¿Cómo funciona la psicoterapia?

La principal ventaja de una psicoterapia estriba en su cualidad de abrir posibilidades en torno al problema por el que una persona puede solicitar la consulta. Usualmente cuando tenemos alguna dificultad, tendemos a hacer una sola y única definición de la situación en la que vivimos, una definición que al solo repasarla mentalmente nos sofoca y hace sentir atrapados. Los problemas mas grandes en nuestra vida  funcionan de esa manera, y además son aquellos que vemos como laberintos irresolubles; a veces por ellos nos resignamos a vivir con nuestra felicidad a medias, y a veces nos rebelamos contra lo que nos causa el malestar y hacemos cosas, como tomar terapia.

Es cierto que nadie necesita la psicoterapia como una fórmula única para solucionar sus conflictos; probablemente cualquier persona, si se toma el tiempo y dedica a su mundo interior la suficiente reflexión, tarde o temprano resolverá su propio laberinto. El apoyo que brinda consultar a un terapeuta reditúa, tanto en reducir el tiempo en que tardaríamos en resolver nuestro problema, como en incrementar la precisión de nuestros esfuerzos para alcanzar justa y exactamente el objetivo que nos habíamos propuesto.


¿Cómo funciona ese aporte del terapeuta en nuestro proceso? Imagina que te has parado enfrente de una gran montaña, una muy alta; e imagina que el espacio entre la punta de tu nariz y la superficie del muro de la montaña es de apenas un centímetro. ¿Podrías decir qué tan alta es, o qué tan sólida?, probablemente incluso definir el color de la roca te podría costar trabajo, estas demasiado cerca. En cambio, que tal si detrás de ti hubiera alguien más que pudiera orientarte con esos datos, que te dijera la altura que alcanza, lo sólido que se ve o incluso, de qué ángulos podrías agarrarte para escalarla. Así funciona. La psicoterapia pone a tu disposición la perspectiva de un especialista que sabe como mirar, y que además mira desde una postura distinta a la tuya; él o ella tiene experiencia, y la suficiente distancia respecto a tus problemas como para saberte orientar y proporcionarte una perspectiva más global del escenario de tu conflicto. Conoce además las técnicas para darle a tu camino hacia la solución la ruta más directa y segura.

Es con un punto como este, mientras masticamos la posibilidad de solicitar una psicoterapia, cuando uno se pregunta cómo ve su propia vida: ¿tu cómo ves la tuya?, ¿toda ella es apasionante y sorprendente como una novela de Salgari?; porque bien podría serlo, ¿o todo lo contrario?. Todos vivimos dos tipos de vida, la que tenemos en las manos y la que desearíamos tener, y son dos porque a veces no nos creemos que la vida que deseamos es justo la que nos merecemos y la que podemos obtener. Ante lo que ya hay, no vemos posibilidades.

Y si no vemos posibilidades y nos sentimos atrapados en la vida que nos hemos construido, puede ser que nos venga bien una segunda opinión. Entonces entras en el consultorio, que es un lugar donde las conversaciones construyen alternativas, y ahí el terapeuta o la terapeuta te da el soporte necesario para manipular la perspectiva que tienes de tu conflicto: le cambias de forma, le abres salidas o lo permutas por metáforas; tu problema con este nuevo abordaje en algunas ocasiones se te disolverá en las manos, en otras va a seguir ahí, pero dejando de ser un problema. ¿Porqué mi pareja no cumple mis expectativas?, ¿en que necesito transformarme para que mi pareja me ame?, ¿cómo es que no he logrado el éxito que se suponía que debería tener a mis 40?, ¿cómo haré para aguantar mientras consigo feliz...?

La terapia, cuando es humanista, no solamente se enfoca en el problema y en construir alternativas para enfrentarlo, sino además voltea su mirada hacia la persona a quien el problema le esta dificultando la vida y busca conocer y subrayar sus recursos y fortalezas. Todos tenemos grandes estrategias para afrontar los desazones de la vida, quien sabe esto es humanista, pero incluso los mejores humanistas pueden llegar a olvidar sus propias fortalezas, y cuando nos olvidamos de eso, cualquier problema nos parecerá enorme. ¿Cómo le hiciste para criar un hijo?, ¿cuánto esfuerzo tuviste que invertir para terminar tus estudios, o para tener el trabajo que tienes?, ¿tus amigos serían amigos de cualquiera, o es que ven en ti a alguien especial? Nuestra primera equivocación cuando le damos poder a nuestros problemas, es olvidarnos quienes somos.

