Desnudando a la Heteronorma

Probablemente has visto alguna vez una bandada de pájaros volando, es difícil no reconocer la armonía con la que cada uno de ellos ocupa su sitio en la parvada; siempre en movimiento, sin salirse del grupo o chocar contra los camaradas más cercanos. Lo mismo sucede con un banco de peces, quienes no necesitan hablar cetáceo para organizar quienes irán a la cabeza del cardumen y quienes vigilarán la retaguardia. 

¿Qué autoridad le dijo a cada ave o a cada pez su lugar y rol dentro del grupo?, ¿quién organizó a los lobos para que cada cual, supiera a quién le toca ser el alfa de la manada y a quién el beta? Nadie, esas reglas y códigos ya estaban ahí desde mucho antes de que Nemo se perdiera y a Dori se le olvidara qué cosa interesante había en el número 42 de la calle Wallaby. 

A esto, los biólogos le llaman instinto y es algo que ordena las colonias de insectos, las manadas de mamíferos y al resto de los animales; pero ¿que hay con los seres humanos? Pues que nosotros también tenemos instinto, pero no nos domina tanto como lo haría con una colmena de abejas donde cada cual tiene un rol definido como obrera, zángano o reina. En lugar de un instinto que nos organice, nosotros tenemos una cultura. 

La cultura es como el inconsciente colectivo de todas las sociedades, y siempre está en evolución.

Lo mismo que el instinto para muchos animales, la cultura nos impone un sistema de reglas y códigos que organizan el sitio que va a ocupar cada quién: a quien le corresponde proveer el sustento, a quién le toca criar a los cachorros de humano, quien protegerá la manada o quién va a cuidar que el fuego del hogar no se apague.
Sin la cultura no existiría la sociedad, pero gracias a la cultura, esa misma sociedad existe frecuentemente a costa de los individuos que la componen; lo mismo que al instinto le importa muy poco si un pez muere pero se salva el resto del cardumen, igualmente a la cultura no le interesa si alguien no es feliz con el rol que le tocó, con tal de que la dinámica de su sociedad continúe su funcionamiento cotidiano. 

El mayor problema, es que nuestra cultura contiene ciertos núcleos que aunque son muy antiguos, todavía los mantenemos vigentes; nos los heredaron de otros tiempos, otros contextos y daban solución a las necesidades de personas del pasado, que no se parecen ni tantito a como somos hoy en el siglo XXI. Algunos de estos núcleos necesitan una manita de gato para que se ajusten a la época, como la Democracia, por ejemplo; y a otros no hay cómo ayudarles, porque son fósiles culturales que nos arrebatan más de lo que nos aportan, como el Patriarcado y su Heteronorma. 

¿Quién es la cabeza o representante del Patriarcado opresor?, lo mismo da preguntar quien ordenó que los patos salvajes debían de volar siempre en escuadra: es instinto de ellos, es la cultura nuestra. La hormiga reina está tan sometida por el instinto, como las hormigas soldado que nacieron para morir por la colonia.

Entre los animales humanos, la voz del Patriarcado manda y las unas y los otros obedecemos. Poco importa que esa voz sea solo una colección de ecos rancios provenientes del mundo antiguo hebreo, de la grecia clásica, o de ve tu a saber donde; si tu eliges saltarte su mandato, tal vez tu vecino, o tu familia no hagan la misma elección que tu, y probablemente vas a meterte en problemas. 

Diosito creó a Adán y Eva, no a Adán y Esteban... y con esta jocosa sentencia que a mi abuelo le hacía tanta gracia en sus años mozos, queda el recordatorio constante de que tienes que buscarte una mujer, m’ijo, para que te lave y te planche; y tienes que buscar un trabajo, m’ijo, para mantener a tu mujer y que no se te vaya con otro. 

Pero por la virgen, que no se te ocurra jugar al romance con otros hombres, besarlos, compartir tu cama con ellos, porque te van a pasar cosas muy malas, m’ijo; allá en la sierra por menos que eso ya los andan matando. Y de la religión ni hablar, porque si te salvas de tus "perversiones" en vida, seguro que te nos vas condenando después de la muerte. 

Yo sé que estos argumentos te suenan a las películas de cuando México era en blanco y negro, pero ¿en verdad estas frases quedaron en el pasado?, ¿de verdad nadie piensa de este modo hoy en día?

Porque los crímenes por homofobia están todavía muy vigentes contra cualquier hombre o mujer que viole la heteronorma del patriarcado: la norma que te obliga a hacer pareja solamente con alguien de sexo distinto al tuyo, y de no acercarte a nadie de tu propio sexo, tanto que despierte sospechas. 

