Hombres y violencia de género

Cuando se toca el tema de “violencia de género”, la conversación tiende habitualmente a irse del lado de las mujeres, que son víctimas de nuestras estructuras tan rígidas de lo que es ser mujer en nuestra sociedad. Violencia de género, grosso modo, consiste en limitar el desarrollo de una persona por el solo hecho de que tenemos unas expectativas distintas hacia ella, unas que ni tienen que ver son sus propios deseos, necesidades o historia de vida, sino más propiamente, con lo que nos apetece para ella por el solo hecho, en este caso, de que es mujer.

Cuando se trata de las mujeres, nuestra sociedad les impone jornadas laborales que son más semejantes a lo que vivían los esclavos en tiempos de la colonia, que a lo descrito en la Ley Federal del Trabajo; hoy en día, además de cuidar de los niños, educarlos y hacer las labores cotidianas del hogar y responsabilizarse del mantenimiento de la casa, debe también hacer la vida cómoda para su marido, lavarle, plancharle, cocinarle los alimentos, porque eso es lo que todos y todas esperamos de ella. Como estamos en crisis económica, ella debe también buscar un empleo remunerado, además del empleo diario no remunerado del que se encarga en casa, para que la economía familiar no se colapse. Esa sobrecarga de labores es violencia de género.


El que la violencia sea cotidiana y a todas las personas nos parezca normal, no la vuelve menos peligrosa y tampoco la convierte en lo correcto. Todo tipo de violencia tiende silenciosamente a destruir la autoestima, la identidad y el plan de vida de cualquier persona; y de todos los tipos de violencia, la violencia que se normaliza es la más tóxica, porque nos convence de que está bien ese sometimiento que se impone sobre alguien.

Que a una mujer se la obligue a quedarse en casa en lugar de seguir sus sueños, es violencia. Que se la vea como un objeto de deseo para la satisfacción sexual de otros, es violencia. Que se la golpee porque está vulnerable, es violencia. Que su marido la obligue a solicitarle permisos, que la vigile y la descalifique, es violencia. Que siendo adulta se la trate como una incompetente que no conoce el mundo, que se la responsabilice del funcionamiento de la casa que todos habitan, que se le impida buscar su propia satisfacción sexual también es violencia.

Cuando se habla de violencia de género, entonces, la discusión tiende a irse del lado de las mujeres porque son las víctimas más urgentes de este malfuncionamiento de nuestra sociedad, pero no son las únicas víctimas, porque si algo tiene nuestro ejercicio de la violencia en esta cultura, es que es muy democrática y a todas y a todos en cualquier momento nos toca.

¿Quién ejerce la violencia de género?

La ejercen las mujeres que le enseñan a las niñas a ser buenas esposas, pero no les dicen mucho de cómo triunfar como profesionistas; la ejercen los hombres que se decepcionan cuando se enteran de que no van a ser padres de un niño, sino de una niña; las mujeres que le enseñan a las niñas que los deportes son de niños, y le enseñan a los niños que las muñecas tampoco son para ellos; los hombres que le pegan a una mujer; las mujeres que chantajean con sexo a un hombre; los hombres que llaman marica a otro hombre; las mujeres que le enseñan a sus hijas e hijos que su papá les va a pegar “’ora que llegue”. Los crímenes por odio hacia una mujer son feminicidios, y evidentemente también eso es violencia.

Así, aunque tendemos a pensar que la violencia de género atañe únicamente a las mujeres, también es importante hacernos responsables de la violencia que ejercemos contra los hombres y que les niega su derecho de elegir libremente sus parejas sexuales, incluso cuando fueran éstas de su propio sexo; el derecho de buscar ser protegido por su familia, en lugar de permanecer toda la vida siendo el protector; el de elegir no ser la cabeza de familia, de compartir las decisiones, consecuencias y responsabilidades, de llorar, de comportarse como un niño si así le apetece; el derecho a hacerse cargo de sus emociones, expresarlas hasta su última consecuencia y que el hacerlo no decepcione a nadie.

¿Violencia de género contra los hombres?

Si. En muchas familias latinoamericanas a los hombres se les impide cuidar de los recién nacidos, porque dado que “los hombres no entienden de niños”, pueden hacerle daño al bebé en algún gesto de descuido; la mujer es “quien por naturaleza sabe cuidar de ellos”, “la madre tiene en sus genes la información de cómo se pone un pañal, cual fórmula láctea comprar y el modo de acunar un recién nacido”. Pero estas afirmaciones son falsas: tan buena para cuidar de un bebé es la madre como el papá, quién probablemente también participó en la concepción del niño. Al final del día, lo que obtiene la madre con este celo exagerado es, tanto contribuir al fenómeno del padre ausente dentro de su propia familia, como contribuir inadvertidamente al sostenimiento de la violencia de género.

