La responsabilidad de ser LGBTTI

¿Te has preguntado alguna vez cómo le hacen las sociedades para evolucionar?, desde un análisis muy ligero de una comunidad, puedes distinguir dos vertientes ideológicas muy claras: las que tienden a la derecha y las que tienden a la izquierda. La ideología de extrema derecha busca el mantenimiento del status quo, que lo que se ha ganado se mantenga y lo que ha funcionado para establecer la estructura social nunca cambie. La ideología de extrema izquierda guarda una postura crítica desde la que todo tiempo futuro puede siempre ser mejor; buscan innovaciones, cambios, arriesgarse para el crecimiento de la colectividad.

En la práctica, las agrupaciones sociales de derecha parecieran tener más poder y mayores recursos que las que tienden ideológicamente hacia la izquierda, y si esto fuese un patrón sostenido, entonces se mantiene la pregunta de ¿cómo es que pueden evolucionar las sociedades si la fuerza más potente de la comunidad tiende hacia el status quo? La respuesta no está en las estructuras de poder más elevadas, sino en pequeños grupos sociales que buscan el reconocimiento de sus necesidades e identidad; ellos y ellas son las minorías.


Desde los ochentas el tema de las minorías ha crecido en importancia dentro del discurso demagógico y los planteamientos sociales: indígenas, personas de la tercera edad, inmigrantes, gente viviendo desde la diversidad sexual, etcétera. Y algunos grupos que no son numéricamente inferiores, se vuelven minoría porque la discriminación y violencia de la que son objeto las vuelve foco de atención para políticas de protección; por ejemplo las mujeres o los jóvenes. En este contexto hay minorías que son objeto de atención por su sola existencia, y hay las que reclaman la atención de su sociedad desde una demanda puntual de reconocimiento. Estas últimas son las minorías activas.

Ahora podemos responder a la pregunta inicial: quienes a lo largo de la historia han logrado cambios sustanciales en la sociedad han sido las minorías que desde una postura activa, cuestionan las afirmaciones que el status quo sostiene hacia la comunidad. Las mujeres obtuvieron el voto al activarse como minoría, los homosexuales lograron el reconocimiento legal de los matrimonios gay, y etcétera. Revisando cualquier volumen de historia universal del colegio, te encuentras con múltiples ejemplos de esto. De ahí que sea innegable que es responsabilidad de las minorías activas llevar a su sociedad hacia rumbos que le permitan renovarse y continuar existiendo. Una sociedad que se niega a escuchar a sus minorías es por default, una sociedad decadente.

Y esa responsabilidad desciende de la colectividad minoritaria hacia cada uno de sus integrantes, convirtiéndolos en factores de cambio social. El poder de las minorías termina, en el mejor de los casos, cuando pueden asimilarse a un nuevo status quo que ya identifica y respeta la identidad y necesidades de quienes la conformaban; pero en el peor de los casos, también termina cuando las minorías esperan que sea otra figura la haga su chamba y promueva el cambio, cuando dejan de estar activas, cuando se resignan sin asimilarse.

Hoy en día ser hombre gay o chica lesbiana, o ser bi, o trans (quizá especialmente ser trans) implica una enorme responsabilidad social, porque equivale a conducir a la comunidad hacia un cambio necesario y urgente. No importa si el gobierno de una nación está en manos de la derecha o de la izquierda, las minorías activas siempre estarán existiendo y demandando transformaciones que van más allá del confort de lo teórico y lo ideológico; esa voz en cuello de las minorías llama hacia el aquí y el ahora, hacia lo que es más cotidiano e impostergable.