lunes, 25 de mayo de 2009

Autoaceptación y miedo en la experiencia homosexual

En esta nuestra sociedad, uno de los desafíos más profundos para personas homosexuales, es la constante sensación de ser observados y juzgados por su orientación sexual. Este miedo no es únicamente una reacción ante las y los demás, sino el eco de una lucha interna por la autoaceptación; descubriendo nuestra identidad y enfrentando el proceso de asumir nuestra sexualidad, es común sentir que la diferencia con el resto de la gente es evidente: que cada persona del rededor lo nota y que esta percepción provoca rechazo.

¿De qué modo estas percepciones afectan las relaciones interpersonales y nuestra salud mental, y cómo podemos aprender a gestionar este miedo y a aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos?, no son preguntas sencillas.

El miedo a ser visto /a

Lo dicho: frecuentemente la preocupación de que “se nota que soy gay” genera una angustia constante, especialmente en las primeras etapas de autoexploración que a veces suceden en la adolescencia, y a veces antes. La experiencia común, es la de caminar por la calle y sentir que todas las miradas están puestas sobre uno, desde el vendedor de la esquina, el conductor del Uber, hasta la señora cruzando la calle. Esto no solamente reproduce una nube de ansiedad, sino que igual, genera una falsa creencia de que la gente nos percibe únicamente a través de nuestra orientación sexual.

Y tu, ¿temes que lo gay se te note?

Hay algo muy común que sucede cuando se es gay, particularmente cuando empiezas el proceso de explorar y aceptar tu orientación sexual y no sabes cómo relacionarte con el mundo, o que esperar de la gente; es esa sensación de que tu sexualidad distinta es tremendamente notoria, que cada persona que te mira lo puede percibir y que, consecuentemente, adopta una actitud negativa hacia ti. A veces pasa que sales a la calle y sientes en ti las miradas de todo el mundo porque eres gay, desde el vendedor de revistas en su local, hasta la señora que está cruzando la calle en el semáforo. Y lo cierto es que nadie te pela ni te juzga, ni se han enterado que estás pasando por ahí, pero tu mantienes esa sensación como tu nube personal de tormenta.

La cosa se agrava cuando tienes que interactuar con alguien: digamos el cajero del banco, la encargada de una tienda o los compañeros del trabajo, mientras una pequeña vocecita te dice que se están dando cuenta, porque “se te nota” que eres gay. Entonces tu comportamiento se vuelve raro frente a ellos, se hace defensivo, cauteloso, reservado, y ellos reaccionan a esa conducta rara con la que los tratas, efectivamente tratándote distinto a su vez; esta reacción de ellos hacia ti confirma, como en un círculo vicioso, que todas tus eran correctas: se te nota a leguas y le chocas a la gente porque eres homosexual. Así, mientras ves “moros con tranchete”, como diría mi abuela, te dejas envolver por una confusa secuencia de malas interpretaciones, donde tu miedo genera en la gente conductas que te hacen creer que saben de tu orientación sexual. Esto le ha pasado, prácticamente a toda persona gay alguna vez en su vida, pero aunque hay unas pocas personas a quienes les sucede esto todo el tiempo.