Hay una forma de conducir la terapia, forma a la que en especial se refieren estas estas líneas que ahora lees, en que el proceso de cada sesión es tan similar a una conversación, que la terapia pierde su carácter solemne y el terapeuta abandona el papel de una "autoridad incuestionable" para abrir el diálogo entre dos expertos: uno es experto en técnicas de terapia, teorías de la personalidad y psicología, y el otro es experto en su propia vida y en la narración que va armando de ésta, y de la manera en que se ha dedicado a construir  sus experiencias. Pensemos en que las situaciones que vivimos a diario son solo eso, situaciones, y que no se convierten en experiencias sino hasta que relacionamos eso que sucede con otras cosas que nos han pasado, o cuando regresamos a esos acontecimientos a través del recuerdo; es entonces cuando se convierten en experiencia, y las experiencias son material para conversar sobre ellas en terapia. Las experiencias son acontecimientos concretos que envolvemos en significados.

¿Porqué lo que viviste es una experiencia tan dolorosa, particularmente para ti?, ¿porqué eso que te sucedió es una experiencia tan frustrante?; ¿porqué recuerdas mejor las experiencias en que sufriste que aquellas en las que fuiste feliz?, ¿porqué recuerdas mejor las experiencias en que fracasaste que en las que lograste triunfar como nadie lo hubiera hecho?, ¿cómo llegaste a la conclusión de que esto que te ocurre te pasa nada más a ti?

La manera en que construimos nuestras experiencias a partir de lo que vivimos es un constante trabajo de  decisión, lo que nos dice que a veces elegimos construir experiencias dolorosas sobre la base de lo que vamos viviendo y no experiencias que nos fortalezcan y nutran el concepto que tenemos de nosotros mismos (o de ustedes mismas, porque funciona exactamente igual para hombres que para mujeres). Una consecuencia de la psicoterapia es que nos conduce a evaluar la manera en que, en efecto, construimos nuestras experiencias; nos vuelve conscientes de esta elección cotidiana y nos previene contra los peligros de atesorar los acontecimientos como experiencias dolorosas.

También en la psicoterapia podemos darle una manita de gato a las experiencias que acumulamos, dándole brillo a las que eran relucientes y hermosas, y rediseñando las que definíamos como oscuras y plenas de dolor. Como dicen, los acontecimientos del pasado no pueden ser cambiados, pero si la manera en que nos relacionamos con ellos, la interpretación y significado que les damos.

Y como tu llegas a terapia con tus propios recursos y estrategias, aunque no te enteres que las llevas contigo, eres tu quien hace la chamba en el consultorio (y fuera de éste); eres tú quien reflexiona y quien acepta o rechaza las ideas que van saliendo de la conversación, eres quien elige si hay que virar a la derecha o hacia la izquierda, instalarte ahí, tomar un descanso o profundizar más. El terapeuta estará cerca para ser tu back up y ayudarte a ver nuevos caminos, de los que tu irás eligiendo por cuales caminar. Por eso un psicoterapeuta profesional no te va a juzgar, ese no es su trabajo, ni va a imponerte sus perspectivas porque nadie, ni siquiera él (o ella), va a venir a "contarte a ti tu propia vida", o en otras palabras, nadie va a tomar las decisiones de tu vida por ti, porque nadie excepto tu va a vivir las consecuencias de esas decisiones.

Y frecuentemente una buena decisión es tomar terapia; ya sea porque necesitas tomar una decisión difícil,  porque quieres conocerte mejor o necesitas, incluso, resolver un problema que no te permite ser feliz.

Cuando la montaña que vas a escalar es demasiado alta, o el camino que te espera esta demasiado escarpado, habrá que reconocer que es de sabios pedir ayuda; solo recuerda, el proceso terapéutico no inicia cuando cruzas la puerta del consultorio, la terapia empieza cuando descubres que algo no va bien, o que pudiera marchar mejor, y das el primer paso para cambiarlo.