Diseccionando las redes sociales I

"Si Facebook fuera un país, su población ocuparía la tercera posición por detrás de China e India" – Pingdom.com

Hoy en día Internet ha facilitado procesos cotidianos en el hogar, el trabajo y la escuela; cada vez es más común saber de alguna persona que estudia una carrera “desde su casa” mediante sistemas de eLearning, que no asiste a una oficina porque realiza sus actividades laborales en línea o que hace consultas acerca de eventos, descarga música o películas de un portal, o ve televisión por internet.

Con la aparición de las redes sociales o comunidades virtuales, el manejo de las relaciones interpersonales también recibió la influencia de este recurso tecnológico; de hecho, un estudio de la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) señaló que hay un 61% de los usuarios mexicanos de Internet que utiliza con asiduidad los recursos de algún portal de redes sociales, mientras que en países como Estados Unidos esta cifra se reduce al 42%.


¿Qué es lo que vuelve las redes sociales tan atractivas para mexicanas y mexicanos?, ¿qué beneficio obtienen de este recurso en Internet? De entre las redes sociales más populares, como Twitter, Snapchat o Istagram, las estadísticas remarcan que es Facebook la más exitosa por el número de usuarios empleando su plataforma.

Internet es un medio virtual donde el tráfico e intercambio de significados es influido y afectan también el carácter y el comportamiento de las personas, creando modelos de convivencia implícitos que se conjugan en la materialización de una realidad estructurada. Así lo afirma Sherry Turkle (2000), quien  reconoce la naturaleza de estos intercambios y señala que “las experiencias en Internet nos ayudan a desarrollar modelos de bienestar psicológico que promueven la multiplicidad y la flexibilidad en un significativo sentido posmoderno”.

Lo virtual es un mundo de infinitas posibilidades, de lugares y de experiencias, lo que vuelve difícil establecer o distinguir la línea que separa la realidad de la fantasía. Para Baudrillard (2002), las redes sociales dentro de Internet han creado el espacio perfecto para objetivar el pensamiento y las necesidades individuales en un cosmos (ciberespacio) que no acepta discriminación ninguna, permitiendo la expresión liberada de orientaciones sexuales o dialécticas ideológicas; en el ciberespacio se las deja fluir sin la imposición de límites. Bajo este tejido de canales abiertos para la comunicación, hay millones de personalidades que se confrontan, se buscan, agrupan y desean; adoptan identidades virtuales que en los parámetros de lo real nunca podrían llegar a personificar o experimentar.

Las identidades virtuales son una forma segura y fácil de establecer contactos, a la vez que abre infinitas oportunidades de encontrar alguna relación interesante (Núñez, 2001); es un sistema de relaciones interpersonales práctico, instantáneo, cómodo, barato y que mantiene ocultos los aspectos de nuestra identidad que preferimos no mostrar. Como afirma Núñez, la interacción electrónica permite desarrollar circunstancias sociales en las que podemos participar sin peligro de sufrir consecuencias adversas y controlando, además, el grado de implicación que invertimos en esa interacción.

Del mismo modo, posibilita experimentar a partir de la alteridad, conectar con la heterogeneidad de procedencias étnicas, de clase o de géneros o geografías desde esta posición aséptica: sin los peligros y compromisos que estas relaciones evocan cuando se dan frente a frente.

La libertad para elegir una personalidad virtual es la misma que la que me permite elegir un determinado espacio social virtual, en el que los agentes que comparten propiedades y se identifican entre sí, determinan la distancia de su relación. El lugar donde convergen esas propiedades marca definitivamente la retroalimentación informativa que pudiera existir; dicho lugar es un portal de Internet, en el que se comparte un habitus (nuestros esquemas de obrar, pensar y sentir según nuestra posición social), creando un sentido de pertenencia por parte de los individuos que entran a tal comunidad virtual. La identificación y el sentido de pertenencia son generados o no, dentro de los primeros nueve segundos en que un usuario contempla un portal. Por ello la primera vista de una página de Internet genera la crucial decisión de seguir viajando o no por el campo social que se ha descubierto (Bordieu, 1990).

A pesar de estar en un espacio virtual, los individuos detrás de cada pantalla conservan el registro de las experiencias, conocimientos, valores y el perfil psicológico único mediante el cual afrontan la interacción social, lo que en conjunto, permite la creación de significaciones específicas para cada símbolo en la mente del usuario. Lo que crea la identificación, se visualiza en un portal por medio del lenguaje en equilibrio, que se transforma en un mensaje a interpretar de acuerdo con el capital cultural de cada usuario (Bordieu, 1990). Como en el espacio real, en lo virtual las personas  reciben y expresan sensaciones mediante colores, formas, agrupaciones de estímulos y texto; que producen atracciones controladas por los creadores del portal de determinada red social (Cámara, 2009).

A este punto es oportuno retomar de Giménez (2000) una distinción entre los cuatro tipos de amalgama social que puede configurarse por el encuentro de varias personas: retoma de Merton (1936), que un grupo es un conjunto de miembros en interacción según reglas establecidas, como una aldea, un vecindario, una comunidad barrial, una asociación deportiva y cualquier otra sociedad definida por la frecuencia de interacciones en espacios próximos; una colectividad en cambio, es un conjunto de individuos que aún en la ausencia de toda interacción y contacto próximo, experimentan un sentimiento de solidaridad porque comparten determinados valores y porque un sentimiento de obligación moral los impulsa a responder de acuerdo a las expectativas ligadas a ciertos roles sociales.

De ahí que a una nación o la comunidad de una iglesia pueda considerárseles como colectividades. Las redes sociales suelen concebirse como relaciones de interacción entre individuos, de composición y sentido variables, que no existen a priori ni requieren de la contigüidad espacial como los grupos propiamente dichos, sino son creados y actualizados cada vez por los individuos; y finalmente las categorías sociales han sido definidas por Merton (1936) como agregados de posiciones y de estatutos sociales cuyos integrantes no se encuentran en interacción social; todos ellos corresponden a las mismas características que son significativas a la categoría en cuestión, pero no comparten necesariamente un cuerpo común de normas y valores.

Diseccionando las redes sociales II

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