Homosexualidad y Evolución

En esta vida todo tiene su porqué, y no existe nada al margen de la naturaleza; y en caso de que efectivamente existiera eso que llamamos "antinatural", tal cosa quedaría bastante lejos del alcance de nuestra percepción o entendimiento. Así que la homosexualidad es, como muchos otros aspectos de la vida, un fenómeno biológico dentro del marco biológico de la naturaleza, y para entenderla en su carácter evolutivo, es necesario abstraerse a los inicios tempranos de la humanidad.

...si bien es cierto que la homosexualidad no es inherente solo a los seres humanos, pero no estamos aquí para hablar de la homosexualidad entre cánidos, cetáceos u otras especies.

Sucede, y no me dejará usted mentir, que el ser humano es una especie animal carente de garras o colmillos, no tiene pelaje o exoesqueleto que le proteja de la intemperie como efectivamente lo tienen otros animales, y carece de habilidades acrobáticas o una remarcable potencia física como los úrsidos o los felinos. No vuela, no es anfibio y en general, no tiene mayor gracia adaptativa.

La ventaja evolutiva del ser humano ha sido desde el inicio, su capacidad para organizarse en grupos funcionales y solidarios a los que podemos llamar "comunidades", a la postre: clanes, tribus, #familias, naciones... y en estos grupos, la distribución de roles ha determinado la supervivencia. Esta estrategia la debemos directamente a nuestro cerebro, una estructura anatómica de naturaleza social, que incluso en la actualidad, continúa evolucionando aceleradamente para permitirnos mayores y más complejos intercambios interpersonales.

El cerebro humano es un órgano social.

E indirectamente, tenemos a nuestros genes moviendo los hilos de nuestra existencia. Los genes, como un tipo de inconsciente biológico, están interesados solamente en la preservación de nuestra especie: nuestros genes quieren reproducirse a toda costa, y en este entendido, no se detienen en la creación de complejas tecnologías que garanticen la supervivencia.

La primera estrategia de nuestros genes para la supervivencia, fue evidentemente la conformación de comunidades, ya que el individuo aislado tiende a morir sin haberse reproducido. Surge entonces el erotismo, entendido como este placer y disfrute de estar con las demás personas. El #erotismo nos incita a relacionarnos en distintos grados de cercanía emocional, llevándonos a ser relevantes y significativos entre nosotros.

Las comunidades humanas con el erotismo como pegamento, permiten la reproducción de la especie, participando en dos etapas que definen nuestra reproducción: el parto y la crianza.

Es en este punto donde las mentalidades estrechas tienden a atorarse: reproducirnos no consiste solamente en parir hijos, porque si bastara con ello, la humanidad hace mucho que se habría extinguido. No.

La situación es que, y de nuevo no me dejará usted mentir, los seres humanos al nacer somos increíblemente vulnerables y dependientes de nuestra comunidad para seguir vivos, de manera que a diferencia de otras especies animales, nosotros necesitamos invertir mucho tiempo y esfuerzo en la crianza.

Los relojes biológicos de muchas especies distintas a la nuestra, tienden a detenerse una vez que el individuo ha tenido sus crías, ya sea que la hembra le arranque la cabeza al macho, que las crías se coman a la hembra, o simplemente que la #vejez se acelere cuando animal ha culminado su etapa reproductiva individual. Entre los seres humanos no es así, dado que tendemos a experimentar largas etapas de vejez muy posteriores a nuestros tiempos propiamente reproductivos.

¿Se ha preguntado usted porque le interesa tanto a nuestros genes que vivamos varias décadas después de perder la capacidad orgánica de reproducirnos? De nuevo, la respuesta es la crianza.

Se dice mucho que conforme pasan los años, vamos perdiendo habilidades cognitivas, en particular la capacidad de distinguir conceptos precisos: olvidamos el nombre de las cosas, perdemos la noción de datos precisos, etcétera. Pero esta aparente "pérdida" es en realidad una evolución filogenética hacia la capacidad de integrar mayores bloques de información, lo que en la práctica se manifiesta como la proverbial sabiduría de la vejez, lo que a la larga es una evidencia de la inteligencia de nuestros genes.

Con el paso de las décadas perdemos la posibilidad de recordar datos específicos, pero ganamos la habilidad de construir historias con las cuales podemos impartir enseñanzas a los individuos más jóvenes de nuestra comunidad.

Pero para la crianza de los cachorros humanos, no basta la presencia de los abuelos (quienes no solamente son los padres de los padres, sino las y los ancianos de la comunidad en general), sino que también hay que incluir a las tías y los tíos (que de nuevo, son los adultos solidarios con la crianza que no necesariamente comparten vínculos sanguíneos directos con las crías).

En tanto que los ancianos de la comunidad comparten sus conocimientos por medios narrativos, las tías y los tíos participan en la crianza mediante el ejemplo práctico. Son ellas y ellos quienes acompañan a los cachorros en el desarrollo de habilidades de cacería, siembra o recolección, andando con ellos en el campo y sometiendo a las presas en sinergia con sus aprendices. Comparten las habilidades de manera práctica mediante un acompañamiento constante, cosa que a los ancianos no les es ya, físicamente viable.

Pero para que estos adultos se impliquen en la crianza de los cachorros, es necesario que muchos de ellos y de ellas no estén distraídos con la crianza directa de sus propios cachorros. Es ahí, donde el erotismo tiene un componente homosexual. Es habitual que hombres y mujeres homosexuales no estén tan interesados en tener sus propias crías, pero sí, efectivamente en participar en la crianza de otros cachorros con los que pudieran o no, estar directamente emparentados.

De este modo nuestra especie puede darse el lujo de tener periodos de gestación relativamente breves; pues aunque el cachorro recién nacido llega al mundo con los recursos biológicos apenas suficientes para respirar, excretar y alimentarse, son los recursos de una crianza robusta al seno de la comunidad, los que le van a permitir convertirse en un individuo autónomo.

La presencia evolutiva de la homosexualidad puede entenderse dentro del contexto biológico de una comunidad ocupada en trascender como especie, contribuyendo a la preservación de la vida de nuestros genes dentro de los procesos de crianza.

Lamentablemente, en la actualidad alimentamos una idiosincracia cultural donde no se valoran los rasgos de solidaridad y cooperación como intrínsecos a nuestras comunidades, e incluso a éstas las atomizamos alimentando la fantasía de que para la crianza de un nuevo ser humano, son suficientes los esfuerzos de un papá y una mamá, dejando de lado la relevancia de los tíos y los abuelos.

¿Qué es lo que sucede cuando obedecemos patrones culturales que antagonizan con la sabiduría evolutiva de nuestros genes?, ¿que tipo de sociedad construimos, cuando las comunidades que la integran no valoran la solidaridad y cooperación permanentes?

¿Cuanto tiempo más, puede sobrevivir el ser humano privado de su comunidad? Las reflexiones quedan sobre la mesa, y ojalá no tardemos mucho en darles una respuesta.

1 comentario:

  1. Es la 1a vez que encuentro una lectura de la homosexualidad desde este angulo. Felicidades,muy interesante.

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