jueves, 31 de diciembre de 2009

Legalización del matrimonio "gay"

Medio distraídos por la navidad, ni oportunidad tuvimos de ponernos alegres por la aprobación del matrimonio entre hombres y mujeres homosexuales. Este acontecimiento, que casi pudo arrastrar al soponcio a ciertos líderes ideológicos que no están de acuerdo con la noticia, da un giro al modo en que cientos de personas gays se planteaban su propio proyecto de vida: uno crece, consigue un trabajo, una pareja, forma una familia y etcétera; especialmente cuando se es heterosexual. Ya ves, todo cuanto dice el manual tradicional de cómo uno debe vivir, una versión sofisticada y aumentada del “nacer, crecer, reproducirse y morir”.

¿Qué implica hoy, tener la posibilidad de contraer matrimonio entre personas de un mismo sexo?

Fundamentalmente eso, una posibilidad.

Si anteriormente una mujer o un hombre gay no se casaban, era porque no podían; hoy si no se casan es porque eligieron no hacerlo. Es una diferencia sutil, pero importantísima cuando hablamos de existir en un contexto social que nos da o no los recursos necesarios para vivir plenamente. Pero, quién no querría casarse, pudiendo hacerlo y habiendo encontrado a la persona adecuada?; las opiniones ciertamente se dividen.

Legalización del matrimonio "gay"

diciembre 31, 2009 Hernan Paniagua
Medio distraídos por la navidad, ni oportunidad tuvimos de ponernos alegres por la aprobación del matrimonio entre hombres y mujeres homosexuales. Este acontecimiento, que casi pudo arrastrar al soponcio a ciertos líderes ideológicos que no están de acuerdo con la noticia, da un giro al modo en que cientos de personas gays se planteaban su propio proyecto de vida: uno crece, consigue un trabajo, una pareja, forma una familia y etcétera; especialmente cuando se es heterosexual. Ya ves, todo cuanto dice el manual tradicional de cómo uno debe vivir, una versión sofisticada y aumentada del “nacer, crecer, reproducirse y morir”. ¿Qué implica hoy tener la posibilidad de contraer matrimonio?

Fundamentalmente eso, una posibilidad. Si anteriormente una mujer o un hombre gay no se casaban, era porque no podían; hoy si no se casan es porque eligieron no hacerlo. Es una diferencia sutil, pero importantísima cuando hablamos de existir en un contexto social que nos da o no los recursos necesarios para vivir plenamente. Pero, ¿quién no querría casarse, pudiendo hacerlo y habiendo encontrado a la persona adecuada?; las opiniones ciertamente se dividen.


miércoles, 2 de diciembre de 2009

,

Gay + Viejo = Una combinación explosiva

Cuando éramos pequeños, era frecuente que tuviéramos que dar respuesta a la pregunta más existencial del momento: “dime Juanito, ¿qué quieres ser de grande?”, y entonces nosotros, o Juanito en este caso, abandonábamos nuestros juegos para imaginarnos rescatando heroicamente a las ahumadas víctimas de algún incendio, arrestando peligrosos criminales o hasta de safari por ignotos recovecos del África Negra; y entonces contestábamos con satisfacción anticipada y una sonrisa de oreja a oreja, lo que seríamos de grandes.

Años después crecimos, fuimos al bachillerato; tal vez nos aventamos una carrera y entre desvelos, trabajos, exámenes, y sábados de ligue, nos topábamos con nuestras tías y las amigas de mamá que interrumpían su algarabía social para preguntarnos otra vez: ¿qué harás al terminar tus estudios, Juanito?, y el pobre Juanito, así como en su momento también nosotros, mira estupefacto a las menopáusicas señoras mientras se devana los sesos buscando para ellas una respuesta convincente.

Así, Juanito se enfrenta cada tanto a una nueva versión de la misma pregunta; cada tanto debe buscar dar atisbos de lo que va a ser su futuro para darle un sentido al hoy que a su vez le ocupa. Y con los años, llega el cumpleaños en que no es más Juanito, sino un Don Juan adulto que por fin es lo que iba a ser de grande y ya hace lo que se supone que haría cuando terminara sus estudios, con cierto margen de error, por supuesto.

,

Gay + Viejo = Una combinación explosiva

Cuando eramos pequeños, era frecuente que tuviéramos que dar respuesta a la pregunta más existencial del momento: “dime Juanito, ¿qué quieres ser de grande?”, y entonces nosotros, o Juanito en este caso, abandonábamos nuestros juegos para imaginarnos rescatando heroicamente a las ahumadas víctimas de algún incendio, arrestando peligrosos criminales o hasta de safari por ignotos recovecos del África Negra; y entonces contestábamos con satisfacción anticipada y una sonrisa de oreja a oreja, lo que seríamos de grandes.

Años después crecimos, fuimos al bachillerato; tal vez nos aventamos una carrera y entre desvelos, trabajos, exámenes, y sábados de ligue, nos topábamos con nuestras tías y las amigas de mamá que interrumpían su algarabía social para preguntarnos otra vez: ¿qué harás al terminar tus estudios, Juanito?, y el pobre Juanito, así como en su momento también nosotros, mira estupefacto a las menopáusicas señoras mientras se devana los sesos buscando para ellas una respuesta convincente.