¿Qué es lo valioso en un hombre?, si las películas mexicanas en blanco y negro están en lo correcto, un hombre es valioso cuando es trabajador y puede ser responsable para traer dinero al hogar. Los sentimientos y la personalidad no tienen mucho que ver en este criterio, ni si el caballero tiene o no bonita letra. Lo que suele hacer que un hombre sea un buen partido para las damas, es su solvencia económica, y cuando por desempleo se ve imposibilitado a mantener su rol de proveedor, es probable que también deje de ser tan valioso y comiencen en su relación severos problemas de pareja.

Nuestra cultura educa tradicionalmente a las mujeres para buscar hombre fuertes que las protejan, y son esas mismas mujeres las que sienten zozobrar cuando ven a un hombre derrumbarse, porque no están preparadas para hacer pareja con ellos y compartir las decisiones y responsabilidades. En breve: la violencia de género impide tanto que unos y otras se vean como iguales, como que se permitan hacer equipo al afrontar los retos de la vida.

“No importa tu personalidad o tu inteligencia emocional, tu experiencia de vida o valores; si eres hombre obviamente solo piensas en sexo, eres agresivo a la menor oportunidad y no entiendes de cuestiones sentimentales porque… básicamente porque eres medio bruto.” Esto fue una degustación de violencia de género, se vale escupirla de vuelta al platito.

A la postre, es fácil ver a los hombres como los grandes triunfadores de esta desigualdad de género porque quedan “cómodamente” en lo más alto en la jerarquía social, pero no olvidemos que tampoco a ellos se les permite elegir: no pueden claudicar a ese rol que les fue impuesto, ni a las exigencias que esa posición conlleva. Pero si bien no pueden renunciar, si están obligados a demostrar cotidianamente y de por vida, que pueden dar el ancho, que merecen estar en ese lugar que nunca solicitaron.

Sin duda hay hombres que quisieran claudicar para permitirse ser cuidados: hay hombres que son sensibles, están los que son homoeróticos, y también los que les encanta el personaje de macho a su propia manera; pero si cualquiera entre ellos se arriesgara a contravenir la expectativa social, probablemente le haríamos pagar por no ser “lo suficientemente hombre”. Sin embargo los hay que se arriesgan, pagan el costo y construyen su propia masculinidad a la medida de sus sueños y necesidades.

Hay mujeres que no desean someterse a ningún hombre, que quieren ser grandes ejecutivas o empresarias, independientes o proveedoras; hay las que buscan hacer pareja de manera equitativa y solidaria, y hay mujeres que vislumbran otras formas de realizarse como personas y que no incluyen buscarse un hombre o ser madres; las hay que quieren explotar sus sexualidades en todo su potencial, y hay también las que quieren ser amas de casa a su propia manera, pero también ellas deberán enfrentar el castigo que le imponemos a la que no es “una buena mujer”. Pero algunas también asumen el riesgo, y cada vez son más las que lo hacen.

Hoy nuestra sociedad puede permitirse renunciar a los estereotipos y cultivar múltiples feminidades y múltiples masculinidades dentro de una heterogénea diversidad, donde cada persona pueda desarrollar la propia interpretación de su género en absoluta solidaridad y respeto hacia sus diferencias con los demás. Porque lo diferente se vale y es saludable; no es de ninguna forma una elección difícil: se trata de continuar participando en relaciones de violencia, o aceptar que siendo distintos seremos más felices.

No es por presionar, pero hay que decidir ya.

4 comentarios:

  1. Me gusto mucho el articulo.felicidades. :)

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    1. Que bueno que te gustó!, ojala estas letras hagan en nuestra sociedad (y en nuestras consciencias) incluso una pequeña diferencia. Saludos!

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  2. Excelente artículo. Comulgo plenamente con que la violencia de género es de ida y vuelta, sin perder de vista que una domina con mayor amplitud lo público y lo privado. Definitivamente hay que romper los moldes... Me dejas muchas reflexiones y tareas :)

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    1. Que padre Elba!, gracias por lo que dices... tambien yo me quedo con el saborcito amargo en los dedos, al reflexionar del cómo tambien yo replico la violencia de género. Tendré que observarme más para que disminuya lo más posible. Tenemos mucha tarea, amiga.

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