¿Qué te generas en la vida?

“…dame fuerza para cambiar lo que puedo cambiar,
la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar,
y la sabiduría para distinguir la diferencia entre ambas.”
-    Reinhold Niebuhr, teólogo (1892 - 1971)

Actualmente, y gracias a más de un modelo new age de desarrollo humano, se han puesto de moda palabras con las que se trata abrir una nueva realidad a través de la cual relacionarnos con la vida. Una de esas palabras se deriva del verbo: Generar.

Dícese al respecto que nosotros generamos lo que nos sucede en la vida, que lo propiciamos y que somos los arquitectos o autores de nuestra propia historia. Esta reflexión es muy oportuna en un momento de la humanidad en el que pareciera que todos son responsables de la vida de uno, salvo uno mismo (o una misma): la mercadotecnia me dice que adquirir, la publicidad lo que me conviene creer, la escuela como debo ser, mis padres lo que mejor conviene para ser feliz, y mi chamba es obedecerles. Estamos rodeados de buenas intenciones que atentan contra la responsabilidad que mantenemos hacia nuestra propia vida.


¿Qué pasa cuando tenemos consciencia de que nosotros generamos? La primera consecuencia es que nos responsabilizaremos de la consecuencia de nuestras decisiones y no vamos a cargarle el muerto a nadie que no sea uno mismo; eso es un principio muy básico de ética. La segunda consecuencia será la convicción de que “si no me gusta a dónde he traído mi vida, entonces está en mis manos cambiarla” y así de simple, sin depender de nadie más, solo de mi propia voluntad y esfuerzo, porque si yo generé lo que me estorba, puedo generar un cambio en mi vida. 

Hasta ahí vamos bien, pero es emocionalmente peligroso llevar este concepto hasta el extremo; es decir, si tomas cualquier verdad y crees en ella ciegamente, convertirás a esa verdad en una mentira y a ti en un fanático. No en todos los casos has generado lo que enfrentas, no en todos los casos eres responsable de las tragedias que vives: decirle a alguien que su mamá recién fallecida se generó ese cáncer que terminó con su vida, además de ser un tropiezo en diplomacia, es una cruel suposición y con facilidad también una mentira. No te extrañe si quien oye eso pida una bebida caliente solamente para arrojarla a tu cara.

Si generamos parte de las reacciones que las personas tienen hacia nosotros, si bien, no todas. A veces no somos conscientes de nuestra actitud hacia algo o alguien y la conducta que manifestamos a partir de eso, puede ser el estímulo que provoca en los otros una reacción desagradable, por ejemplo: pongamos que no me gustan los franceses, y teniendo que platicar con un recién llegado de Paris, yo le proyecto una sutil actitud de desagrado; él seguramente lo va a notar y mostrará su rechazo hacia mí como respuesta. Si yo no soy consciente de los mensajes no verbales que le mando, entonces pensaré es él quien empezó con la mala actitud y obtendré más razones para mi desagrado por los franceses. Yo generé sin duda, esa respuesta de rechazo hacia mí.

También podemos generar buenas oportunidades cuando tenemos una actitud de apertura y nos creemos merecedores de que nos sucedan cosas buenas. Lo contrario a esto implicaría estar frente a una gran oportunidad laboral y dejarla pasar porque nos creemos inadecuados; en ese caso generamos nuestra propia frustración y falta de alternativas. Hay quienes salen a tocar puertas para encontrar un trabajo, o quienes son excelentes para detectar oportunidades pequeñas que a las que pueden sacar un máximo provecho. Esta gente se atreve a tomar riesgos y esa actitud les genera grandes cambios en sus vidas.

A veces nos generamos enfermedades: si mantienes tu vida sumergida en la aprehensión y el estrés, no es noticia que vas a generarte una colitis, o puede que un problema en el hígado por andar de corajuda o un enfisema pulmonar por ser un fumador empedernido. Pero, ¿le dirías a una niña con leucemia que ella se generó el cáncer?

Si bien podemos generarnos mucho de lo que sufrimos o disfrutamos en la vida, y por eso es importantísimo que midamos la consecuencia de nuestras decisiones, sería un error rayano en la megalomanía pensar que generamos todo lo que compone nuestras vidas; no somos omnipotentes, por eso hemos de aprender a distinguir lo que es nuestra responsabilidad de lo que no (y no poner sobre nuestros hombros pesos que no nos conciernen), e identificar lo que podemos cambiar, o lo que debemos aceptar cuando algo dado está fuera de nuestras manos.

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