El Violentómetro (Sexual)

Gracias a las redes, es común que nuestra sociedad esté debatiendo constantemente algún tema que nos interese, preocupe u honestamente, nos perturbe en lo colectivo. Esta discusión inicia cíclicamente en Facebook o Twitter, por ejemplo, y de ahí se extiende más allá de la Internet hacia los medios (anteriormente llamados "masivos") de comunicación, y después hacia la sobremesa en los cafés, las charlas de pasillo y etcétera. Luego regresa a las redes para retomar su fuerza y el ciclo se repite.

Es por ello que la opinión pública en la actualidad, ha adquirido un carácter más dinámico y dominante en la agenda social; es decir, tanto pone en la mira un tópico tras otro sin demasiada pausa, como somete estos temas a diferentes niveles de análisis que terminan repercutiendo en las políticas públicas e incluso, en la articulación de nuevas jurisprudencias estatales y / o federales.

Para el 2019, el tópico dominante con el que empezamos el año (que de hecho heredamos del año anterior) y a la fecha no se ha debilitado, posiblemente porque como sociedad con sus respectivas instituciones, no hemos conseguido resolverlo satisfactoriamente, es el de las distintas manifestaciones de la agresión sexual. Particularmente la agresión sexual, del que son objetivo las mujeres... pero también alcanza el espacio para abordar la agresión sexual que lo mismo victimiza a los hombres.


Probablemente, un error en el que hemos incurrido en este debate, ha sido el de la insuficiente especifidad del diagnóstico: inicialmente a toda manifestación de agresión sexual se le llamó "acoso", y el concepto se convirtió en una especie de palabra - ariete para llamar la atención mediática hacia un problema real. Sin embargo en la actualidad, determinamos de esa forma a cualquier tipo de agresión sexual, independientemente de su escala o riesgo contra la víctima.

Lo importancia de realizar un diagnóstico lo más preciso posible, reside en que de esta evaluación surgen las estrategias de abordaje o solución contra el problema. Ese fue en su momento, el caso de los "feminicidios", que necesitaron ser tipificados de ese modo específico para ser diferenciados de otro tipo de asesinatos, y dar la posibilidad de abordajes mucho más precisos y efectivos al identificar el perfil de los agresores, el de las víctimas y la mecánica y contexto habituales del delito.

En principio, el "acoso laboral" consiste en la descalificación diaria, constante o consuetudinaria de una persona por parte de sus compañeros de trabajo o de sus superiores y que le conducen a un desgaste emocional. El "acoso político" implica el ataque mediático sostenido y constante contra una persona que ostenta un cargo público, con la intención de mellar su trayectoria política.

Así mismo, el "acoso sexual" es un conjunto sistemático y sostenido de agresiones sexuales contra una persona con el objeto de causar una fatiga emocional y un deterioro en su autoconcepto y autoestima; el acoso sexual también es un ejercicio de control y dominación. Si bien un piropo en la calle es incómodo e inapropiado, no es un acto de acoso cuando no alcanza a ser consuetudinario, por lo que este tipo de faltas de respeto necesita abordarse de forma distinta a como se enfrentaría un acoso.

En ocasiones, las agresiones sexuales necesitan para su corrección, la mediación de una tercera persona; probablemente una autoridad. Tal es el caso propiamente del acoso sexual, donde es probable que la integridad de la persona esté en entredicho.

En parámetros de lo judicial, es importante discernir entre una falta de respeto, un contacto físico, una violación, un feminicidio o propiamente el acoso, dado que si bien todas éstas son conductas atisociales que vulneran la integridad de las personas, cada cual amerita una pena distinta, como una llamada de atención verbal en el caso de un piropo, hasta la cárcel para el caso de un asesinato. Determinar la misma respuesta para unos eventos u otros, nos coloca en el riesgo de trivializar los más graves, o sobredimensionar los más ligeros en los que no existe un peligro tangible contra la víctima de la agresión.

Si bien es complicado diferenciar la magnitud de la agresión, una herramienta que puede brindarnos una orientación muy oportuna puede ser el llamado "violentómetro", recurso al que es fácil acceder mediante cualquier buscador de Internet, y que si bien en muchos países de #Latinoamérica se ha realizado una versión regional, la variabilidad entre estas versiones realmente no es significativa.

