domingo, 12 de enero de 2020

Somos lo que comemos

Hace algunos ayeres, aproximadamente 2,500 si los medimos en años, existió un griego llamado Hipócrates que recomendaba “que el alimento sea tu medicina, y tu medicina el alimento”, porque sabía de la estrecha relación que hay entre nuestra salud y lo que elegimos comer.

Por ejemplo, cuando una persona quiere enfermarse menos, sabe que puede reforzar su sistema inmunológico alimentándose de frutas cítricas y otros vegetales como el brócoli que también tienen un gran aporte de vitamina C; el brócoli además, ayuda a equilibrar la proporción adecuada de la hormona testosterona en hombres, igual que los duraznos ayudan a equilibrar los estrógenos en mujeres.

Nuestros alimentos no solamente pueden ser como un medicamento que nos ayude a recuperar la salud, sino que utilizados de forma estratégica, pueden permitirnos no estar en riesgo de perderla.

Por eso, la importancia en la alimentación no reside tanto en “cuánto” estamos comiendo, sino en de “qué” nos estamos alimentando.

Pero a este punto, hay que hacernos la pregunta incómoda: ¿tengo alguna estrategia cuando me estoy alimentando, más allá de sólo quitarme el hambre?

Probablemente la respuesta es negativa, porque hemos crecido en una cultura donde la alimentación es un acto social, vinculado con las transacciones emocionales; así que en ciertas ocasiones, negarte a ingerir alimentos, se interpreta como un acto de rechazo o desconfianza hacia las personas con las que se está conviviendo. En nuestra sociedad, comer es mucho más que alimentarse: es amar, pertenecer, identificarse, hacer tribu…

…y del consumo de alcohol, ni se diga.

Por eso cuando tenemos el propósito de bajar de peso, parte de nuestro esfuerzo se dirige a una lucha personal en contra de la sociedad, desde el que puedes sentirte al final, como si te pusieras con Sansón a las patadas.

Finalmente somos lo que comemos, y elegir mal lo que introducimos a nuestro organismo, invariablemente va a tener consecuencias, aunque no se las distinga a simple vista. En la práctica, puedes encontrarte personas con sobrepeso que muestren signos de desnutrición, y personas delgadas con síndrome metabólico debido a sus hábitos alimenticios.

Antes de saber que comer zanahorias va a ayudar a que el bronceado playero te pegue mas chido, o que comer gelatina ayudará a que tengas articulaciones más felices, necesitas identificar los alimentos que tienen una alta “densidad calórica” contra los que tienen una alta “densidad nutricional” para empezar a tomar decisiones más informadas y saludables acerca de lo que te llevas a la boca.

El aguacate, el huevo o la cúrcuma son alimentos con muy alta densidad nutricional y baja densidad calórica, porque le aportan al organismo muchos nutrientes y una cantidad moderada de energía. Vale la pena priorizarlos en nuestra alimentación porque funcionan mucho para ser saludables, pero es difícil que te generen un exceso de energía que tu cuerpo necesite almacenar en forma de grasa.

En cambio, el alcohol es ¿un alimento?, ok… el alcohol es un “no – alimento” de altísima densidad calórica, pero nula densidad nutricional porque no te aporta ningún nutriente. Y por ahí anda toda la comida chatarra y no menos la super procesada que te quita el hambre, te provee de energía, pero no te nutre. La ironía está en que simultáneamente, esa alta densidad calórica te hará subir de peso, pero su baja densidad nutricional te causará desnutrición.

Ahí reside la importancia de nutrirnos bien. Pero ¿que es nutrirnos?

La ciencia ha demostrado de manera muy romántica, que todos somos polvo de estrellas. Y efectivamente, los átomos que una vez pertenecieron a una supernova: ese helio, el hidrógeno o el oxígeno, hoy en día están en ti y esta materia que te conforma… y la nutrición, por su parte, ha demostrado también que esa sopa Maruchan, esa torta de tamal y esa chela que te tomaste el viernes, igualmente están ahí, y estarán formando parte de tu organismo durante largo rato. ¿Eso es lo que quieres que tu cuerpo sea? …cada quién.

