Desatanizando la Infidelidad

Cuando sostienes una relación romántica con alguien, de vez en cuando surgen los conflictos y las desavenencias, los malentendidos, las conjeturas y otros extraños fenómenos que pueden llevar a la pareja a su final en uno de los momentos más inesperados de la relación. Aceptémoslo, hoy en día es mucho más sencillo mandar al pepino una relación consolidada de lo que era cuando nuestros abuelos flirteaban entre ellos en los alrededores del viejo kiosco de alguna concurrida alameda. ¿Qué ha cambiado?, han cambiado una serie de factores que en la actualidad vemos como obvios e irrelevantes, pero que en conjunto marcan una diferencia sustanciosa: ya no hay un estigma tan dominante contra la persona que se divorcia, ya no tememos “tanto” ser padres o madres solteras, ya no es “tan” mal visto estar soltero o soltera después de los treinta, y etcétera.

Hoy en día es más sencillo terminar y empezar nuevas relaciones, y por eso las relaciones han generado nuevas estrategias para mantener su estabilidad, a veces aun a costa de los integrantes de la pareja en cuestión; estrategias como la negociación y los acuerdos, como el vivir separados, tener mascotas que alivianen el estrés dentro de la pareja y, por qué no, también como la infidelidad.

Durante siglos hemos considerado la infidelidad como el verdugo de las relaciones de pareja, señal inequívoca de que el amor ha terminado y en su lugar queda solamente la traición y el abandono. Incuestionablemente, pudo haber sido así en algún momento, pero como dije, hoy en día el escenario es distinto.


Supongamos que en una pareja las respectivas jornadas laborales han empezado a comerse los tiempos de ambos para convivir con calidad, o supongamos que ha nacido un hijo al interior de la pareja y el otro integrante de la relación se siente hecho o hecha a un lado; puede suceder que la monotonía y el tiempo hayan vuelto de ambos un par de extraños, o puede que habiendo cambiado de intereses o de mutuas idiosincrasias ya no se sientan tan conectados. La reacción a la antigüita hubiera sido aguantarse, hacer de tripas corazón y sacrificar la propia satisfacción a favor de la pareja, porque “…una como quiera, pero ¿y las criaturas?”, pero hoy ya no sentimos la obligación de quedarnos donde no estamos a gusto, o donde no nos sentimos valoradas o valorados. Así que el primer impulso para solucionar la cosa es terminar con la relación.

Pero frecuentemente sucede que aun amamos, o mínimamente nos cae bien el fulano o fulana con quien estamos en pareja, y aunque dentro de la relación encontramos carencias que nos impiden sentirnos felices, de todos modos elegimos no romper. Pero las carencias ahí están, y a veces uno no encuentra el camino para hablar de ellas y resolverlas; puede que no haya la confianza o no se dé el momento. Entonces elegimos resolverlo sin la intervención del otro o de la otra. Esta última decisión frecuentemente conduce a una misma salida: la infidelidad propiamente dicha.

En casos como estos, que no son poco frecuentes, la relación externa a la pareja satisface las necesidades no atendidas formalmente por la relación, pero sin la necesidad de romper con la pareja. Es una relación auxiliar a la de pareja cuya función irónicamente es preservarla: reducir la tensión que generan las disfunciones cotidianas para que estas carencias pierdan relevancia y la relación continúe. ¿Cuánto durará la infidelidad?, tanto como duren esas carencias dentro de la pareja o la infidelidad sea descubierta.

En el ciclo de vida de las parejas, a todas ellas les llega un momento en que estas carencias aparecen, especialmente en los momentos en que la relación transcurre de una etapa de vida a otra (cambio de trabajo o domicilio, irse a vivir juntos o separarse, adoptar, embarazarse, cumplir cuarenta años, treinta, cincuenta o etcétera); llegadas las carencias y las necesidades insatisfechas, el mejor abordaje es abrirse a la comunicación clara de nuestra vivencia de la relación. Comunicación implica expresar cómo me va en mi relación contigo, e implica a la vez que seas receptiva o receptivo para entender lo que me ocurre. Si la comunicación no es viable, la probabilidad de que aparezca la infidelidad se incrementa.

Entonces ¿la infidelidad no es el final de la relación?, no necesariamente; ¿la infidelidad tiene algo que ver conmigo?, tampoco. La infidelidad frecuentemente es una respuesta a la dinámica de la pareja en su conjunto y no un producto de la forma de ser de alguno de los miembros de la relación.

Ok, es innegable que también existen personas especialmente propensas a las infidelidades; pero estos casos, que son minoría, no están evidentemente reflejados dentro de este texto. Como sea, hay que considerar esto la próxima vez que evaluemos una infidelidad; evita evaluarla como lo hubieran hecho nuestros abuelos, date chance de sopesar todos los factores y aquello que “verdaderamente importa”. Quizá sirva para no tomárnosla tan tremendamente a pecho y hacer decisiones más firmes al respecto de nuetsra relación.