Con las mujeres, la heteronorma no brinca cuando ellas se dan la mano, eso nada tiene de especial; aunque el matiz viene después, cuando lo hacen por debajo del mantel o luego a solas, ya sin nada que perder. Frente a estas conductas, la sociedad se hace de la vista gorda porque el Patriarcado nos sugiere que las mujeres siempre son inocentes y asexuales, ¿que cosa sexual van a hacer las mujeres en la intimidad?, vamos, que ni pene tienen...

La misma circunstancia para los hombres se traduce en estigma, persecución y, en algunos lugares, incluso en asesinato. El mismo Patriarcado sugiere que ellos siempre piensan en sexo y juntar dos penes en un solo espacio íntimo, probablemente es la fórmula del desastre heteronormativo. Hay que mantener a los hombres alejados entre si, y de preferencia compitiendo, rechazándose entre ellos. 

Las mujeres en cambio, se juegan la vida cuando demuestran que no necesitan a un hombre para realizar su feminidad, es ahí donde el Patriarcado se manifiesta en la forma de un marido, un hermano o incluso un padre, y aprovechando la cercanía que le da ser amado por la víctima, la mata por no seguir el mandato que le corresponde por haber nacido con vagina. 

Entre los lobos, el miembro de la manada que rompe la ley del instinto es relegado al último lugar, es quien come después que todos, y con quien van las y los demás a relacionarse menos. Es el Omega, el que sabe que su destino es morir pronto.  

Los seres humanos somos un poco más complejos que un lobo, pero tampoco queremos ser la Omega de la manada, o el Omega, porque a nivel emocional entendemos lo mismo que el lobo, y le tememos a dejar de ser aceptados, a ser relegados, y a que nos manden al último lugar de la fila. Pero nuestra diferencia con el lobo es que podemos buscar otras manadas si es menester, y construir nuestro lugar en la sociedad, en lugar de esperar a que nos sea dado. 

El amor al margen del Patriarcado y la heteronorma, probablemente se desarrolla en una sociedad cosmopolita, expuesta a un constante enriquecimiento cultural, donde la sociedad permite, e incluso acepta el amor homoerótico. Pero, ¿recuerdas que somos nosotros y nosotras quienes mantenemos vigente a la cultura?, en este caso a la cultura patriarcal. Pues en efecto, el mandato heteronormativo está al rededor de ti y al interior de ti... o de mi mismo, mientras comparto contigo estas líneas. 

La heteronorma de mi cultura patriarcal, es una semilla desde la que germina dentro de mi la homofobia internalizada, o el sentimiento de que hago lo incorrecto e, incluso, de que soy yo mismo "alguien incorrecto".

Spoiler: no es posible ser "alguien incorrecto", y si alguna vez lo pensaste acerca de ti, revisa los pensamientos que te llevaron a esa fallida conclusión. 

Esta sensación de estar haciendo algo malo al amar a quién me ha nacido amar, puede ponerme en riesgo de sabotear mi relación. 

El amor al margen de la heteronorma demanda mucho trabajo de autoaceptación: no solamente saber intelectualmente que al amar de forma constructiva (léase: sin posesividades, celos o sospechososismos) siempre se hace lo correcto, independientemente de a quién estemos amando; sino también entenderlo emocionalmente. Frecuentemente puede sucedernos que tomamos decisiones intelectuales, que nos causan un sentimiento de culpa porque "si tu mamá estuviera aquí, no lo aprobaría". 

En parte, por eso el colectivo LGBTTIQ se convirtió en eso: un colectivo. El objetivo es gestionar espacios (tentativamente) libres del mandato heteronormativo, donde el que dos mujeres se besen sea normal, o el que dos hombres platiquen con sus amigos de sus temas de pareja. 

En el contexto del colectivo: los antros, bares, espacios culturales, o fechas del calendario, la toxicidad del Patriarcado se diluye, si bien todavía no podemos afirmar que desaparece, pero libera a hombres y mujeres para explorar otras formas de relacionarse, otros roles de su propia elección. 

...otras masculinidades ...otras feminidades que no pongan en riesgo la felicidad de nadie, y si estos individuos felices ponen en riesgo la estabilidad del cardumen, entonces el cardumen al completo va a tener que reorganizarse y buscar otras maneras de nadar todas y todos juntos, felices y sin necesidad de dejar muertas y muertos en el camino. 

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