Hablando de VIH: el juego de la ruleta rusa

Llegado tu turno, tomas el revólver de la mesa y lo levantas, comprobando cuán frío y pesado te resulta. Tu mirada no puede apartarse del cañón que lentamente vas aproximando hacia ti, ascendiendo por tu pecho con los dedos de tu mano crispados alrededor de la empuñadura. Mecánicamente te ves poner el índice sobre el barril del arma con sus cámaras vacías, salvo por una bala. Lo haces girar con energía, y éste, obediente, da varias vueltas antes de detenerse tras un último clic y quedar listo.

El revólver se vuelve más pesado, o así te lo parece, mientras lo acercas a tu boca que se va abriendo cansinamente. Luego, a lo largo de un segundo que dura eternidades, jalas del gatillo con el filo del cañón cosquillando tu paladar. Un resorte se libera, oyes un chasquido que martillea en tu mente con un eco que jamás conseguirás olvidar, se hace una pausa que pervive eternidades. Y no pasa nada, esta vez no te pasó nada.

Y hasta ahí llega mi parco intento literario; porque ahora que lo pienso, mi intención era hablarte un poco sobre el VIH.

El VIH es un muy pequeño bicho, de la especie conocida como virus, que no aguanta que le cambien mucho la temperatura ambiente o que lo sometan al oxígeno ni al agua, porque entonces al tipo le da por morirse, en un contexto donde el único virus bueno es el virus muerto. Pero si no se muere, si no lo enfrías ni lo mojas ni lo oxigenas, entonces se reproduce felizmente por todo el organismo, tanto y tan tenazmente que causará grandes problemas en aquél que se haya infectado. La bronca más conocida es el deterioro del sistema inmunológico que nos protege de sufrir enfermedades, otras más puede ser ciertos tipos de demencia que se manifiestan cuando al susodicho le da por alojarse entre las células del cerebro y su área conurbada.

Una vez que esto pasa y el sistema inmunológico se hace pomada, la persona que se ha infectado de VIH se enferma y le da SIDA; antes de eso, cuando el sistema inmunológico todavía aguanta, quien tenga el virus seguirá siendo una persona sana... aunque portador del VIH.

¿O sea que tener el VIH no es estar enfermo? Exacto.

Los seres humanos somos grandes bioterios ambulantes, donde coexisten en tranquila armonía bacterias, virus y las células de nuestros tejidos; la armonía entre estos elementos es el equivalente de la salud. La enfermedad y el malestar llegan cuando ese equilibrio se rompe y alguno de ellos comienza a agandallarse a los demás; esto pasa frecuentemente cuando ingresan bacterias o virus a este ecosistema personal. Cuando el VIH ingresa, se vuelve en uno de los primeros revoltosos, rompiendo con la armonía preexistente y abriendo las puertas de par en par para el paso de sarcomas, neumonías y etcétera.

Así que infectarse de VIH no equivale directamente a enfermarse, pero da inicio a la posibilidad de llegar a estarlo.

La mejor manera de infectarse de VIH es teniendo una relación sexual con alguien que ya esté infectado y sin protecciones de barrera, como lo es el condón. Pero la cosa no acaba ahí. A la probabilidad de infectarse, una vez que hemos tenido un sexo fabuloso, uno medianamente bueno, o algo que más bien preferiríamos ni comentar, se le suma la carga viral de la persona que está ya infectada y con quien tuvimos relaciones sexuales sin protegernos, es decir, la cantidad de virus nadando entre sus células; si tiene muchos virus, será más probable que alguno de esos se pase de contrabando al cuerpo de la otra persona. Otro factor es el nivel de salud del que no esta infectado: si esta persona fuma, duerme mal, come mal y hace inconscientemente todo cuanto sea posible por debilitar su sistema inmunológico, va a tener las defensas tan bajas que cuando hay la posibilidad de infectarse, el virus se encontrará con la mejor hospitalidad para instalarse y sentirse como en casa. La suma de estos factores genera una alta probabilidad de que te infectes si tienes sexo con alguien que sea portador de VIH, lo sepa esa persona, o no; lo sepas tú o no.

