Y tu, ¿temes que lo gay se te note?

Hay algo muy común que sucede cuando se es gay, particularmente cuando empiezas el proceso de explorar y aceptar tu orientación sexual y no sabes cómo relacionarte con el mundo, o que esperar de la gente; es esa sensación de que tu sexualidad distinta es tremendamente notoria, que cada persona que te mira lo puede percibir y que, consecuentemente, adopta una actitud negativa hacia ti. A veces pasa que sales a la calle y sientes en ti las miradas de todo el mundo porque eres gay, desde el vendedor de revistas en su local, hasta la señora que está cruzando la calle en el semáforo. Y lo cierto es que nadie te pela ni te juzga, ni se han enterado que estás pasando por ahí, pero tu mantienes esa sensación como tu nube personal de tormenta.

La cosa se agrava cuando tienes que interactuar con alguien: digamos el cajero del banco, la encargada de una tienda o los compañeros del trabajo, mientras una pequeña vocecita te dice que se están dando cuenta, porque “se te nota” que eres gay. Entonces tu comportamiento se vuelve raro frente a ellos, se hace defensivo, cauteloso, reservado, y ellos reaccionan a esa conducta rara con la que los tratas, efectivamente tratándote distinto a su vez; esta reacción de ellos hacia ti confirma, como en un círculo vicioso, que todas tus eran correctas: se te nota a leguas y le chocas a la gente porque eres homosexual. Así, mientras ves “moros con tranchete”, como diría mi abuela, te dejas envolver por una confusa secuencia de malas interpretaciones, donde tu miedo genera en la gente conductas que te hacen creer que saben de tu orientación sexual. Esto le ha pasado, prácticamente a toda persona gay alguna vez en su vida, pero aunque hay unas pocas personas a quienes les sucede esto todo el tiempo.


Sucede cuando no nos caemos bien y desearíamos ser cualquier otra persona salvo nosotros mismos, o nosotras mismas, la autoestima rueda por los suelos sin esperanza de levantarse ni media pulgada, y el espejo te dice grocerías cada vez que te le plantas enfrente. En ese estado de ánimo tan tremendamente nublado, nos juzgamos más severamente de como lo haríamos en otro momento o de como lo haría cualquier otra persona, pero estamos seguros que los demás también nos juzgarán de esa manera. Y si esta situación coincide con que, además vemos la homosexualidad como una característica negativa que nos genera culpa y que por ende debe ser ocultada, entonces tendremos mucho temor a que la gente descubra que somos homosexuales.

Pausa, ¿te ha pasado esto?: una mañana llegas tardísimo al trabajo rogándole a todos los dioses por que tu jefe no se entere, y así evitarte el regaño, y cuando parece que efectivamente él no sabe nada, se aparece en tu lugar para pedirte que vayas de inmediato a su oficina. ¿Qué pensamientos pasan por tu cabeza? Probablemente jurarías que el temido regaño te espera cruzando la puerta de la oficina del jefe, sin embargo y para tu sorpresa, él te espera tras su escritorio para preguntarte por los avances de un proyecto del que tú estás a cargo.

Usualmente cuando tememos algo de manera muy marcada, esperamos que cada cosa que nos suceda confirme nuestro miedo, así, cuando más tememos ser rechazados por nuestra homosexualidad es cuando más creemos ver actitudes de ese tipo en la gente que nos rodea. Creemos que la gente en la calle se da cuenta de que uno es gay, cuando las personas caminan con prisa ocupados en sus propios asuntos; nos alejamos de las personas con las que convivimos para que no se den cuenta de que uno es gay, y ellos sólo se desconciertan porque no saben porque estás comportándote tan raro: "¿será algo que le dije?", "nos habrán inventado un chisme", "quizá sea mal día para los de su signo..."

Cuando las cosas no son dichas palabra por palabra, damos la pauta a los otros para que supongan de nuestra conducta lo primero que se les ocurra; y cuando los otros no son explícitos con sus motivaciones, nosotros interpretamos sus intenciones de acuerdo a lo que estemos pensando en ese momento. Por eso, cuando más agobiado estamos, más intensa es muestra sensación de que el mundo está en nuestra contra, de que la gente nos maltrata por ser homosexuales, o simplemente, de que las cosas van a salir mal a la primera provocación.

No se trata de estar loco, es solo que uno puede clavarse en pensamientos que no son los mejores, cuando se trata de estar a gusto con la vida. Cuando sientas que lo que pasa por tu cabeza es un pensamiento que te está haciendo sentir mal, haz un alto de lo que sea que estés haciendo y respira hondo, cierra lo ojos si la situación te lo permite, y busca aclarar tus pensamientos y ser más objetivo con la circunstancia que estás experimentando. Si en el momento la cuestión que te da nervio trata de que la gente note que eres gay, relájate, que lo más probable es que no se te note nada, y mejor pregúntate por qué razón esperas que la gente se comporte mal contigo por ser homosexual.

Conforme el tiempo pase y caigas en cuenta de que realmente no hay nada malo en ser gay, pasará cada vez con menos frecuencia el que temas que a tu alrededor la gente se de cuenta de tu orientación homoerótica; la moraleja no se trata de que hagas las pases con todo el mundo, se trata de que hagas las pases sólo contigo.