El violentómetro, como un termómetro, va diferenciando en escala las distintas conductas violentas de las que cualquier persona puede ser objeto, marcando tres categorías que implican: "Ten cuidado, la violencia aumentará", "Reacciona, no te dejes destruir", o "Necesitas ayuda". Abreviando: "Cuidado", "Alerta" "Urgente".

Esta herramienta fue pensada para proteger a las personas en el contexto universal de la violencia, pero es fácil situarlo en escenarios específicos, como el de la violencia sexual... y de género para tomar las decisiones de reacción más pertinentes.

  • Categoría I: Ten cuidado, la violencia aumentará (#Cuidado¡!)

Consiste en bromas hirientes de carácter sexual o acerca de tu masculinidad o feminidad, chantaje para obtener favores sexuales, recurrir al engaño para obtener favores sexuales, los celos (que de manera natural corresponden al contexto sexual), la descalificación hacia la expresión de género de una persona, ridiculizar u ofender a alguien por su expresión sexo - genérica, humillación pública o finalmente la intimidación o amenaza para obtener favores sexuales.

  • Categoría II: Reacciona, no te dejes destruir (#Alerta¡!)

Consiste en controlar la sexualidad de alguien mediante la imposición de obligación o prohibición, la agresión indirecta mediante la destrucción de propiedades personales, el manoseo sin consentimiento o las caricias agresivas, agresión física disfrazada de "juegos", espiar directamente a la persona o stalkeando su información en redes sociales. En esta categoría podemos ubicar propiamente el acoso, cuando las bromas hirientes de la categoría anterior ya son constantes, o el espionaje e invasión sostenida de la intimidad personal, y etcétera).

  • Categoría III: Necesitas ayuda (#Urgente¡!)

Consiste en eventos de maltrato psicológico o verbal centrados en la manera en la que la persona gestiona su masculinidad o su feminidad, o las decisiones que toma respecto a la forma en que vive su sexualidad; igualmente, maltrato psicológico o verbal para obligar a la persona a compartir experiencias sexuales con el agresor. Implica lesionar físicamente, provocar miedo intenso, encerrar o aislar, amenazar de muerte con objetos o armas, forzar a una relación sexual, mutilar, matar…
Nota: al comentar dentro del contexto de la violencia sexual o de género, las conductas que el violentometro describe, persigo el objetivo de abundar en la discusión acerca del acoso sexual, pero evidentemente ésta herramienta funciona para identificar las conductas de cualquier índole de violencia, como la laboral, la familiar, o etcétera, porque lamentablemente, la violencia puede hacer presencia en cualquier escenario.
Para muchas personas, el acoso efectivamente es entendido como una conducta de agresión consuetudinaria. Esto implicaría que para entender una agresión como "acoso sexual", sería necesario que la conducta en cuestión fuese repetitiva. Si embargo, si le hacemos caso al violentómetro, hay conductas para las que no es juicioso esperar una segunda manifestación; y no me refiero al asesinato, porque obviamente matar a alguien es la expresión máxima de la violencia. Todas las conductas de agresión que están en la Categoría III (Urgente¡!), demandan que a la primera aparición la persona salga inmediatamente de ahí y solicite apoyo.

En la Categoría II (Alerta¡!), encontramos un conjunto de conductas que nos advierten de la conveniencia de alejarnos del agresor, tal vez no con urgencia... pero si estableciendo límites y parámetros de seguridad personal; en ocasiones, el cuestionamiento está en replantearnos la conveniencia de mantener la relación que tengamos con la o el agresor (cuando en efecto, tenemos una relación con quien ejerce la violencia; no podemos dejar a un lado la realidad de que frecuentemente la violencia se da en el contexto de relaciones cercanas, como relaciones de pareja, laborales o familiares).

Y finalmente en la Categoría I (Alerta¡!) se contempla un conjunto de conductas agresivas, para las que probablemente la propia persona puede dar una respuesta asertiva que establezca un límite preciso y puntual. Si bien, nunca está de más recurrir a algún mediador que brinde soporte en estas circunstancias.

Es oportuno hablar con especialistas (como trabajadores sociales, psicólogos o etcétera) para profundizar acerca de las estrategias que cualquier persona puede implementar en el momento de sufrir algún tipo de agresión. Puedo comentarte que algunas veces es importante que bloquees la agresión, pero en otras ocasiones, bloquear la agresión es contraproducente. Discernir entre una y otra categoría de la violencia permite dar respuestas que en verdad mitiguen el riesgo que se enfrenta, en lugar de exacerbarlo; ya se trate de acoso, o cualquier otra manifestación de la violencia.

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