sábado, 30 de abril de 2011

Niñ@s: educación para la violencia

¿Cuándo fue la última vez que te escandalizaste al saber que un niño era agredido por alguien mayor que él?, ¿te indignaste? Quizá pienses que es raro que un niño o una niña sufra violencia, probablemente asumas que es obligación de los adultos cuidarlos y responsabilizarnos de su desarrollo; lamentablemente en la práctica, aquí en México, esos ideales distan mucho de reflejar la realidad que viven los miembros más vulnerables de nuestra sociedad. Según el informe de 2006 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre violencia infantil, en México sufren violencia familiar 3 000 000 de niños, ocasionando la muerte de al menos 80 000 cada año debido a la inexistencia de una política de Estado que los proteja. Según organizaciones de la sociedad civil mexicana, estas cifras se incrementan a 8.5 millones los niños y niñas sujetos a la violencia.

Además, entre 80 y 98 por ciento de los niños y niñas en el país son víctimas de castigos corporales, pues como una “forma de educación”, los padres propinan golpes en sus manos con correas, alambres, cables y objetos diversos como piedras o zapatos, llegando incluso a quemaduras severas, ante lo que los niños no están protegidos porque estas prácticas están disfrazadas de disciplina y se las acepta tanto por tradición como por costumbre, por lo que existe un alto nivel de tolerancia para la violencia que se ejerce contra la población infantil.

Se trata de una normalidad cultural, y si bien el hogar es uno de los sitios donde más violencia sufren las niñas y niños, los castigos físicos y el maltrato verbal son prácticas cotidianas que gozan de niveles altos de aceptación. Según cifras del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), en 99 por ciento de los hogares hay violencia emocional, en 16 por ciento hay intimidación, en 11 por ciento sufre violencia física y en uno por ciento hay abuso sexual.

En el Distrito Federal organizaciones sociales indican que en uno de cada tres hogares se vive algún tipo de maltrato infantil, que equivale a un 1 400 000 hogares. El Informe Nacional sobre Violencia y Salud reveló que la violencia sexual contra niñas y niños es más común dentro del hogar, pues los agresores comúnmente son los padres que aprovechan tanto su situación de poder como la vulnerabilidad de los infantes.

Por estas razones, si el contexto en el que las familias en México ha cambiado debido a los múltiples factores que inciden y moldean nuestra sociedad, es materia urgente el actualizar la legislación con el fin de promover y dar seguimiento a nuevas reformas institucionales que reconozcan los diversos arreglos familiares dentro y más allá de la consanguinidad, que preserven los derechos y la dignidad de cada uno de sus integrantes y que fortalezcan entre ellos las relaciones equitativas y justas. No hacer esto y dejarlo para después, es día con día un asunto de vida o muerte.

Además el maltrato no es equitativo, a los niños se les agrede físicamente en una mayor frecuencia, que a las niñas. Esto enseña a los hombres a tolerar el castigo corporal y a replicarlo, llevando a mediano plazo que expresen su frustración y enojo mediante acciones físicamente violentas que, evidentemente, no han surgido de la nada. ¿A las niñas no se las violenta físicamente?, efectivamente ocurre, pero en una menor intensidad. A las mujeres se las descalifica en los proceso de educación, de las enseña a darse su lugar mediante una serie de prohibiciones y descalificaciones que coartan la libertad e iniciativa de ellas. No es accidental que las mujeres ejerzan con mayor frecuencia la violencia psicológica, que es más sutil pero igualmente destructiva. Nosotros, los adultos de hoy, les estamos nutriendo con un versátil catálogo de expresiones violentas.

Sin mencionar que en el seno de la familia son más las niñas que sufren de abuso sexual que los niños, sin que esto implique que los casos en varones que sufren de violación sean pocos. Ese es un triste y vergonzoso indicador de nuestra sociedad.

Nos urge sensibilizar a nuestras familias acerca del peligro de preservar en la educación tanto la violencia, como los estereotipos de género, pues el  Informe Nacional sobre Violencia de Género en la Educación Básica en México, llevado a cabo por la Secretaría de Educación Pública (SEP), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), reveló que entre los niños y jóvenes de México están fuertemente arraigados los prejuicios, los estereotipos y la violencia de género, imponiendo desventajas importantes en el desarrollo pleno de sus capacidades.

Este informe, realizado en abril del 2010, se obtuvo analizando una muestra de 26 mil 319 alumnos de los niveles de 4to de primaria a tercero de secundaria, en 395 escuelas públicas primarias y secundarias, de los niveles de marginación muy alta – alta, media y baja-muy baja. Los resultados revelaron que 60.3 % de los adolescentes hombres y el 54.8 % de las mujeres, coincidieron en que la mujer es la responsable de cuidarse para no quedar embarazada (y es culpa suya si por descuido se embaraza); 90% de los estudiantes de sexto grado de primaria y de los de secundaria ha sufrido alguna vez humillaciones o insultos de sus compañeros varones obedeciendo el estereotipo que vincula masculinidad con violencia y 30% ha sufrido violencia física recurrentemente.

