En la psicología clínica y la psiquiatría, hemos observado un aumento significativo en los casos de ansiedad y depresión. Esto ha sido, en parte, consecuencia de la pandemia, que ha dejado cicatrices emocionales profundas y no del todo curadas. Durante la cuarentena, muchos enfrentaron miedos y preocupaciones que, aunque no completamente resueltos, siguen afectando la salud mental de las personas.
Además, los eventos globales han incrementado la incertidumbre y el estrés, lo que ha contribuido a esta “nueva epidemia” de ansiedad.
La ansiedad no solo se manifiesta de forma directa, sino que también se infiltra en las relaciones interpersonales, entre los vínculos del trabajo y la vida cotidiana. Este estado constante de alerta y tensión es comparable a la humedad que se filtra por las grietas de un edificio al que va deteriorando, o en este caso, afectando todos los aspectos de nuestra vida.