¿Y tu, crees en la magia?

Durante nuestra infancia, la magia nos fascinaba por la mera naturaleza de ser niños; con el paso del tiempo, y conforme nos volvemos mayores, el niño interior que aún reside en nosotros, todavía abre ojos grandes como platos ante cualquier cosa que parezca desafiar las reglas de lo comprensible. Sin embargo, no cualquir adulto respondería afirmativamente a la pregunta de ¿y tu, crees en la magia?

Y yo te apuesto a que si. Porque la magia y el pensamiento mágico, son una de las maneras mediante las que lidiamos con la incertidumbre y recreamos la sensación, aunque sea débilmente, de estar en control de las situaciones. Y he aquí una fórmula básica: en los momentos en que vivimos más asustados o en incertidumbre, más poderosos son nuestros pensamientos mágicos. 

¿Qué hay de malo en ello?


Pensemos en que para consolidar nuestra civilización, hemos debido apostar todas nuestras canicas al pensamiento racional: ese pensamiento fundamentado en que a cada causa le sigue su respectivo efecto... y pretendimos exiliar cualquier otro esquema de pensamiento. Pero ante la virtual imposibilidad de un exilio completo,  menospreciamos, descalificamos y desvirtuamos toda aquella línea argumental que no nos parezca racional.

Sin embargo, seguimos tocando madera y evitando mencionar los males para no atraerlos, cargamos los objetos que nos dan suerte y repetimos en voz muy baja lo que deseamos que suceda. Oramos, rogamos a nuestros dioses para que materialicen por nosotros los acontecimientos que necesitamos, y les hacemos ofrendas día con día para ganarnos sus favores: que si el diezmo, que la limosna, que dejo de beber para que me consigas marido.

Creemos en dioses, ¿qué mayor evidencia necesitamos de que el pensamiento mágico prevalece en esta sociedad moderna? ¿Es bueno o es malo? Iré un poco más allá de eso: es inevitable.

El pensamiento mágico está tan ligado a la naturaleza humana, que es ineludible. Reside en nuestro cerebro límbico, en lo más emocional; es inargumentable desde la razón, pero eso no significa que no nos haga sentido. El pensamiento racional que también está ligado a nuestra naturaleza, se vincula con procesos intelectuales más elaborados y complejos, pero mejor aceptados por el esquema científico que se consolidó en la Ilustración.

Y mientras en el pensamiento mágico reside lo simbólico, en el pensamiento racional está lo concreto. Piensa en el modo en que un muñeco vudú representa a una persona, o el modo en que unas semillas simbolizan la posibilidad de un embarazo; de ese mismo modo guardamos cerquita la bufanda de nuestro ex porque nos ayuda a sentirle cerca, o nos ponemos la corbata o el vestido negro que nos ayudan a sentirnos exitosos para esa junta que nos inquieta. 

Hombres y mujeres vivimos en medio de lo simbólico y lo concreto, entre lo emocional y lo racional; el reto que afrontamos, no estriba en abandonar algún polo en favor del otro, sino en aprender a sacarle provecho a ambas dimensiones de lo humano. ¿Cuándo entonces, funciona mejor el pensamiento racional y cuándo el pensamiento mágico?

Ante dilemas concretos, pensamiento racional. Si quieres cambiar de casa, comprar un auto o llevar a cabo un proyecto, el generarte estrategias concretas va a ayudarte a definir un buen curso de acción. De nada sirve que le reces a tus dioses por un aumento en tus honorarios, si tu mismo o tu misma no haces nada por que eso suceda. ¿Qué causas concretas te van a encaminar hacia el efecto que deseas?

Y frente a los dilemas simbólicos o emocionales, pensamiento mágico: ¿te sucede que últimamente te sientes inseguro?, lleva contigo amuletos que para ti signifiquen seguridad: alguna prenda de vestir, un símbolo religioso, una frase poderosa escrita en un papel. Cuando no puedes dejar atrás una relación que ha concluído, escríbele una carta de despedida y quémala, deja que el humo se lleve las ataduras que has estado arrastrando. ¿Quieres transformarte en una mejor versión de tí misma o de ti mismo?, piensa en tres atributos que tendría esa nueva versión de ti, y busca un pequeño objeto que simbolice cada uno de esos atributos; guarda los tres en una bolsita y llévalos siempre contigo para darte la fuerza de caminar hacia tu objetivo.

Al final, puede que no sea tan importante si la magia es o no el misterioso arte de manipular energías arcanas; desde una perspectiva más cotidiana, el pensamiento mágico constituye una forma de potenciar nuestras fortalezas y nuestra voluntad a partir de los símbolos con los que estamos conectados. Inclusive, los símbolos religiosos. Intenta confiar en tu cerebro emocional y conéctate más con tu propia magia.

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