Una pareja de mentiritas


Existen dos factores muy relacionados entre sí dentro de las dinámicas de pareja: el primero es el de una continua exigencia de honestidad, y el otro es la creencia equivocada de que si el amor es puro, ambos deben compartirlo todo. En realidad ambos factores son exigencias que generan la expectativa inalcanzable de que es posible vivir dentro de una total transparencia y sin fronteras entre ambos.

Y no. Los seres humanos necesitamos desarrollar diferentes aspectos de nuestra identidad como nuestra individualidad o nuestras relaciones de forma simultánea; no basta que nos avoquemos intensamente al desarrollo de alguno de esos aspectos cuando otros los dejamos descuidados, porque al final nos sentiremos igualmente incompletos o incompletas como si no hubiéramos evolucionado en lo absoluto. Y la identidad es, fundamentalmente el modo en que nos definimos como personas; algo parecido a la explicación que hacemos de quién, porqué y de qué manera voy siendo.


Así, un aspecto de la identidad relevante para este texto es mi individualidad (el yo): lo que soy a partir de mi mismo y mis propias expectativas, mi proyecto de vida, mis valores personales, mis metas. Otro aspecto es mi identidad como pareja (el nosotros), o sea: mi proyecto de pareja que comparto contigo, mis expectativas hacia ti, lo que creo que esperas de mí. El reto es desarrollar simultáneamente mi identidad como individuo y mi identidad como pareja, sin descuidar en ningún momento cualquiera de ellas. Cuando estando en pareja doy mayor énfasis a mi individualidad, probablemente mi pareja sea más celoso o celosa hacia mí, porque puede que no me perciba suficientemente involucrado en la relación; cuando doy mayor prioridad a mi identidad de pareja que a mi individualidad, lo esperaré recibir todo en reciprocidad y probablemente generaré expectativas altísimas.

Con el tiempo, quien vive más su relación desde el “nosotros” que desde el “yo”, termina extrañándose con mucha nostalgia a sí mismo o a sí misma, añorando los pasatiempos que tenía, las amistades que frecuentaba, etcétera; y entonces extrañará todo cuanto dejó de ser. Quien vive su relación más desde el “yo”, no logra consolidar un trabajo en equipo que le permita hacer de su relación un territorio confortable en el cual confiar, no consigue establecer una asociación en equipo y aunque emparejado, permanece sintiéndose solo o sola y en aislamiento.

Lo óptimo es un equilibrio entre mi vivencia de la relación tanto desde el “yo”, como desde el “nosotros”. Cuando este balance no es posible dentro de la dinámica de la pareja, cuando el “nosotros” se impone a la experiencia individual de ambos, es cuando cobra fuerza la fantasía de que es posible y deseable compartirlo todo y que no puede haber nada desconocido para ti en el mundo de aquél o aquella a quien tanto amas. Entonces, con esta premisa nos volvemos invasivos y buscamos ir cada vez más y más adentro en la intimidad del otro, llegando a asumir actitudes de posesividad y agresión: queremos, por ejemplo, saber a toda costa a dónde va, por cuánto tiempo, porqué no nos lleva, con quién va y todo un inquisitivo etcétera. Además buscamos su contraseña de Facebook, le echamos un ojo a la bandeja de mensajes en su celular y obviamos cualquier otra muestra de respeto hacia su espacio personal.

Cuando la dinámica de pareja se tuerce de esta forma y el “nosotros” termina aplastando las mutuas individualidades, alguno de los dos responde con estrategias para delimitar y diferenciar su espacio personal: la comunicación asertiva es la mejor manera. Mediante la asertividad podemos expresar nuestra necesidad de nuevos límites u otras reglas de interacción cuando las que hay dejaron de ser suficientes. El ideal sería que los dos integrantes de la relación pudieran hablar de lo que les molesta, desde su propio punto de vista, sin que el otro o la otra encuentre en lo que oye una agresión o el material para una confrontación. Eso sería lo ideal.

En lo estadístico, sin embargo, lo ideal es más bien lo más inusual; si bien es correcto afirmar que la buena comunicación es la vacuna contra muchos males que enfrentan las parejas, muy frecuentemente no aceptamos el punto de vista ajeno y queremos imponer a toda costa nuestra propia perspectiva. No escuchamos, no buscamos entender lo que nuestra pareja nos dice; y ante la imposibilidad de ser escuchado, la comunicación se interrumpe indefinidamente.

Rota la posibilidad de comunicarse, pero todavía siendo interrogado o interrogada acerca de qué, cómo, hasta cuándo y con quién haces las cosas, la única alternativa es mentir. A veces, lamentablemente, la mentira es el último bastión de la individualidad, una estrategia poco recomendable para la sobrevivencia de la propia intimidad. Hay muchas parejas para las que es preferible una mentira, que un saludable “no te metas”.

Entonces, si en la relación no hay respeto a la intimidad del otro y le exigimos honestidad plena para que no se permita escondernos nada, la respuesta más probable de su parte será mentir. Le cachamos entonces las primeras mentiras, y por eso le observamos más y le interrogamos más, lo que hace que se defienda con más mentiras de las que luego tampoco podrá salir después. Presionamos más y genera más mentiras que harán que a nuestra vez presionemos más y así, hasta el infinito. ¿Qué tal con el círculo vicioso? La solución está, en lo que aprenden a comunicarse de manera más clara, directa y sin actitudes defensivas o agresivas, está en retirarse cada cual a su esquina y dejar de presionar. Las mentiras irán desapareciendo conforme dejemos de invadir su espacio (real o simbólico: sus pertenencias, cuentas en Internet, o las cosas de las que elige no platicarnos) y conforme crezca nuevamente la confianza. Eso solo ocurre cuando asumimos que la otra persona tiene derecho a vivir una vida independiente, absolutamente independiente de uno; además de la vida que comparte en pareja con nosotros.

Mi individualidad más nuestra relación; un balance cotidiano: nuestro espacio compartido más nuestras espacios individuales. ¿Le culparías por mentir si descubrieras que sus mentiras son una respuesta al tipo de relación que han construido?; si no reestructuran su dinámica, probablemente así como hoy miente ella o él, así mañana también estarás mintiendo tu. Vale la pena considerarlo, ¿no es así?

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