Fantasmas de tus decisiones pasadas

La forma en que tomamos decisiones depende en parte de nuestra personalidad, así como del estado de ánimo que tenemos y el grado de presión que sentimos en el momento de hacer nuestra elección. Simultáneamente, el contexto en el que debemos decidir impacta mucho la claridad con la que elegimos la mejor alternativa, por ejemplo ¿sabías que cuando hemos dormido mal somos mucho más influenciables y eso afecta negativamente nuestra toma de decisiones?, igualmente nuestra autoconfianza. Por eso, si un día te levantas sintiéndote un flan mal cuajado porque no dormiste bien, o de plano ese día no te gustas ni tantito, evita tomar decisiones importantes.

Por definición, una decisión es la elección  significativa entre dos o más alternativas. Para muchas personas, la dificultad de tomar una decisión concreta, estriba en que al elegir la alternativa A, debemos renunciar a la alternativa B; pero ¿qué pasa si la B era la mejor?, ¿qué pasa si me equivoco? En  toda decisión hay de primera instancia la pérdida de todo aquello que no elijo, las alternativas a las que renuncio al hacer mi elección son elementos que probablemente jamás formarán parte de mi vida, y si bien tampoco en el pasado formaron parte, eso no impide que al no elegirlas ya empecemos a extrañarlas. Frecuentemente luego de tomar una decisión, imaginamos con pesar cómo hubiera sido nuestra vida de habernos quedado con la alternativa B, que nunca se vio tan atractiva como ahora que la hemos descartado.


Tras la decisión, a veces llega el arrepentimiento; muchas veces infundado. Cuando evaluamos nuestras decisiones en retrospectiva, preguntándonos qué tan atinado fue haber decidido como lo hicimos; recordamos las alternativas que había a nuestro alcance y cuál de ellas considerábamos como la mejor de todas, pero seguramente hemos olvidado ya el total de los factores que nos condujeron a tal elección. Al evaluar el pasado no solemos considerar los detalles del contexto (presión social, fatiga emocional o elementos extra que coartaban nuestra libertad de decidir), y sin ellos en la retrospectiva, probablemente nuestra decisión parezca que pierde sentido. Si ocurre así, llegará la culpa.

Evaluando nuestra toma de decisiones, algunos somos muy autoexigentes y nos negamos la mínima posibilidad de fallar, lo que nos lleva a cultivar culpas y remordimientos que bien podríamos ahorrarnos por nuestro bienestar emocional. El “yo hubiera” a veces es un estorbo que nos impide mirar hacia adelante. Si te identificas con esta situación, te recomiendo hacer algo que te ayudará a curarte en salud por aquello de las evaluaciones retrospectivas: para la próxima decisión importante que vayas a tomar, registra en una nota tu proceso de decidir, escribe tan breve o extensamente como te plazca, haz una especie de carta para ti. Describe en ese texto las alternativas que tienes y cuál te parece la mejor; describe el contexto de tu elección: cómo te sientes, qué te preocupa, quiénes resultan afectados por las elecciones que podrías tomar. Escribe de nuevo si cambias de decisión, pero sin borrar lo escrito previamente. Guárdalo, es una nota para ti en el futuro; un recordatorio.

En unos meses, cuando evalúes a posteriori tus decisiones y sientas la tentación de creer que eres fatal decidiendo y eso pueda conducirte a no tenerte confianza para futuras elecciones, revisa tus notas y reconoce la pertinencia de tus decisiones pasadas. Probablemente nadie sabe mejor que tu lo que es más conveniente para tu vida; cuenta con ello.

1 comentario: