Yo creo que en todos los hogares debería de haber un horno de microondas.

En mi opinión, las personas que miran a ese electrodoméstico con horror y suspicacia, pertenecen a ese grupo social que habita en el mismo barrio intelectual que los antivacunas, y quienes creen que la tierra es plana y descansa sobre la espalda de dos elefantes africanos.
En realidad, es natural del ser humano rechazar a priori toda técnica o tecnología cuyo funcionamiento no entiende con claridad, aquellas que por su sofisticación son indistinguibles de la magia.
Aún siendo personas del s. XXI, reaccionamos igual que quienes miraban las creacciones de Leonardo DaVinci como obras de brujería; y el horno de microondas, que opera de manera invisible a nuestros ojos, por parecer magia, ha inspirado una variopinta colección de mitos que le convierten en el patito feo de los electrodomésticos.