Los amorosos… y el fantasma del SIDA

Para muchas personas, lograr una relación de pareja exitosa es un tópico crucial en el camino a consumar sus proyectos de vida; claro que para muchas otras hay temas más trascendentales hacia los cuales dirigir su atención. No todo el mundo busca estar en pareja, y entre quienes sí eligen este estilo de vida, tampoco todos, ni todas enfrentamos los mismos retos en el camino.

Imagina por ejemplo, que vives con VIH. Pongamos que el proceso de aceptación de tu seroestátus ya está resuelto y no te causa bronca vivir con el virus; ya sabes que muy probablemente no vas a morirte y estás en paz contigo porque sabes cómo cuidarte y te has estado poniendo las pilas para tener una excelente calidad de vida. ¿Qué es lo que sigue?, pues probablemente si tu proyecto de vida está configurado así, lo que sigue es encontrar alguien con quien hacer pareja.

Viene entonces un reto nuevo: ya que conociste a un buen candidato o una buena candidata para iniciar la relación, ya que has avanzado lo suficiente y empiezas a sentir bonito con su presencia, te preguntas en qué momento y de qué manera le vas a decir que vives con el virus del VIH. ¿Y si se espanta?, ¿y si te rechaza? La incertidumbre es tal, que son muchas las personas portadoras del virus que prefieren no arriesgarse al rechazo y evitan iniciar cualquier relación para no salir lastimados, pese a tener esta habitual necesidad de integrarse a una pareja.

Nadie está obligada u obligado a “confesar” su estado serológico; si bien sí tiene la estricta obligación de vivir su sexualidad responsablemente y con su kit de sexo protegido bien a la mano (con condón incluido). Entonces, cuando alguien le dice a otra persona que es portadora del virus, está en realidad ejerciendo un acto de suma confianza para ella, poniendo en manos de esa persona un aspecto muy vulnerable de sí. 

Vaya reto para quien recibe ese obsequio; ¿tú qué harías?, se vale desconcertarse y hasta asustarse, pero no se vale ser grosero y, cuando es el caso, tampoco se vale negarte la oportunidad de integrar a tu vida a una persona valiosa solamente porque él o ella vive con VIH. ¿Qué harías si por fin encuentras a quien sintoniza con tus pasiones y excentricidades, con tus valores, proyectos… pero que es portador del VIH?, ¿dejarías pasar la oportunidad?

Así como la palabra “seropositivo” se refiere a personas cuyo suero sanguíneo da positivo a las pruebas del VIH, “serodiscordante” implica la relación entre personas con diferente estatus serológico; o sea, en una pareja serodiscordante hay alguien viviendo con VIH y alguien que no, y en la práctica pueden mantenerse serodiscordantes indefinidamente. ¿Asusta la idea de tener una relación de pareja así? 

Te cuento: alguien que vive con el VIH puede llegar a viejo sin jamás enfermar de SIDA, y en el camino probablemente te enfermes más tú porque en una de esas, quizá no eres tan consciente y responsable como él del cuidado de tu salud; puedes vivírtela teniendo sexo con alguien que es portadora o portador del VIH sin jamás infectarte, siempre que tengas las mismas precauciones que “se supone” usualmente tienes cuando ejerces tu sexualidad. Por otra parte, ya sabes que el VIH no se transmite por un beso, un abrazo, un cachondeo ni situaciones por el estilo. Entonces, ¿a qué esperas?

Si estás en el proceso de tomar una decisión de este tipo, te invito a profundizar en este tema en los centros de atención en los que ofrecen consejería acerca del VIH; te recomiendo particularmente a la Clínica Especializada Condesa (calle Benjamín Hill 24, en la colonia Condesa de la Ciudad de México), googléala.

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