La desigualdad es en México un fenómeno tan generalizado que arremete contra la calidad de vida de niñas y niños que, si bien se enfrentan a sus primeros contactos con los estereotipos y la violencia doméstica, frecuentemente se encuentran en su desarrollo con otros retos que escapan de sus recursos; por ejemplo,  los conflictos relacionados con las discapacidades: discriminación, maltrato específico, segregación y baja autoestima. Según el primer Registro Nacional de Menores con Discapacidad (1995), se identifican 2 millones 727 mil 989 personas menores de 20 años con discapacidad; de éstas 2 millones 121 mil 365 reciben algún tipo de servicio educativo, mientras que 606 mil 624 no reciben ninguno; de aquí deviene nuevamente el problema sustancial de la equidad, para lo que es menester lograr un efectivo acceso universal a las escuelas, que asegure la igualdad de oportunidades de aprendizaje y éxito educativo para todas las niñas y niños. Por supuesto, esto incluye al grupo de pequeños y jóvenes con alguna discapacidad. También es imperativo el que todos los alumnos independientemente de su origen étnico, ambiente familiar de procedencia o características individuales participen en experiencias educativas, para que desarrollen al máximo sus potencialidades.

En este sentido, en su momento fue un logro importante la instauración de la Ley General de Educación, promulgada en 1993, cuyo artículo 41 señala que la educación especial propiciará la integración de los alumnos con discapacidad a los planteles de educación regular mediante la aplicación de métodos, técnicas, y materiales específicos. Además establece que la educación especial procurará la satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje para la autónoma convivencia social y productiva, a través de programas y materiales de apoyo específicos, de aquellos alumnos con discapacidad que no se integren a las escuelas de educación regular. Pero pese a las buenas intenciones, aún existen serios problemas de cobertura y distribución de los servicios y en la calidad de la atención que reciben niñas, niños y jóvenes.

No es necesario puntualizar que los niños y las niñas de hoy, van a ser los adultos del futuro, y que si bien nadie nos enseña a nosotros a ser padres, si debemos detenernos a revisar cómo aprendimos a educar a partir del ejemplo de nuestros padres: ¿nos educaron mediante castigos físicos y ejercicios de poder?, ¿en verdad funcionó?; si lo hizo, ¿a qué costo? Por regla general, cualquier castigo que implique humillación, dolor intencionado o menosprecio de la dignidad de la persona, bien merecería la pena que nos los evitáramos.

¿Deseamos dejar este país en manos de adultos habituados a sembrar el dolor, humillar a los otros y pasar por encima de la dignidad humana de los demás? Quizá generaciones anteriores a la nuestra podría responder que si; bueno… hoy el mundo no es el nicho de paz y armonía que hubiésemos preferido. El cambio empieza desde la casa.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

Niñ@s: educación para la violencia


¿Cuándo fue la última vez que te escandalizaste al saber que un niño era agredido por alguien mayor que él?, ¿te indignaste? Quizá pienses que es raro que un niño o una niña sufra violencia, probablemente asumas que es obligación de los adultos cuidarlos y responsabilizarnos de su desarrollo; lamentablemente en la práctica, aquí en México, esos ideales distan mucho de reflejar la realidad que viven los miembros más vulnerables de nuestra sociedad. Según el informe de 2006 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre violencia infantil, en México sufren violencia familiar 3 000 000 de niños, ocasionando la muerte de al menos 80 000 cada año debido a la inexistencia de una política de Estado que los proteja. Según organizaciones de la sociedad civil mexicana, estas cifras se incrementan a 8.5 millones los niños y niñas sujetos a la violencia.

Además, entre 80 y 98 por ciento de los niños y niñas en el país son víctimas de castigos corporales, pues como una “forma de educación”, los padres propinan golpes en sus manos con correas, alambres, cables y objetos diversos como piedras o zapatos, llegando incluso a quemaduras severas, ante lo que los niños no están protegidos porque estas prácticas están disfrazadas de disciplina y se las acepta tanto por tradición como por costumbre, por lo que existe un alto nivel de tolerancia para la violencia que se ejerce contra la población infantil.


jueves, 7 de abril de 2011

¿Cómo funciona la psicoterapia?

La principal ventaja de una psicoterapia estriba en su cualidad de abrir posibilidades en torno al problema por el que una persona puede solicitar la consulta. Usualmente cuando tenemos alguna dificultad, tendemos a hacer una sola y única definición de la situación en la que vivimos, una definición que al solo repasarla mentalmente nos sofoca y hace sentir atrapados. Los problemas mas grandes en nuestra vida  funcionan de esa manera, y además son aquellos que vemos como laberintos irresolubles; a veces por ellos nos resignamos a vivir con nuestra felicidad a medias, y a veces nos rebelamos contra lo que nos causa el malestar y hacemos cosas, como tomar terapia.
Es cierto que nadie necesita la psicoterapia como una fórmula única para solucionar sus conflictos; probablemente cualquier persona, si se toma el tiempo y dedica a su mundo interior la suficiente reflexión, tarde o temprano resolverá su propio laberinto. El apoyo que brinda consultar a un terapeuta reditúa, tanto en reducir el tiempo en que tardaríamos en resolver nuestro problema, como en incrementar la precisión de nuestros esfuerzos para alcanzar justa y exactamente el objetivo que nos habíamos propuesto.
¿Cómo funciona ese aporte del terapeuta en nuestro proceso? Imagina que te has parado enfrente de una gran montaña, una muy alta; e imagina que el espacio entre la punta de tu nariz y la superficie del muro de la montaña es de apenas un centímetro. ¿Podrías decir qué tan alta es, o qué tan sólida?, probablemente incluso definir el color de la roca te podría costar trabajo, estas demasiado cerca. En cambio, que tal si detrás de ti hubiera alguien más que pudiera orientarte con esos datos, que te dijera la altura que alcanza, lo sólido que se ve o incluso, de qué ángulos podrías agarrarte para escalarla. Así funciona. La psicoterapia pone a tu disposición la perspectiva de un especialista que sabe como mirar, y que además mira desde una postura distinta a la tuya; él o ella tiene experiencia, y la suficiente distancia respecto a tus problemas como para saberte orientar y proporcionarte una perspectiva más global del escenario de tu conflicto. Conoce además las técnicas para darle a tu camino hacia la solución la ruta más directa y segura.
Es con un punto como este, mientras masticamos la posibilidad de solicitar una psicoterapia, cuando uno se pregunta cómo ve su propia vida: ¿tu cómo ves la tuya?, ¿toda ella es apasionante y sorprendente como una novela de Salgari?; porque bien podría serlo, ¿o todo lo contrario?. Todos vivimos dos tipos de vida, la que tenemos en las manos y la que desearíamos tener, y son dos porque a veces no nos creemos que la vida que deseamos es justo la que nos merecemos y la que podemos obtener. Ante lo que ya hay, no vemos posibilidades.
Y si no vemos posibilidades y nos sentimos atrapados en la vida que nos hemos construido, puede ser que nos venga bien una segunda opinión. Entonces entras en el consultorio, que es un lugar donde las conversaciones construyen alternativas, y ahí el terapeuta o la terapeuta te da el soporte necesario para manipular la perspectiva que tienes de tu conflicto: le cambias de forma, le abres salidas o lo permutas por metáforas; tu problema con este nuevo abordaje en algunas ocasiones se te disolverá en las manos, en otras va a seguir ahí, pero dejando de ser un problema. ¿Porqué mi pareja no cumple mis expectativas?, ¿en que necesito transformarme para que mi pareja me ame?, ¿cómo es que no he logrado el éxito que se suponía que debería tener a mis 40?, ¿cómo haré para aguantar mientras consigo feliz…?
La terapia, cuando es humanista, no solamente se enfoca en el problema y en construir alternativas para enfrentarlo, sino además voltea su mirada hacia la persona a quien el problema le esta dificultando la vida y busca conocer y subrayar sus recursos y fortalezas. Todos tenemos grandes estrategias para afrontar los desazones de la vida, quien sabe esto es humanista, pero incluso los mejores humanistas pueden llegar a olvidar sus propias fortalezas, y cuando nos olvidamos de eso, cualquier problema nos parecerá enorme. ¿Cómo le hiciste para criar un hijo?, ¿cuánto esfuerzo tuviste que invertir para terminar tus estudios, o para tener el trabajo que tienes?, ¿tus amigos serían amigos de cualquiera, o es que ven en ti a alguien especial? Nuestra primera equivocación cuando le damos poder a nuestros problemas, es olvidarnos quienes somos.
Hay una forma de conducir la terapia, forma a la que en especial se refieren estas estas líneas que ahora lees, en que el proceso de cada sesión es tan similar a una conversación, que la terapia pierde su carácter solemne y el terapeuta abandona el papel de una “autoridad incuestionable” para abrir el diálogo entre dos expertos: uno es experto en técnicas de terapia, teorías de la personalidad y psicología, y el otro es experto en su propia vida y en la narración que va armando de ésta, y de la manera en que se ha dedicado a construir  sus experiencias. Pensemos en que las situaciones que vivimos a diario son solo eso, situaciones, y que no se convierten en experiencias sino hasta que relacionamos eso que sucede con otras cosas que nos han pasado, o cuando regresamos a esos acontecimientos a través del recuerdo; es entonces cuando se convierten en experiencia, y las experiencias son material para conversar sobre ellas en terapia. Las experiencias son acontecimientos concretos que envolvemos en significados.
¿Porqué lo que viviste es una experiencia tan dolorosa, particularmente para ti?, ¿porqué eso que te sucedió es una experiencia tan frustrante?; ¿porqué recuerdas mejor las experiencias en que sufriste que aquellas en las que fuiste feliz?, ¿porqué recuerdas mejor las experiencias en que fracasaste que en las que lograste triunfar como nadie lo hubiera hecho?, ¿cómo llegaste a la conclusión de que esto que te ocurre te pasa nada más a ti?
La manera en que construimos nuestras experiencias a partir de lo que vivimos es un constante trabajo de  decisión, lo que nos dice que a veces elegimos construir experiencias dolorosas sobre la base de lo que vamos viviendo y no experiencias que nos fortalezcan y nutran el concepto que tenemos de nosotros mismos (o de ustedes mismas, porque funciona exactamente igual para hombres que para mujeres). Una consecuencia de la psicoterapia es que nos conduce a evaluar la manera en que, en efecto, construimos nuestras experiencias; nos vuelve conscientes de esta elección cotidiana y nos previene contra los peligros de atesorar los acontecimientos como experiencias dolorosas.
También en la psicoterapia podemos darle una manita de gato a las experiencias que acumulamos, dándole brillo a las que eran relucientes y hermosas, y rediseñando las que definíamos como oscuras y plenas de dolor. Como dicen, los acontecimientos del pasado no pueden ser cambiados, pero si la manera en que nos relacionamos con ellos, la interpretación y significado que les damos.
Y como tu llegas a terapia con tus propios recursos y estrategias, aunque no te enteres que las llevas contigo, eres tu quien hace la chamba en el consultorio (y fuera de éste); eres tú quien reflexiona y quien acepta o rechaza las ideas que van saliendo de la conversación, eres quien elige si hay que virar a la derecha o hacia la izquierda, instalarte ahí, tomar un descanso o profundizar más. El terapeuta estará cerca para ser tu back up y ayudarte a ver nuevos caminos, de los que tu irás eligiendo por cuales caminar. Por eso un psicoterapeuta profesional no te va a juzgar, ese no es su trabajo, ni va a imponerte sus perspectivas porque nadie, ni siquiera él (o ella), va a venir a “contarte a ti tu propia vida”, o en otras palabras, nadie va a tomar las decisiones de tu vida por ti, porque nadie excepto tu va a vivir las consecuencias de esas decisiones.
Y frecuentemente una buena decisión es tomar terapia; ya sea porque necesitas tomar una decisión difícil,  porque quieres conocerte mejor o necesitas, incluso, resolver un problema que no te permite ser feliz.
Cuando la montaña que vas a escalar es demasiado alta, o el camino que te espera esta demasiado escarpado, habrá que reconocer que es de sabios pedir ayuda; solo recuerda, el proceso terapéutico no inicia cuando cruzas la puerta del consultorio, la terapia empieza cuando descubres que algo no va bien, o que pudiera marchar mejor, y das el primer paso para cambiarlo. 
Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

¿Cómo funciona la psicoterapia?

abril 07, 2011 Hernan Paniagua
La principal ventaja de una psicoterapia estriba en su cualidad de abrir posibilidades en torno al problema por el que una persona puede solicitar la consulta. Usualmente cuando tenemos alguna dificultad, tendemos a hacer una sola y única definición de la situación en la que vivimos, una definición que al solo repasarla mentalmente nos sofoca y hace sentir atrapados. Los problemas mas grandes en nuestra vida  funcionan de esa manera, y además son aquellos que vemos como laberintos irresolubles; a veces por ellos nos resignamos a vivir con nuestra felicidad a medias, y a veces nos rebelamos contra lo que nos causa el malestar y hacemos cosas, como tomar terapia.

Es cierto que nadie necesita la psicoterapia como una fórmula única para solucionar sus conflictos; probablemente cualquier persona, si se toma el tiempo y dedica a su mundo interior la suficiente reflexión, tarde o temprano resolverá su propio laberinto. El apoyo que brinda consultar a un terapeuta reditúa, tanto en reducir el tiempo en que tardaríamos en resolver nuestro problema, como en incrementar la precisión de nuestros esfuerzos para alcanzar justa y exactamente el objetivo que nos habíamos propuesto.