jueves, 13 de marzo de 2014

El desgaste emocional de un /a cuidador/a

Los cuidadores primarios son personas que mantienen el contacto humano más estrecho con un paciente incapacitado o enfermo. Su principal función es satisfacer diariamente las necesidades físicas y emocionales del paciente, mantenerlo vinculado con la sociedad y proveerle afecto. Su trabajo adquiere gran relevancia para las personas que rodean al enfermo, especialmente a medida que progresa la enfermedad.

Además de brindar atención directa al paciente, los cuidadores juegan un papel crucial en el mantenimiento y cohesión de la familia.

La Historia de un Cuidador Primario

“Cuando mamá enfermó”, dice un cuidador, “me di cuenta de que alguien de su edad no puede ya vivir sola; y como en ese momento no tenía trabajo ni ningún otro compromiso, me pareció lo más oportuno mudarme con ella para cuidarla y que tuviera compañía. A mis hermanos les pareció buena idea también, y acordamos que me pasarían un dinero cada mes para comprar las medicinas de ella y apoyarme económicamente.”

Así comienza esta historia cuando la vejez llega a la familia, a veces acompañada de enfermedades crónicas u otras circunstancias que merman la calidad de vida y autonomía del adulto mayor, haciéndolo vulnerable para enfrentar los quehaceres cotidianos. Pagar a una enfermera o enfermero de planta es algo que pocas familias pueden permitirse.

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La fatiga del cuidador I

Cuidadores primarios son personas que mantiene el contacto humano más estrecho con un paciente incapacitado o enfermo. Su principal función es satisfacer diariamente las necesidades físicas y emocionales del paciente, le mantiene vinculado con la sociedad y lo provee de afecto. Su trabajo adquiere una gran relevancia para las personas que rodean al enfermo conforme progresa la enfermedad, puesto que además de brindarle atención directa al paciente, adquiere un papel importante en el mantenimiento y cohesión de la familia.

Cuando mamá enfermó, dice, me di cuenta que alguien de su edad no puede ya vivir sola; y como en ese momento yo no tenía trabajo o ningún otro compromiso al que dedicarme, me pareció que los más oportuno era mudarme con ella para cuidarla y que tuviera una compañía. A mis hermanos les pareció buena idea también, y quedamos en que me iban a pasar un dinerito cada mes para comprar las medicinas de ella y yo tuviera un apoyo económico.

Así comienza esta historia cuando la vejez llega a la familia, a veces acompañada de enfermedades crónicas u otras circunstancias que merman la calidad de vida y autonomía del adulto que al ser ya mayor, se vuelve vulnerable para hacer frente a los quehaceres más cotidianos de su vida. Pagar una enfermera o enfermero de planta que le brinde los cuidados que papá o mamá necesitan es algo que pocas familias pueden permitirse, y cuando no es uno, sino ambos padres quienes requieren de esta atención, la inversión financiera constituye un sacrificio real.


viernes, 7 de marzo de 2014

El rompecabezas de la pareja

Imagina que por azares del destino, necesitas armar un rompecabezas de 5,000 piezas; o de cualquiera de esos que te tardas en resolver poquito más de una semana. Supongamos que por alguna extraña razón, repartieran las piezas de una forma en que tú te quedaste con la mitad y alguien de tu entera confianza recibió la otra mitad. Este es un trabajo en equipo, evidentemente.

Estamos entonces, en el entendido de que deberás reunirte con la otra persona para cumplir el reto: ambos, cada cual con la mitad de las piezas del rompecabezas, van a colaborar hasta el final y por partes iguales. Sin embargo, ¿sabes lo que sucede recurrentemente en el contexto de este experimento hipotético?, que cada uno de los participantes del juego se retira a un rincón aislado e individualmente busca terminar el rompecabezas completo con solamente la mitad de las piezas.

Evidentemente no se trata de si se es el armador de rompecabezas número uno mundial o la persona más inteligente de todos los tiempos; en cualquiera de los casos se está condenado a fracasar porque este juego es un reto colaborativo.

Y es que este experimento hipotético es en realidad un paralelismo de las relaciones de pareja, como probablemente intuiste ya. Un juego compartido que está plagado de retos cotidianos; circunstancias que pueden resolverse sobre la marcha, porque cuentas con todos los elementos necesarios para solucionar cada situación, solo que esos elementos, las piezas del rompecabezas, están repartidas entre las dos personas que componen la pareja.

Y efectivamente, lo que suele suceder es que cada participante de la relación se quiebra la cabeza tratando de idear individualmente una solución ingeniosa y contundente para resolver los conflictos de pareja; pero ni aun construyendo la mejor de las soluciones lograría arreglar desde lo individual lo que es un reto de dos.

¿Me sigues? Es la diferencia entre una relación colaborativa y una competitiva.

En una relación competitiva, uno de los participantes triunfa sobre el otro, que es el que pierde. En una relación colaborativa ambos participantes ganan y ninguno pierde. Y cuando hablamos de una relación de pareja, si alguno de sus integrantes viene perdiendo, la relación entera pierde; no importa cuán a gusto esté el otro miembro de la relación.

Las características básicas de una pareja que está relacionándose de manera competitiva son la mala comunicación, el mal sexo, las emociones negativas que son tanto sostenidas día con día, como recíprocas, y finalmente, la violencia. Porque como a nadie le gusta perder, tarde o temprano pasaremos de los intentos de negociar a las imposiciones sordas.

Para construir una relación colaborativa en una sociedad que aplaude y refuerza la competencia, es importantísimo el que logremos comunicarnos con asertividad para lograr un intercambio claro de lo que necesitamos y de lo que esperamos del otro. Necesitamos ser lo suficientemente generosos para facilitarle a nuestra pareja nuestras piezas del rompecabezas, y tan humildes que aceptemos que sin sus piezas, nosotros no vamos a poder solucionar nada en el contexto de la relación.

Las piezas: esas unidades de información que implican saber cómo se siente la otra persona, que le comunican lo que espero de él o de ella. O al revés: mi apertura para comunicarle mi vivencia de la relación que compartimos o mi interés para conocer las expectativas que tiene hacia mí. ¿Cuánta disposición tienes tú de compartir con tu pareja?

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

El rompecabezas de la pareja

Imagina que por azares del destino, necesitas armar un rompecabezas de 5,000 piezas; o de cualquiera de esos que te tardas en resolver poquito más de una semana. Supongamos que por alguna extraña razón, repartieran las piezas de una forma en que tú te quedaste con la mitad y alguien de tu entera confianza recibió la otra mitad. Este es un trabajo en equipo, evidentemente.

Estamos entonces, en el entendido de que deberás reunirte con la otra persona para cumplir el reto: ambos, cada cual con la mitad de las piezas del rompecabezas, van a colaborar hasta el final y por partes iguales. Sin embargo, ¿sabes lo que sucede recurrentemente en el contexto de este experimento hipotético?, que cada uno de los participantes del juego se retira a un rincón aislado e individualmente busca terminar el rompecabezas completo con solamente la mitad de las piezas.

Evidentemente no se trata de si se es el armador de rompecabezas número uno mundial o la persona más inteligente de todos los tiempos; en cualquiera de los casos se está condenado a fracasar porque este juego es un reto colaborativo.