La Familia Ideal y la Iglesia


Si bien nuestro país es oficialmente laico debido a que Iglesia y Estado se conducen de forma independiente desde 1917, aproximadamente el 88% de los mexicanos se identifican como católicos, hay cerca de 11,000 iglesias de esta religión y casi 14,000 miembros de este clero (INEGI, 2002). Por esta razón, para hablar de qué es y cómo funcionan las familias (católicas o no) es relevante tomar en cuenta la influencia social de esta institución.

El objetivo más importante de la iglesia católica es el mantenimiento del bienestar moral de las familias; así lo declaró el Papa Juan Pablo II en su Carta a las Familias. Desde esta noción, el obispo de Matehuala, que es Presidente de la Comisión Episcopal Pastoral Familiar, identifica que la familia mexicana vive situaciones que la ponen en alto riesgo moral, tales como violencia intrafamiliar, la desintegración familiar, la pobreza extrema (por que obliga a emigrar y dejar la familia incompleta), el aumento del índice de familias monoparentales, y, finalmente, la influencia de lo que llaman una mentalidad “divorcista”, además de la creciente influencia de las perspectivas de género [sic].


Vale la pena acotar que entre las palabras del señor obispo traslucen dos premisas que al darlas por hecho funcionan como pilares centrales para esto que afirma, son: las perspectivas de género (que en la práctica buscan la equidad entre hombres y mujeres) atentan contra la estructura familiar, y el divorcio afecta el desarrollo de al menos los más vulnerables integrantes de la familia.

Las acciones derivadas de estas premisas serían aconsejar a los cónyuges a permanecer juntos aunque sean un ejemplo de discusión, estrés y violencia para los niños (sin mencionar el sacrificio de su propia satisfacción y felicidad personal), y en el seno familiar esta bien que la mujer sea maltratada y descalificada fisica, emocional y psicológicamente, y esta bien que el hombre sea valioso en tanto sea un buen proveedor al que se le perdone lo que sea en tanto aporte dinero al hogar. La perspectiva del obispo de Matehuala es respetable, como cualquier otra perspectiva, y particularmente valiosa en el punto en que afirma que las familias hoy afrontan retos que no hubieran imaginado en tiempos pasados.

De igual manera, los ministros católicos establecen en pro del bienestar moral de las familias, que se debe prestar mayor atención a lo que ellos mismos identifican como “familias irregulares”, es decir: las familias divididas por diferencias religiosas o políticas, las familias "incompletas", las que viven con personas de capacidades diferentes o con situaciones de alcoholismo y drogadicción; las que viven con problemas de SIDA, las familias de presos, las que tienen hijos homosexuales o lesbianas, las familias que viven violencia intrafamiliar o que habitan en comunidades de alta delincuencia y las familias de padres divorciados vueltos a casar.

Entiénsase "irregularidad" como algo que se escapa de lo normal. Cuando yo me refiero a familias irregulares, aludo a familias que se desvían de lo normal, lo que me obliga ineludiblemente a preguntar ¿cómo es una familia normal?

Quien afirme que no es habitual encontrar familias donde existan diferencias sexuales, culturales, políticas o religiosas, donde no haya alcoholismo o drogadicción en algún nivel (la adicción al tabaco es una adicción y es nociva para quien lo consume y para los que están cerca mientras lo hace, por ejemplo), o en las que no haya integrantes con capacidades distintas, quien lo afirme, evidentemente no se ha asomado un domingo a la calle para ver las familias que transitan por la banqueta.

En este sentido existe el Encuentro Mundial de las Familias, que es una convocatoria a nivel internacional y que se da cada tres años, instaurada por el Papa en 1992 para celebrar a la familia; el objetivo es dialogar y profundizar en el tema de la familia, a partir de distintas voces de la visión católica. En el 2009 se llevó a cabo este encuentro en la Ciudad de México, así como en el 2012 se realizará en Milán en su edición número 7.

De este encuentro en México, al que asistieron 7 000 católicos de todo el mundo, 30 cardenales y 80 obispos, Bernardo Barranco Villafán, especialista en temas religiosos y vicepresidente del Centro de Estudios de las Religiones en México (Cerem), afirma que no hubo debates ni reflexiones profundas, sino el mantenimiento de una tónica muy ortodoxa con formatos acartonados que no representó ninguna novedad. Sin embargo, puntualiza que fue importante el hecho de que Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano, haya reconocido la existencia de los homosexuales, dentro de un mensaje que los exhortaba a vivir su homosexualidad en lo privado .

La declaración de monseñor Antonelli fue: “las relaciones homosexuales siempre han estado presentes en nuestra sociedad, la novedad es que se pretenda equiparar a la familia con la convivencia homosexual, y esto no puede ser aceptado porque la familia tiene una especificidad: sólo la familia engendra hijos y los educa".

Entonces, ¿una familia sin hijos pierde el derecho a nombrarse familia?

