy distintivo perfil de siete animales distintos, algunos más animales que otros, y entre los cuales seguramente alguno va a resultarte sospechosamente familiar.

Al final, vale la pena preguntar, ¿te recuerdan especialmente a alguien que conociste, o simplemente recuerden a ti, en algún momento de tu vida? Vamos, que que para serte honesto, algunos de estos sin duda, me recuerdan a mi.

El Gorila: Si te es atractiva la idea de un novio fuerte, varonil y que te proteja constantemente, que te haga sentir importante y se preocupe por ti, podemos recomendarte nada menos que al Gorila. Traído directamente de las junglas más profundas, este espécimen tan dominante es la mejor alternativa para quienes se dejan impresionar por los machos a la antigua usanza, es el epítome de la masculinidad galante, pendiente de tus necesidades y celosillo. Pero es a mediano plazo un arma de doble filo con la que deberás tener cuidado.


¿La homosexualidad se cura?

En los primeros días de mayo del 2008, se llevó a cabo en la Ciudad de México un congreso auspiciado por quienes sostienen que la homosexualidad es curable si eres alguien que no está a gusto con su sexualidad homoerótica. La propuesta es que si una mujer u hombre padecen de esto que comúnmente identificamos como falta de aceptación, puede someterse a un abordaje terapéutico que "le cure su homosexualidad".

Antes de formular cualquier juicio acerca de esto, ya sea a favor o en su contra, analicemos bien de qué se trata.

Por mucho tiempo la homosexualidad fue considerada un trastorno psicológico y se asumía que toda persona homosexual tenia, por default, una serie de problemas emocionales y de personalidad derivados de su erotismo hacia personas de su mismo sexo. Hubo científicos a quienes esta idea les sonaba rara, como le pasó a una doctora en psicología llamada Evelyn Hooker. Esta mujer heterosexual tenía, según se dice, muchos amigos homosexuales, quienes a partir de la cercanía con ella y el contacto frecuente, la llevaron a dudar que efectivamente todos los homosexuales estuvieran enfermos. Así que para salir de dudas, habló con algunas universidades para conseguir los fondos suficientes parra llevar a cabo una investigación acerca de la relación entre homosexualidad y enfermedad mental.


La comunicación en pareja

¿Cuándo fue la última vez que discutiste con tu pareja? Es muy probable que en esa ocasión, una vez resuelto el conflicto, alguno de los dos se haya jurado jamás volver a pelear. Pero sucederá, porque los conflictos son algo común a todas las dinámicas de pareja y una fabulosa oportunidad de consolidar la relación cuando son abordados con madurez por los dos involucrados.

Por supuesto, esto no hace de los conflictos algo deseable; nadie piense que para mejorar la forma en la que te relacionas con tu pareja, habrá que inventarse religiosamente un conflicto cada martes por la mañana. Si se les puede evitar, bienvenido; si no, recurrir a estrategias derivadas de una buena comunicación, como la empatía o la negociación, pueden no sólo salvar el día, sino el destino de tu relación.

¿Quién de los dos tiene la culpa de las broncas en pareja? Ok, si bien es cierto que cada cual debe hacerse cargo de su cincuenta por ciento de la responsabilidad frente a los conflictos, también es correcto decir que buena parte de esas broncas se originan en la educación que tú y tu compañero recibieron cuando niños. Me explico: cuando eres chavo, tienes a tu disposición los juguetes y accesorios más “adecuados” según cada caso: ropita azul si eres niño, tus carritos, muñecos de acción, balones y pistolas de juguete; vestiditos en rosa pastel si eres niña y tu kit completo para maquillarse, cocinitas, hornitos, estufitas y hasta una regordeta muñeca que balbucea cuando la acuestas.

Hombres y violencia de género

Cuando se toca el tema de “violencia de género”, la conversación tiende habitualmente a irse del lado de las mujeres, que son víctimas de nuestras estructuras tan rígidas de lo que es ser mujer en nuestra sociedad. Violencia de género, grosso modo, consiste en limitar el desarrollo de una persona por el solo hecho de que tenemos unas expectativas distintas hacia ella, unas que ni tienen que ver son sus propios deseos, necesidades o historia de vida, sino más propiamente, con lo que nos apetece para ella por el solo hecho, en este caso, de que es mujer.

Cuando se trata de las mujeres, nuestra sociedad les impone jornadas laborales que son más semejantes a lo que vivían los esclavos en tiempos de la colonia, que a lo descrito en la Ley Federal del Trabajo; hoy en día, además de cuidar de los niños, educarlos y hacer las labores cotidianas del hogar y responsabilizarse del mantenimiento de la casa, debe también hacer la vida cómoda para su marido, lavarle, plancharle, cocinarle los alimentos, porque eso es lo que todos y todas esperamos de ella. Como estamos en crisis económica, ella debe también buscar un empleo remunerado, además del empleo diario no remunerado del que se encarga en casa, para que la economía familiar no se colapse. Esa sobrecarga de labores es violencia de género.


¿Qué te generas en la vida?

“…dame fuerza para cambiar lo que puedo cambiar,
la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar,
y la sabiduría para distinguir la diferencia entre ambas.”
-    Reinhold Niebuhr, teólogo (1892 - 1971)

Actualmente, y gracias a más de un modelo new age de desarrollo humano, se han puesto de moda palabras con las que se trata abrir una nueva realidad a través de la cual relacionarnos con la vida. Una de esas palabras se deriva del verbo: Generar.

Dícese al respecto que nosotros generamos lo que nos sucede en la vida, que lo propiciamos y que somos los arquitectos o autores de nuestra propia historia. Esta reflexión es muy oportuna en un momento de la humanidad en el que pareciera que todos son responsables de la vida de uno, salvo uno mismo (o una misma): la mercadotecnia me dice que adquirir, la publicidad lo que me conviene creer, la escuela como debo ser, mis padres lo que mejor conviene para ser feliz, y mi chamba es obedecerles. Estamos rodeados de buenas intenciones que atentan contra la responsabilidad que mantenemos hacia nuestra propia vida.