¿La homosexualidad se cura?

En los primeros días de mayo del 2008, se llevó a cabo en la Ciudad de México un congreso auspiciado por quienes sostienen que la homosexualidad es curable si eres alguien que no está a gusto con su sexualidad homoerótica. La propuesta es que si una mujer u hombre padecen de esto que comúnmente identificamos como falta de aceptación, puede someterse a un abordaje terapéutico que "le cure su homosexualidad".

Antes de formular cualquier juicio acerca de esto, ya sea a favor o en su contra, analicemos bien de qué se trata.

Por mucho tiempo la homosexualidad fue considerada un trastorno psicológico y se asumía que toda persona homosexual tenia, por default, una serie de problemas emocionales y de personalidad derivados de su erotismo hacia personas de su mismo sexo. Hubo científicos a quienes esta idea les sonaba rara, como le pasó a una doctora en psicología llamada Evelyn Hooker. Esta mujer heterosexual tenía, según se dice, muchos amigos homosexuales, quienes a partir de la cercanía con ella y el contacto frecuente, la llevaron a dudar que efectivamente todos los homosexuales estuvieran enfermos. Así que para salir de dudas, habló con algunas universidades para conseguir los fondos suficientes parra llevar a cabo una investigación acerca de la relación entre homosexualidad y enfermedad mental.


Obtuvo los fondos y puso manos a la obra. Para su investigación formó dos grandes grupos de hombres, uno de puros heterosexuales y otro solamente de hombres homosexuales, y a cada miembro de ambos grupos le administró una serie de pruebas psicológicas como las manchas de tinta del test de Rorschach, mediante el que la personalidad del sujeto queda reflejada de forma suficientemente detallada a partir de lo que dice ver en esta colección de imágenes ambiguas. Con herramientas como ésta, compuso el perfil psicológico de cada uno de los voluntarios. El conjunto total de perfiles psicológicos lo llevó al análisis de un experto equipo de psicólogos y psiquiatras para que a partir de la descripción de la personalidad de cada sujeto, ellos distinguieran de entre todos, cual perfil correspondía al de un hombre homosexual y cuál al de uno heterosexual.

Los expertos no fueron capaces de distinguir los perfiles psicológicos de uno u otro grupo: cuando encontraban una personalidad que les sonaba homosexual por contar con rasgos neuróticos, paranoides o etcétera, resultaba ser que pertenecía a un hombre heterosexual, y cuando creían estar frente a un perfil equilibrado y bien adaptado, en breve se enteraban que le correspondía a un hombre homosexual que vivía abiertamente su homoerotismo. Así que de esta experiencia experimental, Evelyn Hooker extrajo las siguientes conclusiones: primero, que la homosexualidad en sí misma no existe como entidad clínica, porque sus formas de manifestación son tan variables como las de la heterosexualidad; que la homosexualidad simplemente es una desviación del modelo sexual concebido culturalmente como lo “psicológicamente normal”; y finalmente, que el papel que desempeñan las diversas expresiones eróticas y afectivas, no es relevante para el desarrollo de la personalidad.

Con esto, a la homosexualidad dejó de considerársele una enfermedad mental, a partir de evidencias empíricas concretas y no solamente por influencia del sentido común o los prejuicios de algunos involucrados o la presión política de grupos activistas. Entonces, ¿hay algo que se deba curar?, ¿o es sólo un planteamiento retrógrada fundamentado en la discriminación y la negación de la diversidad humana por parte de mentes nubladas por el prejuicio y la ignorancia?

A manera de argumentum ad verecundiam, permíteme hacer una pausa y mencionarte algunas figuras históricas que fueron o son efectivamente bisexuales u homosexuales: Lord Byron, Hans Christian Andersen, Virginia Woolf, Frida Kahlo, Arthur Rimbaud, Andy Warhol, Michel Foucault, Truman Capote, Julio Verne, Alan Turing, Chavela Vargas, James Cook, George Michael, James Dean, Alejandro Magno, Gustave Flaubert, Sócrates, San Agustín, Donatello, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, William Shakespeare, Miguel de Cervantes, Salvador Dalí, Oscar Wilde, Federico García Lorca, Alejandro Magno, Pedro Almodóvar, Tennessee Williams, Christian Dior, Jodie Foster, Ricky Martin, Ellen Page, Elton Jhon, Ian McKellen, Tiziano Ferro, y por supuesto, Ellen DeGeneres. ¿Te parece a ti una lista de personas trastornadas?

Pues efectivamente hay algo por curar en torno a la homosexualidad. Quienes invitan al público mexicano a participar en este congreso sobre el tratamiento que cura la “atracción al mismo sexo no deseada”, atinan en acotar su propuesta en la falta de aceptación de la propia homosexualidad, que efectivamente es una realidad para muchos hombres y mujeres homosexuales.

Cuando una persona le atribuye a su propio estilo erótico, ya se trate de alguien bisexual, homosexual o etcétera, connotaciones negativas, a la vez que reconoce en sí mismo o misma una serie de necesidades afectivas esperando ser satisfechas (como le sucedería a cualquier ser humano), va a negarse a satisfacerlas del todo al creer que dejarse llevar por estos impulsos le volverá una persona mala, reprobable e inmerecedora de la aprobación de los demás. Caer en este peligroso error es comprarse el boleto a una vida de frustración que con el tiempo será tierra fértil para el desarrollo de una larga cadena de patologías: depresión, baja autoestima, neurosis, desmotivación generalizada, conductas adictivas y demás enfermedades en torno a la homosexualidad que pueden ser sanadas con trabajo psicoterapéutico, pero que sin duda conviene más prevenirlas.

Sin embargo hay un gran error cuando se sugiere que la “atracción al mismo sexo no deseada” puede curarse curando la homosexualidad, la que ya está claro que no es una enfermedad y por tanto no necesita ser curada. Es por esa razón que el modelo de intervención terapéutica propuesto por el congreso promete que sólo un tercio de las personas tratadas desarrollarán la atracción heterosexual; es decir, que es más probable obtener cruz en un tiro de moneda al azar, que “curarse” por este medio. Cuando se dice que es obtenido un cambio en la tercera parte de las personas intervenidas, subyace la evidencia de que el cambio psicológico obedece más a características individuales de los sujetos que a las que corresponden a la propia terapia.

Se hace mención de otra tercera parte del grueso de las personas sometidas a este tratamiento, que disminuye sus “comportamientos homosexuales”, pero no desarrollan una sexualidad distinta que justifique la reducción de estos comportamientos. De ello se concluye que este modelo terapéutico tiene entre sus objetivos enseñar a la persona a reprimirse y a habituarse a dejar insatisfechas sus necesidades afectivas, lo que en general es contrario a cualquier planteamiento psicológico a favor de la salud emocional.

Entonces, ¿la psicoterapia puede ayudarnos con el conflicto en torno a ser homosexual? Sí puede. Es positivo y significativamente útil buscar que un psicoterapeuta te eche la mano para construir tu sexualidad, pero solamente en tanto que la terapia, cualquiera que sea su modelo teórico, te ayude a asimilar y aceptar tus necesidades afectivas, no a cambiarlas. El punto de partida es único y contundente: tienes derecho de sentir afecto (o amar) a quien elijas y del modo en que lo elijas; lo cual ni es malo ni bueno, simplemente es una parte de ti que debe ser respetada.