Lo que no se dice en la pareja

Imagina que tengo una caja de zapatos pintada de negro y que la he agitado enfrente de ti, haciendo sonar el montón de cosas que lleva adentro. Imagina que sabes que me la pase toda la semana juntando cosas para meterlas ahí con dedicación, y te he contado que algunas de ellas son muy interesantes, y que algunas incluso te van a sorprender.  Entonces la pongo sobre la mesa, a tu alcance y me dispongo a enseñarte su contenido. Desamarro el listón con que la cerré, le quito la cinta adhesiva y en el camino me acuerdo y te comento que algunas de esas cosas te serían muy útiles. Pero de repente cambio súbitamente de opinión y la vuelvo amarrar, la quito de la mesa y me la llevo de ahí. ¿Con qué emociones vas a quedarte tú después de este evento?

Ahora imagina que este ejercicio de expectativas e incertidumbres se hace cotidiano. Verás a tu pareja transformarse lentamente y terminar haciendo lo que jamás antes hubiera hecho: jaquear tu cuenta de correo, colocar un spyware en tu computadora o contratar un detective privado, como a la antigüita.  Suena muy extremo, pero aunque no lo creas esta dinámica es habitual en ciertas y enloquecedoras relaciones de pareja. En términos generales, la fórmula es: guárdate información que tu pareja necesita porque él o ella asume que es algo importante y en cada momento en que puedas, suéltale datos aislados acerca de eso que ya se sabe que callas, pero nunca la información completa. Así, él o ella no podrá tomar decisiones respecto a la relación o a su propia vida hasta que sienta que están todas las cartas sobre la mesa, y con eso le mantendrás en un estado de congelamiento desesperante tanto como tú lo desees.


Pero como nadie puede aguantar una situación como esta por mucho tiempo; por eso notarás que tu pareja tratará de conseguir la información por sí misma y te preguntará de ello con mayor obstinación cada vez, pretendiendo convencerte o coercionarte para que sueltes la sopa. Y si no aplica el abordaje directo, es posible que revise las conversaciones en tu celular o entre a tu cuenta de Facebook para obtener por sí misma o por sí mismo las respuestas que necesita. La premisa básica es que el no saber algo importante causa una terrible incertidumbre.

Consecuentemente, la incertidumbre origina celos, agresión, desconfianza; por no mencionar la invasión a la intimidad.

En lo cotidiano, frecuentemente tenemos miedo de abordar desde la comunicación clara y directa determinados temas que creemos que nuestra pareja tomará mal o no sabrá entender; y entonces a la vez que no lo hablamos, nuestra comunicación no verbal deja entrever que hay algo preocupante que no estamos diciendo. Nuestra pareja quedará libre de inventarse las historias que desee al respecto de esta información que no le damos, y en algunos casos va a imaginarse lo peor, según si sus inseguridades personales están lo suficientemente cerca para sugerirle los escenarios más catastróficos detrás de tu silencio.

A veces callamos lo importante porque no queremos lastimarle, y a veces callamos porque ante la posibilidad de provocar su enojo, no queremos salir lastimados. Pero en uno u otro caso la relación se vulnera. En las relaciones de pareja los y las participantes están tan emocionalmente cerca, que lo que no decimos forma una zona oscura que denota que ahí hay algo, aunque no pueda verse lo que es; esto efectivamente es un llamado a la honestidad y la confianza en la relación, pero no necesariamente una invitación a compartirlo todo.

En cualquier relación interpersonal se vale no estar a gusto con cómo se desarrollan las cosas, se vale que queramos ser tratados o tratadas de forma distinta e incluso, se vale no querer continuar con la relación. Cuando la situación es de este tipo, hay que hablarlo, porque es algo que concierne a los involucrados en esa relación. Siempre hay una forma y un momento para hacerlo, y si el momento jamás llegara y no tuviéramos la lucidez para clarificar cuál sería la “mejor forma de decirlo”, concéntrate simplemente en comunicarlo; considera que siempre hace más daño no decirlo y dejar a que lo que callábamos se vuelva evidente por si mismo.

Si lo que te agobia es algo personal y no deseas compartirlo por las que sean tus razones, entonces puedes decirlo, delimitando el terreno de lo que no estás comunicando: “si, si ocurre algo pero no tiene que ver contigo; quizá pueda contártelo después, pero por ahora prefiero no hacerlo”. No tienes que ir por la vida compartiéndolo todo, se vale que guardes aspectos de tu vida en tu intimidad, y recordarle esto a los demás es un buen ejercicio de establecimiento de límites; solo recuerda, si lo que callas incumbe a tu relación, la otra persona tiene derecho a saberlo, de lo contrario la incertidumbre convertirá tu relación en un pequeño infierno.

Este texto lo redacté desde un escenario hipotético en el que eres tu quien tiene el control de lo que se dice o deja de decirse; una situación en la que es tu pareja quien recibe el peso de la incertidumbre. Hazme ahora un favor y vuelve a leerlo, pero esta vez asumiendo que le escribo a tu pareja conminándole a que administre adecuadamente la información que te proporciona acerca de su relación contigo. Imagina que sentirías tú si supieras que hay algo que parece importante y de lo que nadie te dice nada, imagina lo que harías.

-¿Sabes cómo dejar un gallego en suspenso durante 24 horas?
-…mañana te digo.

No hay comentarios.:

Me interesa conocer tu opinión, escríbela y te responderé en breve: