Damas y Caballeros: el lenguaje incluyente

Género (del latín genus, -eris, clase) es el conjunto de los aspectos sociales de la sexualidad, un conjunto de comportamientos y valores (incluso estéticos) asociados de manera arbitraria, en función del sexo. 
-Wikipedia
Recientemente recibí un correo electrónico en el que se cuestiona el hábito de algunos comunicadores de especificar ambos géneros (las y los) en determinados adjetivos y sustantivos que emplean, como por ejemplo, al decir “ciudadanos y ciudadanas”. Pienso que ese mensaje refleja una opinión compartida por muchas personas, que creen que es una moda que inició Vicente Fox (expresidente mexicano) durante su sexenio; lo cual no es muy atinado, pero al menos las fechas podrían pasar por ciertas si uno no profundiza. El mismo texto describe cómo esta tendencia es una total ofensa para la sintaxis y gramática del castellano; esto último podría ser cierto.

La consideración de emplear ambos géneros en el lenguaje, especialmente cuando de cierto tipo de tópicos se trata, no es una tendencia iniciada por los políticos en el sexenio de Vicente Fox, sino por los y las investigadoras sociales que promueven una visibilidad y equidad en el discurso, que sea inclusivo y que tome en cuenta características diferenciales tanto de ellos como de ellas en un mismo mensaje. Un ejemplo: en nuestra sociedad tenemos temas que el uso ha vinculado a género específico, como el embarazo que se considera un tema para mujeres y el éxito profesional uno que suponemos para hombres. Pero cuando yo elaboro un texto sobre éxito dirigido a ellos, las mujeres que me lean no van a sentirse cabalmente incluidas en las situaciones que pueda yo plantear; y si redacto un texto sobre embarazo de riesgo o lactancia, los hombres van a pasar el tema de largo.


Por eso surgió una estrategia de discurso centrada en el género, para que cuando me dirija a una población, tanto ellas como ellos se sientan aludidas y aludidos.

Y si, efectivamente hablar de esta manera puede ser una afrenta para Cervantes; podemos llamarle redundancia o pleonasmo recalcitrante. Sin embargo la intención no es promulgar una forma correcta de hablar, sino el generar una sensibilización en quien habla y en quien escucha, acerca de que temas que lo mismo  les conciernen a ellas que a ellos mediante una forma que les haga sentirse aludidos. ¿Porqué dejar la correcta gramática para luego e introducir barbarismos gramaticales en nuestra comunicación cotidiana?, porque urge que asimilemos el hecho de que, para fines prácticos, los hombres y las mujeres tenemos por naturaleza las mismas oportunidades y posibilidades: unas y otros pueden y podemos ser exitosas en lo profesional y amorosos en lo privado, violentas, vulnerables y de todo, para bien y para mal.

Les comparto una anécdota: encontrábame yo un miércoles cualquiera asistiendo a un taller vivencial acerca de comunidades económicamente vulnerables, cuando el facilitador que conducía el evento, un hombre por cierto, con mucha consciencia de género (según el mismo puntualizaba recurrentemente), decidió que al haber más mujeres que hombres entre los asistentes, se habría de dirigir al grupo en femenino. La lógica era contundente, los efectos inesperados. Sucedió que conforme él hablaba, me costaba trabajo prestarle atención, porque al referirse a nosotros en femenino, yo sentía a primera instancia que no me estaba hablando a mí, porque soy hombre. Posteriormente me fui habituando a hacer la traducción del femenino a una noción con la que mentalmente me pudiera sentir identificado, pero al cabo de las 6 horas que duró el taller, mi cerebro estaba frito por el esfuerzo extra de no solo asimilar los contenidos, sino también adjudicarme los adjetivos femeninos que el caballero empleaba.

En la siguiente sesión me vi forzado a conminarle vehementemente a regresar al lenguaje inclusivo de “participantas y participantos” del taller. Felizmente, accedió.

El aprendizaje que esta experiencia me dejó fue que efectivamente el uso generalizado de los masculinos dejan afuera a las mujeres en los discursos sociales; pero como yo soy hombre y la cultura está narrada en masculino, no lo había notado en toda su gravedad ni me habia incomodado en lo absoluto, sino hasta que me invirtieron los papeles en el mencionado taller. De ahí que cuando alguien pretende que su mensaje le llegue tanto a mujeres como a hombres, enfáticamente llama la atención de la colectividad con este pleonasmo emparejado al discurso de género: ellas y ellos, ciudadanas y ciudadanos, lectores y lectoras o lo que venga al caso.

En términos generales, todas y todos estaremos de acuerdo en que no está padre que te ignoren, que aunque le hablen a un tipo de persona que tú no eres, de todos modos debas de hacer como si te hablaran a ti. Es injusto; si no notan que soy de color verde  y solo le hablan a la gente amarilla, bien tendría el derecho de darme la vuelta y retirarme, a ver si al menos con mi ausencia descubren que existo. Es el peligro de la obviedad, de los fenómenos sociales que son tan habituales que se normalizan: dejamos de verlos y dejamos de percibir que hacen daño en diferentes formas y magnitudes.

De ahí que surja esta tendencia al hablar, especialmente entre políticos, investigadores sociales, mercadólogos y algún que otro etcétera. Pero si lo reflexionamos a fondo, la cosa no es tan nueva. Todos tenemos en nuestra memoria cultural la imagen de un maestro de ceremonias que convoca al público con un “damas y caballeros, niños y niñas…”; eso es un lenguaje inclusivo, que de manera intuitiva ya se empleaba desde hace siglos porque sabíamos que a quién no se le nombra, no viene.

3 comentarios:

  1. Parece que vivimos acostumbrados a que las reglas están por algún motivo y las aceptamos de principio, después de todo han sido resistentes al tiempo, como por ejemplo las reglas en el Diseño grafico, el Arte, la Musica, etc…, pero sus motivos nacieron en el pasado y pueden ser cuestionables. Una de las cosas que me produce un gran placer, es cuando encuentro razones para dejar viejas ideas, es como si después de estar viendo la oreja de un animal te percatas de todo su cuerpo por completo. Con esta disfrutable publicación que haces, encuentro una razón más importante que las reglas del habla española, para dar cabida a salirnos de lo establecido, y me alegra o de que otra manera podemos mejorar.

    ResponderBorrar
  2. Hace poco escuche esto y recordé tu publicación, es interesante cuando te encuentras en las zonas grises… aquí el enlace http://radioambulante.org/audio/en-busca-de-las-palabras

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Wow... esta muy bueno!!, no había tenido oportunidad de ver el video. Sip, necesitamos categorías donde encajar a las personas a nuestro alrededor, pero cuando nos alivianamos un poco, descubrimos que en realidad no las necesitamos. Al final, la gente es gente... tan tremendamente como uno... :)

      Borrar