Los nutrientes son como bloques de Lego, que tu sistema digestivo extrae de lo que comes para incorporarlos a tus células y tejidos.

A los elementos de construcción más grandes se los llama “macro nutrientes” y son los tres que ya conoces: #proteínas, lípidos y carbohidratos (o hidratos de carbono). Las proteínas se desarman en aminoácidos y con ellos se ensamblan hormonas, músculos, huesos, cabello, e incluso tu ADN está conformado por cadenas complejas de esos nutrientes. Los lípidos o grasas, por otra parte, permiten que puedas aprovechar las vitaminas que ingieres; porque sin grasas, igual da que tomes o no vitaminas, lo mismo no podrías aprovecharlas. Las grasas también tienen, lo mismo que las proteínas, la función estructural de darle forma y consistencia a tu cuerpo.

Los “macro nutrientes” también te dan energía, lo que es la chamba principalmente de los carbohidratos, quienes por cada gramo te dan 4,000 calorías; las proteínas te dan esa misma cantidad de energía, y las grasas 9,000. Cuando ingieres carbohidratos, ellos se van directamente a llenar tu tanque de combustible para que te sigas moviendo, y si ocurre que no ingeriste los suficientes carbos para tener toda la energía que necesitabas, tu cuerpo echará mano de los lípidos o grasas que has almacenado para convertirlas en energía, y que muy probablemente han estado esperando su oportunidad en los rincones más recónditos de tu lonja.

La desnutrición empieza a ser un problema cuando tu cuerpo no encuentra carbohidratos que quemar para transformarlos en energía, y comienza a echar mano de las grasas, aunque hasta ahí vamos todavía bien. Pero rebasado cierto límite, vamos a empezar a quemar grasas más importantes, como la que necesita nuestro cerebro para funcionar, o la que protege tus órganos internos de la temperatura exterior. En ese momento ya comienzas a experimentar cierto grado de desnutrición, y a tu organismo le importa bien poquito si se debe a que quieres tener un indice de grasa corporal del 5% porque planeas verte espectacular este verano en Vallarta.

La desnutrición se vuelve una emergencia cuando no habiendo carbohidratos que quemar, no habiendo ya grasas tampoco, tu organismo se va por las proteínas, por qué finalmente, hay que extraer energía de algún lado para seguir funcionando, si no, ¿con qué vas a palpitar o con qué vas a respirar? Pero llegados a este punto, ¿dónde hay más proteínas disponibles?, pues en tus músculos… y el corazón es un músculo, por eso muchas personas con un elevado déficit alimenticio, termina experimentando problemas cardíacos.

Finalmente, los “micro nutrientes” son aquellos componentes de los alimentos que van ayudarnos a cumplir muchas de las funciones biológicas que necesitamos para estar vivos. No son estructurales porque no forman parte de nuestros tejidos, y tampoco nos dan energía, pero si participan estrechamente en el proceso de convertir un nutriente en calorías, en el de incorporar algún “macro nutriente” al tejido al que debe incorporarse… y otros muchos procesos de los que, de hecho, todavía no conocemos en completa totalidad. Y como seguramente imaginas, estos nutrientes chiquitos son las vitaminas y los minerales.

Probablemente podríamos incluir en esta categoría también al agua, que no debemos jamás de pasar por alto.

Si no echamos en saco roto las palabras de Hipócrates y convertimos nuestra alimentación en nuestra medicina, entonces conviene diseñarnos una estrategia personal, a según de nuestras características físicas y metas personales, con la que definamos qué hemos de comer y en cuál proporción, para consolidar nuestro hábito de una alimentación responsable, consciente y sabrosa.

0 comentarios:

Publicar un comentario