Dado que toda identidad requiere de ser reconocida por alguien más para existir social y públicamente, efectivamente es relevante que un miembro del Vaticano haya emitido esta declaración, porque valida en lo individual la existencia de las muchas identidades homosexuales que se encuentran desacreditadas en el discurso social, ya sea laico o religioso. Sin embargo, el problema de fondo, es que al enfatizar un modelo único de familia, se polariza la disputa de la sociedad moderna en torno a "la familia ideal" y el derecho de las familias diversas a ser reconocidas como familia.

Afirmando que las familias son inherentemente monogámicas, se las reduce a una función puramente reproductiva. La Iglesia, al centrar insistentemente la cuestión familiar en términos reproductivos, deja de lado tanto la temática del amor, que se da también en parejas del mismo sexo, como la de las parejas que deciden no tener hijos.

El peligro de esta descalificación es que las familias católicas que no se apeguen a este “modelo único” no podrán definirse a sí mismas como familia, evaluándose desde este argumento como inacabadas e insuficientes para alcanzar los objetivos instrumentales y afectivos de un sistema familiar maduro. Barranco Villafán  critica el hecho de que la Iglesia no comprende que la familia es una construcción social tan diversa como adaptable, que refleja en su estructura lo que se vive día a día y que está estrechamente ligada a los cambios de la sociedad .

Las conclusiones del VI Encuentro Mundial de las Familias fueron: la familia es lo más importante porque el amor entre hombre y mujer, cuando es verdadero, siempre es fecundo. De ahí, los hijos se hacen personas cuando crecen en familia, porque en ella se saben bienvenidos y aprehenden los valores para la sana convivencia humana. En este mundo no le falta dinero, sino la creatividad que emana del amor en familia para solucionar el problema de la pobreza.

La crisis que hoy vivimos aumenta con la ruptura de las familias, y en este contexto el divorcio puede tener una presencia silenciosa aunque no se lo ejecute; el desamor daña a los hijos: niños y jóvenes fracasan en sus proyectos académicos y laborales y dejan de ser personas pacíficas cuando no han crecido en familias donde padre y madre permanecen unidos en el amor.

Además, plantean que las instituciones públicas y privadas deben revisar sus leyes para ver si con ellas fortalecen o debilitan a la familia, asumiendo que la familia no es sólo un bien religioso, sino un bien social que genera capital humano saludable y feliz para el desarrollo de todos los pueblos. La familia es fruto del amor entre hombre y mujer, y las relaciones homosexuales son solo otra forma de convivencia que no es equiparable a ella. Sin embargo en la diversidad, la familia se define siempre como el conjunto de vínculos adquiridos a partir del nacimiento de un nuevo ser humano, fruto inalienable de la relación entre hombre y mujer.

Agregan además que en la práctica, hay familias donde viven abuelos con los nietos, o madres con los hijos, o hijos con el padre, o tíos y sobrinos; esta variedad muestra partes de lo que sería la familia extensa y formas de parentesco que dan identidad a la persona humana, pero son ambos padres quienes tienen derecho y obligación de velar por la educación de sus hijos, elegir el sistema de enseñanza y hasta participar en el diseño de la misma.

Por eso las políticas públicas deben favorecer la equidad entre el tiempo de trabajo y tiempo de familia, de modo que padres y madres puedan atender a sus hijos en momentos de enfermedad y acompañarles en asuntos escolares. Finalmente, concluyen que son los padres y abuelos quienes transmiten en forma natural los valores a las nuevas generaciones y que, en esta tarea, ninguna otra institución humana puede suplirlos, porque ni la suma de muchas buenas voluntades puede llenar el vacío que deja, no sólo en los hijos, sino en la sociedad humana, el abandono en la familia del padre, la madre o ambos.

Este modo de entender el mundo de la familia excluye una infinidad de realidades que conviven de cotidiano en la sociedad mexicana y mundial; ¿las familias diversas que este discurso eclesiástico no contempla, no cuentan para las nociones de la iglesia?, ¿puede entenderse esta ceguera parcial, acaso intencionada, como una manera de discriminar?

El conjunto de afirmaciones con que concluye el VI Encuentro Mundial de las Familias son verdades parciales y descontextualizada que a todos nos resultan familiares porque probablemente en algún momento las hemos creído y a partir de ellas hemos juzgado lo "bueno" y lo "malo". ¿Esta mal o es disfuncional una familia sin papa, u otra donde los dos papás tienen un hijo feliz y desarrolládose en absoluta plenitud?; ¿quien le va a decir a ese niño que su familia es una familia que no sirve?

Con esto sobre la mesa cabe una pregunta más: ¿estamos dispuestos a seguir apostando por un único modelo de familia ideal, o vamos a aceptar que la familia crece, evoluciona, se diversifica y adapta a los retos actuales para mantener su vigencia en nuestras sociedades? Pienso que vale la pena considerarlo.

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