Existen muchas personas que viven con el VIH dentro de sus organismos y no tienen la menor idea de ello, porque están sanos y no se han hecho la prueba de sangre, pero pueden infectar a otros por descuido o negligencia. De nuevo: estar infectado de VIH no implica estar enfermo, pero si hace posible infectar a otros por descuido.

Ahora lo contrario: si tienes sexo con alguien que es VIH Positivo, es decir, que esta infectado, pero esa persona tiene pocos virus en su sistema porque toma medicamento u otras razones, la probabilidad de ser contagiado disminuye. Disminuye más si además tú haces ejercicio regularmente, duermes el tiempo suficiente, comes chido y llevas una vida saludable. Con todos estos factores, tu probabilidad de infectarte de VIH es una entre diez, igual que ponerle una sola bala al cargador y disparar con el cañón apuntando a tu cabeza.

Pero vamos, solamente a una de cada diez personas le tocaría la bala; solo hay que esperar que esa persona no seas tú.

Otras maneras de adquirir la infección es mediante el plasma sanguíneo, por eso en México, hay un programa nacional llamado “Sangre segura”, que te garantiza que toda sangre que se maneja en los hospitales es sangre super checada, que no tiene VIH ni otras sorpresas igual de desagradables. Pero cuando compartes la aguja de un compa para inyectarte alguna droga, no hay garantías de nada; el virus puede viajar en calidad V.I.P. dentro de las gotas de sangre atrapadas en el canal de la aguja, calientito, cómodo y ansioso por conocer nuevos horizontes.

Como sea, regresando al asunto del sexo, no sólo con quién, también es cómo lo haces. Si le pones con una persona que está infectada por el virus, la probabilidad de que te infectes de VIH al bajarte por los chescos y hacerle el oral a tu compañero, o llevar tu lengua a explorar las clitorídeas cavidades de tu compañera, es de una probabilidad baja para la transmisión del virus. Si lo haces de una manera más institucionalizada, aplicando al siempre entusiasta y erecto miembro A en el participativo y femenino orificio B, sin condón, además del riesgo de un embarazo, también te enfrentas a una probabilidad media de infección. Y a la que de plano le va mal en esto de las probabilidades, es a la postura del chivito en el precipicio. El sexo anal es el que mayor riesgo presenta cuando se tiene sexo sin condón y con una persona que porta el virus, por las heridas que pueden, si bien no siempre, presentarse en la pared del recto, el anillo del ano y todo lo que anda por ahí.

Y ya. Esto es sólo una parte de lo que debes saber cuando eliges usar o no un condón. Ahora sabes que alguien que está infectado de VIH no necesariamente se ve enfermo, o que infectarse de VIH no es tener SIDA pero sí implica tener que cuidarse.

Por otra parte, nadie puede obligarte a usar un condón, ni violentarte para que lo uses o chantajearte; no lo uses para cuidar de otros, que si bien es loable, lo mas importante eres tú y eres la única razón para elegirlo o no. Si quieres usarlo, bien; si no quieres usarlo, es tu decisión. Una decisión en la que te juegas una apuesta muy alta, así que antes de elegir, échale un vistazo a tu futuro. Si crees que no tienes nada que perder al infectarte de VIH y ante la posibilidad de adquirir el SIDA, va. Si consideras que el vivir siendo portador de VIH no interfiere con tus proyectos a futuro, y que puedes seguir adelante a cada pequeño instante de tu vida con el virus a cuestas, entonces no necesitas usar un condón.

!Pero claro¡, si tú decido no usarlo, yo decidiré no tener sexo contigo. No es nada personal, se trata nada más de cuidar algo que me es tremendamente valioso: mi vida.